Mia era una buena madre, tal como Reed sabía que lo sería, pese a que descubrirlo la dejó estupefacta. Jeremy estaba cada vez mejor y había descubierto que el fútbol le gustaba. Mia lo preparaba para las ligas infantiles. De todos modos, Jeremy todavía encontraba tiempo para ver el canal temático de historia.
La detective había perdido la condición de hija. Annabelle Mitchell se había molestado porque Mia contó «mentiras» sobre Bobby cuando negoció la liberación de Jeremy. Por si eso fuera poco, «todos los policías la oyeron por radio», cuestión que, según sospechaba Reed, era el verdadero pecado. No se trataba de la «mentira», sino de la revelación, que no había dado lugar a la compasión que Mia tanto temía. Se había ganado el respeto de los demás a lo largo de su trayectoria profesional y era una buena policía.
Solliday besó la coronilla de Mia. También era una buena esposa. El día de la boda, Beth le comunicó que empezaba la primavera. No lo había planeado, pero le pareció adecuado. Beth supuso que Christine estaría de acuerdo y Reed coincidió.
– ¿Qué estamos viendo? -preguntó Solliday cuando la imagen de una entrega de premios ocupó la pantalla.
– Lynn Pope fue postulada al premio como locutora del año por el reportaje que realizó sobre Bixby y el Centro de la Esperanza. Parece que ha ganado. Espero que Wheaton lo esté viendo desde la celda.
– No es que estemos resentidos ni nada que se le parezca… -bromeó Reed y Mia le asestó un codazo.
La imagen mostró el Centro de la Esperanza y un extracto del testimonio que Pope había divulgado hacía meses. Como estaban empeñados en poner a prueba métodos terapéuticos que todos los grupos serios habían rechazado, Bixby y Thompson crearon el Centro de la Esperanza. Investigaciones posteriores demostraron el manejo incorrecto de fondos estatales, así como de las comisiones abonadas por visitadores médicos de los laboratorios farmacéuticos que pretendían el uso exclusivo de sus productos. Despidieron a los profesores antes de que se convirtiesen en sospechosos. Entonces sucedió lo imprevisto y Andrew Kates dio a conocer el trabajo de la vida de Bixby.
Pope había rastreado a Bixby hasta Londres, donde pretendía permanecer discretamente hasta que se calmase el revuelo causado por el caso Kates. Una vez recobrada la calma, pensaba reanudar su trabajo, pero la investigación de Pope dio por resultado la clausura del centro y la recolocación de los internos.
– Espero que esos chicos tengan la oportunidad de rehabilitarse -comentó Reed mientras Pope cerraba el programa.
Mia parpadeó y lo miró sorprendida.
– Por lo que tengo entendido no crees en la rehabilitación.
Reed se encogió de hombros.
– Puede que para algunas personas no funcione, pero a Kelsey le ha servido.
– De todas maneras, sigue entre rejas.
Mia recordó que a su hermana habían vuelto a negarle la libertad condicional. Reed la abrazó.
– La próxima vez.
– Tal vez. -Mia no se dejó arrastrar por la pena y abandonó la cama-. No es un día para tristezas. Solliday, levántate y vístete. No puedo llegar tarde. -El teniente no se movió, aunque se acomodó de lado para verla mejor mientras se vestía-. Reed, no tenemos todo el día. Ya sabes que tardas una eternidad en elegir los zapatos.
– Porque son un accesorio importante. Espero que no te pongas botas para ir a la iglesia.
– No, he comprado estos zapatos. -Mia hizo una mueca de dolor y le mostró un par de sandalias atrevidas y con tacón de aguja-. Me haré daño en los pies por una cría que ni siquiera se acordará.
– Estoy seguro de que cuando crezca se lo recordarás -replicó Reed con ironía y escogió el traje que quería ponerse-. Mia, no todos los días ejerces de madrina. Déjate de tonterías y ponte las sandalias.
Mia cogió la foto que tenía en el tocador. Aunque arrugada, para Mia la recién nacida era preciosa. Se trataba de Faith Buchanan, la hija de Dana. Para esa niña también sería la tía Mia. Le pareció perfecto porque para Jeremy sería mamá. Aún no la había llamado así, pero seguro que no tardaría. Mia no sabía cómo reaccionaría la primera vez que lo oyera. Probablemente de la misma forma que la primera vez que Reed le dijo que la quería: llorando como un bebé.
– Mia, ¿piensas dedicar el día a mirarte en el espejo? Necesito ayuda con los botones.
La detective parpadeó, pues no se había dado cuenta de que miraba su propia imagen. Dejó la foto sobre el tocador, abotonó rápidamente la camisa de Reed, le hizo el nudo de su corbata y le colocó el alfiler.
– ¿Cómo te apañabas hasta que entré en tu vida?
Reed le besó la punta de la nariz.
– Tardaba mucho más en vestirme, sin hablar de que me comía los frankfurts a palo seco y dormía solo. -Sonrió a su esposa-. Mi calidad de vida ha mejorado enormemente.
A Mia no le quedó más opción que reír.
– La mía también.
«Casper»
no sé si he dicho que vivo con un fantasma
la llamamos Casper
me sigue
cada día flota sobre mi lecho cuando despierto
se sienta en la jabonera de la ducha
se posa en el espejo de mi dormitorio
me mira
sus ojos… mis ojos… sus ojos
me ha robado los ojos
la nariz… la barbilla
es papá quien la ha invitado
le ha dicho que se quede
la ha sobornado con promesas de eternidad
a veces cuando me mira
papá da un respingo
como si la viera… pero soy yo
y me juego a que papá desea
hacer un trato con ella aunque solo sea por un día
la historia dice que Casper era perfecta
la esposa perfecta, la madre perfecta
la mujer perfecta
que componía poesía con una mano
mientras con la otra hacía punto de cruz
Donna Reed no tenía nada contra esa chica
y papá da un respingo
por mí, no soy perfecta
no sé geometría
no conozco la diferencia entre punto de cruz y encrucijada
no soy más que la doble fantasmagórica
que recuerda al mundo la versión mejorada que antaño
revoloteó por la vida de mi padre
casi invisible
con los ojos más azules… más encendidos
cada día los míos se apagan un poco más
cada día mi propósito es menos cierto
hasta que me pregunto quién es el fantasma
y quién merece algo mejor
Cristy Carrington, 2006
Agradecimientos
A Marc Conterato por sus conocimientos médicos.
A Cristy Carrington por enseñarme los secretos para disfrutar de la poesía y por el regalo de sus poemas «Nosotros» y «Casper».
A Danny Agan por responder a mis preguntas sobre detectives.
A Cindy Chavez por responder a mis preguntas sobre cuidados asistenciales.
A RJay Martin por presentarme a los miembros de su parque de bomberos y a Jana Martin por presentarme a RJay.
A mis compañeras de Tampa Area Romance Authors, por su apoyo en todo, desde funerales de policías hasta residencias estudiantiles y hermandades. Sois todas estupendas.
A Julie Bouse por compartir la historia de su familia. Cielo, te deseo todo el éxito del mundo.
Cualquier error me pertenece.
Karen Rose
Una perfecta mezcla de intriga criminal, temas de actualidad, una historia de amor y un suspense que atrapa hasta el final es el sello característico de las novelas de Karen Rose, una de las escritoras que se ha ganado con mayor rapidez el favor de lectores y críticos en los últimos años, convirtiéndose en un éxito de ventas en Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania.
Karen Rose publico su primer libro en 2003. De ella Plaza & Janés ha editado Alguien te observa y No te escondas, y próximamente publicará ¿Morirías por mí?