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– Siéntense -dijo Fendrich, liberando dos sillas de su carga de libros y papeles. Antes de que lo hicieran, volvió a preguntar-: La chica que encontraron… ¿era Paula?

– No, Herr Fendrich, no lo era -dijo Anna. La tensión en el rostro de Fendrich se aplacó, pero Fabel no lo describiría como alivio. Anna continuó-: Pero tenemos razones para creer que hay una conexión entre la muerte de esta chica y la desaparición de Paula.

Fendrich sonrió agriamente.

– De modo que han venido a acosarme nuevamente. Ya he tenido bastante de eso con sus colegas de Norderstedt. -Se sentó detrás del escritorio-. Ojalá me creyeran: no tuve nada que ver con la desaparición de Paula. Ojalá me dejaran en paz de una vez.

Anna levantó la mano en un gesto apaciguador y lo desarmó con una sonrisa.

– Escuche, Herr Fendrich. Sé que usted tuvo algunas… situaciones difíciles con la investigación de la policía de Norderstedt hace tres años, pero nosotros somos la Polizei de Hamburgo, y somos investigadores de homicidios. No estamos investigando el caso de Paula Ehlers salvo para tratar de averiguar si hay alguna conexión con la chica muerta. Nuestro interés en hablar con usted está relacionado con una investiga ción totalmente diferente. Tal vez posea alguna información que podría ser relevante para este nuevo caso.

– ¿Está diciéndome que no soy para nada sospechoso en ninguno de los dos casos?

– Usted sabe que no podemos afirmar algo como eso de una manera absoluta, Herr Fendrich -dijo Fabel-. Aún no sabemos a quién buscamos. Pero nuestro interés en usted en este momento es como testigo, no como sospechoso.

Fendrich se encogió de hombros y se echó hacia atrás en la silla.

– ¿Qué quieren saber?

Anna resumió los hechos básicos sobre Fendrich. Cuando ella le preguntó si su madre seguía viviendo con él, Fendrich la miró como si le hubiera dado un golpe.

– Mi madre ha muerto -dijo, apartando los ojos de Anna por primera vez-. Murió hace seis meses.

– Lo lamento. -Fabel miró a Fendrich y sintió una empatía verdadera por él, al recordar el susto que él acababa de sufrir respecto a su propia madre.

– Estuvo enferma mucho tiempo -suspiró Fendrich-. Ahora vivo solo.

– Usted se trasladó a otra escuela después de la desaparición de Paula -dijo Anna, como si quisiera asegurarse de que la entrevista no perdiera impulso-. ¿Por qué sintió la necesidad de cambiar?

Otra risa irónica.

– Después de que su colega, Klatt, se llamaba… Después de que Klatt dejara muy claro que yo era un sospechoso, la idea quedó grabada en la gente. Padres, estudiantes, incluso mis colegas… Podía verlo en sus ojos. Esa duda cruel. Incluso recibí un par de amenazas por teléfono. De modo que me marché.

– ¿No le pareció que eso aumentaría las sospechas? -preguntó Anna, con una sonrisa compasiva.

– No me importaba. Ya había tenido bastante. Nadie reparó ni por un momento en que yo también estaba profundamente consternado. Le tenía mucho cariño a Paula. Pensaba que tenía un potencial enorme. Nadie pareció tomar en cuenta eso. Salvo su colega Klatt, que de alguna manera consiguió que ello sonara… -Fendrich se esforzó por encontrar la palabra justa-… corrupto.

– Usted le enseñaba a Paula lengua alemana y literatura, ¿es así? -preguntó Anna.

Fendrich asintió.

– Dice que ella prometía en sus estudios… Que ésa era la razón de su interés en ella.

Fendrich echó la cabeza hacia atrás en un gesto de desafío.

– Así es.

– Sin embargo, ninguno de los otros profesores parecía tener conciencia de ello. Y según sus registros escolares ella tenía un rendimiento medio en casi todas las asignaturas.

– Ya he pasado por todo esto sabe Dios cuántas veces. Yo sí veía potencial en ella. Tenía un talento natural para el alemán. Es como la música. Se puede tener oído para ello. Paula tenía buen oído. Además podía expresarse maravillosamente cuando quería. -Se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre el atestado escritorio y clavando una mirada firme en Anna-. Paula era una de esas típicas alumnas que no rendía al nivel de su capacidad. Tenía todo el potencial para convertirse en alguien y estaba en peligro de convertirse en nadie, de perderse en el sistema. Admito que otros profesores de la escuela no se dieron cuenta. Y sus padres tampoco fueron capaces de notarlo. Por eso yo dedicaba tanto tiempo a ayudarla. Me di cuenta de que Paula tenía una verdadera oportunidad de escapar de los confines de las limitadas expectativas de su familia.

Fendrich volvió a recostarse en la silla y abrió las manos como si hubiera terminado de hacer un alegato en un tribunal. Luego las dejó caer con fuerza sobre el escritorio, como si ya no le quedara energía. Fabel lo observó pero permaneció callado. Había algo en el entusiasmo -casi la pasión- con que Fendrich había hablado de Paula que lo perturbaba.

Anna cambió de tema y pasó a los detalles de la coartada de Fendrich para la época de la desaparición de Paula. Las respuestas eran exactamente las mismas que había dado tres años antes y que constaban en el expediente. Pero, durante el interrogatorio de Anna, Fendrich se puso cada vez más impaciente.

– Yo pensé que esto era sobre un caso nuevo -dijo cuando ella terminó-. Hasta ahora lo único que han hecho es volver sobre lo mismo. Creía que se trataba de otra chica. De un asesinato.

Fabel le pidió a Anna con un gesto que le pasara la carpeta. Sacó una gran fotografía en papel brillante tomada en el lugar en que habían descubierto a la chica muerta. La puso directamente delante de Fendrich, manteniendo los ojos fijos en la cara del profesor para calibrar su reacción. Fue una reacción significativa. Fendrich murmuró: «Oh, por Dios…» y se llevó una mano a la boca. Luego se quedó inmóvil, con la mirada cla-v.ida en la imagen. Se inclinó hacia delante y recorrió la fotografía con los ojos, como si estuviera examinando cada pixel. Tor fin su cara se relajó de alivio. Miró a Fabel.

– Creí que…

– ¿Creyó que era Paula?

Fendrich asintió.

– Lo siento. Ha sido un duro golpe. -Volvió a contemplar In fotografía-. Por Dios, se parece mucho a Paula. Es mayor de edad, evidentemente, pero muy parecida. ¿Por eso creen que hay una conexión?

– Es más que eso -explicó Anna-. El asesino dejó algo para confundirnos sobre la identidad de la chica muerta. Para hacernos creer que era Paula.

– ¿Puede contarnos cuáles fueron sus movimientos desde el lunes por la tarde hasta el martes por la mañana, Herr Fendrich?

Fendrich frunció los labios y exhaló a través de ellos mientras consideraba la pregunta de Fabel.

– No hay mucho que contar. Fui a trabajar como siempre, ambos días. El lunes a la noche vine directamente a casa, corregí algunos trabajos, leí. El martes… compré algunas cosas en el minimercado de camino a casa. Llegué a eso de las cinco, cinco V media… Luego me quedé aquí toda la noche.

– ¿Alguna otra persona puede confirmarlo?

Un brillo metálico y pétreo cruzó los ojos de Fendrich.

– Ya veo… No pudieron achacarme la desaparición de Paula, y ahora están tratando de implicarme en esto.

– No es así, Herr Fendrich. -Una vez más, Anna intentó taimarlo-. Necesitamos verificar todos los hechos; en caso contrario, parecería que no hacemos bien nuestro trabajo.