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– Por una vez, Jan, ¿por qué no me lo cuentas? Nunca hablas de las cosas a las que tienes que enfrentarte. Tampoco lo hacías con Renate. Creo que eso era parte del problema entre vosotros.

Fabel soltó una risita irónica.

– El problema entre nosotros era que ella empezó a acostarse con otro. Y el resultado fue que yo perdí a mi hija. -Se volvió hacia Lex-. Pero tal vez tengas razón. Es sólo que veo cosas, me entero de lo que la gente es capaz de hacerse entre sí. Uno debería poder vivir sin ver ni conocer todo eso. Si no hablo de ello no es porque quiera dejar a los demás a oscuras, sino porque trato de protegerlos. Renate jamás lo entendió. Y nunca entendió que a veces tengo que dedicarme de lleno a un caso, dedicarle toda mi atención, todo mi tiempo. Se lo debo a las víctimas y a sus familiares. Tal vez por eso Susanne y yo nos llevamos bien. Como ella es psicóloga forense, tiene que hundirse en la misma suciedad que yo. Sabe que éste puede llegar a ser un trabajo de mierda y cómo puede afectarte. Renate decía que para mí era como un juego. Yo contra el tío malo. Una competición, a ver quién gana. Pero no es así, Lex. Yo no estoy midiendo mi ingenio contra un enemigo astuto, estoy corriendo contra el reloj y contra una mente enferma, tratando de atraparlo antes de que llegue a su nueva víctima. No se trata de cazar a un criminal, se trata de salvar una vida.

Lex suspiró.

– No sé cómo puedes hacerlo, Jan. Entiendo el porqué, o al menos, eso creo, pero no puedo comprender cómo consigues lidiar con todo ese dolor y ese horror.

– A veces no lo hago, Lex. Fíjate en este caso. Comenzó con una chica… de quince, tal vez dieciséis años, estrangulada y abandonada en una playa. Una chica como Gabi. Una chica como tu hija Karin. Una vida joven truncada. Eso ya es bas tante malo, pero el enfermo hijo de puta que lo hizo le dejó una identificación que pertenecía a una chica diferente, una chica que desapareció hace tres años. Es enfermo. Es enfermo y de una crueldad increíble…, como si él planeara deliberadamente devastar a una familia que ya está destrozada.

– ¿Y es seguro que no se trata de la misma chica?

– Estamos casi seguros. Pero tengo que hacerle exámenes de ADN a toda la condenada familia para confirmarlo.

– Por Dios -dijo Lex, apartando la mirada hacia las dunas y las olas negras como terciopelo-. ¿De modo que crees que el asesino de la chica de la playa tal vez matara a la otra chica, a la desaparecida?

Fabel se encogió de hombros.

– Pienso que hay una probabilidad bastante alta de que así sea.

– De modo que estás de nuevo metido en tu carrera contra el reloj. Tienes que atraparlo antes de que él llegue a otra chica.

– Ésa es más o menos la situación.

Lex dejó escapar un suspiro largo y lento.

– Está haciendo frío y necesito otra cerveza. -Se puso de pie y le palmeó el hombro a Fabel-. Entremos.

Fabel lanzó una última y larga mirada a las dunas y el mar antes de levantarse y seguir a su hermano de regreso por el terraplén hacia la casa que habían compartido en su niñez.

8

Viernes, 19 de marzo. 15:30 h

NORDDEICH, FRISIA ORIENTAL

Fabel no había dormido bien. Había soñado con Hilke Tietjen adolescente corriendo por la playa de Norddeich, incitándolo a que la siguiera. Ella desapareció detrás de una duna pero, cuando Fabel la alcanzó, no era Hilke la que yacía en la arena sino otra adolescente de otra playa que lo miraba con ojos celestes sin parpadear.

Esa mañana Lex y él fueron en coche a Norden para visitar a su madre. Les informaron de que ella se encontraba lo bastante bien como para darle de alta, pero que organizarían visitas a domicilio cada día durante casi una semana. Mientras volvían hacia el coche Fabel pensó, con dolor, en lo frágil que se había vuelto su madre. Lex le había sugerido a ella que Fabel regresara a Hamburgo y había ofrecido quedarse un par de días más; luego le había explicado que Fabel tenía un caso muy importante entre manos. Fabel agradeció a su hermano que le quitara de encima esa carga pero se sentía culpable por marcharse.

– No hagas un escándalo de ello -había dicho su madre-. Ya sabes cómo detesto los escándalos. Voy a estar bien. Puedes venir a visitarme el próximo fin de semana.

Apenas entró en la Autobahn A28, Fabel llamó a Werner al Präsidium. Después de que éste le preguntara por su madre, se pusieron a discutir el caso.

– Hemos recibido la confirmación del Institut für Rechtsmedizin -le dijo Werner-. El ADN de la chica de la playa no concuerda con las muestras tomadas a Frau Ehlers. Más allá de quién sea esta chica, es seguro que no se trata de Paula Ehlers.

– ¿Anna ha hecho algún progreso en la averiguación de su verdadera identidad?

– No. Ha ampliado su búsqueda centrándose en un par que parecían prometedoras, pero resultó que finalmente no concordaban. Se ha dedicado de pleno a ello desde que te marchaste… Dios sabe a qué hora salió del Präsidium anoche. Oh,.1 propósito, cuando Möller llamó con los resultados de ADN dijo que quería hablar contigo para discutir sobre la autopsia. Use bastardo presumido se negó a hablarme a mí de ello. Dijo que el informe estará sobre tu escritorio cuando regreses. Pero yo insistí en que tú querrías que yo te transmitiera los puntos más importantes.

– ¿Qué te dijo?

El tono de Werner daba a entender que estaba revisando sus anotaciones mientras hablaba.

– La chica muerta tiene alrededor de quince o dieciséis años, según Möller. Hay señales de abandono durante la infancia: malos dientes, rastros de un par de fracturas antiguas, esa clase de cosas.

– Entonces tal vez haya sido sometida a malos tratos durante mucho tiempo -dijo Fabel-. Lo que podría significar que el asesino era un padre o tutor.

– Y eso concordaría con el hecho de que a Anna le resulte tan difícil rastrearla como persona desaparecida -respondió Werner-. Si fue uno de sus padres, es posible que se demoraran en informar de su desaparición, o directamente se abstuvieran de hacerlo, para que no pudiéramos seguirles la pista.

– Por ahora, tiene sentido. -Fabel hizo una pausa para procesar la información que Werner le había suministrado-. El único problema es que los chicos se mueven más allá de los confines de sus familias. Tiene que haber una escuela en alguna parte que se pregunte por su ausencia. Seguramente tendría amigos o parientes que la echarían de menos.

– Anna te lleva mucha ventaja, chef. Ha estado hurgando en los registros de asistencia de las escuelas. Pero no ha conseguido nada hasta el momento. Y puedes añadir un posible novio a la lista. Möller dice que la chica era sexualmente activa, pero no hay señales de contacto sexual en los dos días previos a su muerte.

Fabel suspiró. Se dio cuenta de que ya había atravesado Arnmerland y había pasado la señal que indicaba la salida hacia Oldenburg. Su vieja universidad. Acababa de salir de Frisia Oriental, pero ya estaba regresando al fango de lo que los seres humanos son capaces de hacerse entre sí, o a sus hijos.

– ¿Algo más?

– No, chef. Salvo que Möller dice que la chica no había comido mucho en las cuarenta y ocho horas anteriores a la muerte. ¿Vas a volver al Präsidium?

– Sí. Estaré allí en un par de horas.

Después de colgar, Fabel puso la radio. Estaba sintonizada en NDR Eins. Un académico estaba criticando a un escritor que había escrito una especie de novela literaria muy polémica. Fabel se había perdido una buena parte del debate, pero por lo que pudo inferir, el novelista había usado la premisa ficticia que acusaba a un personaje histórico conocido de haber sido un asesino de niños. A medida que el debate avanzó, tuvo claro que el personaje era uno de los hermanos Grimm, los filólogos del siglo XIX que habían recopilado relatos folklóricos, cuentos de hadas, mitos y leyendas de toda Alemania. El académico estaba cada vez más indignado, mientras que el autor mantenía una calma imperturbable. Fabel logró deducir que el nombre del autor era Gerhard Weiss, y el título de su novela era Die Märchenstrasse, (La ruta de los cuentos de hadas). La novela estaba escrita en forma de un reisetagebuch -diario de viajes- apócrifo de Jakob Grimm. El presentador del programa explicó que, en ese relato de ficción, Jakob Grimm acompañaba a su hermano Wilhelm compilando los cuentos que más tarde publicarían en Kinder und Hausmarchen (Cuentos de hadas de los hermanos Grimm) y en Deutsche Sagen (Sagas alemanas). El punto en que la novela se apartaba de los hechos era cuando retrataba a Jakob Grimm como un asesino en serie de niños y mujeres adultas que cometía sus homicidios en los pueblos y aldeas que visitaba con su hermano, reflejado en cada crimen uno de los relatos que habían compilado. En la novela, la racionalidad demente de Grimm consistía en, según él, mantener viva la veracidad de esos relatos. El Jakob Grimm de la ficción terminaba creyendo que los mitos, leyendas y fábulas eran esenciales para dar voz a la oscuridad del alma humana.