– ¿Alguna señal de la hoja que se utilizó? -le preguntó a Maria.
– No… Y tampoco hay manchas de sangre en el suelo, en la mesa o en ningún otro lugar de aquí. Hola, Jan… -Holger Brauner, el jefe del equipo forense del Präsidium, se acercaba.
Fabel sonrió. En el momento en que había visto la salpicadura de sangre en los vaqueros de la mujer se había dado cuenta de que ése no era el escenario principal del crimen: los homicidios habían tenido lugar en alguna otra parte.
– Has llegado rápido… -le dijo a Brauner.
– Nos ha llamado un Kommissar local, que decidió que no iba a esperar a que el Lagedienst me informara. Supongo que es el mismo que te ha llamado a ti. Un tal Kommissar… -Brauner se esforzó por recordar el nombre.
– Hermann. -Maria completó la frase-. Es aquel de allí. -Señaló a un hombre alto y uniformado de unos treinta años. Estaba de pie con un grupo de SchuPos, pero cuando se dio cuenta de que se había transformado en el foco de interés hizo un gesto de disculpa a sus colegas y avanzó hacia los agentes de la Mordkommission. Sus movimientos eran firmes y decididos y, al acercarse, Fabel se dio cuenta de que su apariencia ordinaria, su pelo color arena y su piel manchada y pálida no concordaban con el entusiasmo y la energía que ardían en sus ojos color verde claro. Su aspecto le recordaba a Paul Lindemann, el oficial que había perdido, pero cuando el uniformado se acercó un poco más Fabel se dio cuenta de que el parecido era sólo superficial.
El SchuPo saludó a Maria con un gesto y extendió la mano, primero a Fabel, luego a Brauner. Fabel notó que tenía una única estrella plateada de Kommissar en los galones de la chaqueta corta de piel de su uniforme.
Maria lo presentó.
– El Kommissar Henk Hermann, de la Polizeidirektion local.
– ¿Por qué, específicamente, nos ha llamado a nosotros, Herr Kommissar? -preguntó Fabel con una sonrisa. La función habitual de la Schutzpolizei consistía en asegurar el escenario del homicidio y mantener a los curiosos fuera del perímetro delimitado, mientras la Kriminalpolizei se encargaba de la escena del crimen propiamente dicha. La Lagendiest era responsable de informar a la KriPo, y la Mordkommission investigaba cualquier muerte repentina.
Una sonrisa de incertidumbre estiró todavía más los delgados labios de Hermann.
– Bueno… -Dirigió la mirada hacia los cuerpos, más allá de Fabel-. Bueno, sé que su equipo se especializa en, bueno, esta clase de cosas…
– ¿Qué clase de cosas? -preguntó Maria.
– Bueno, está claro que no es un suicidio. Y éste no es el escenario principal del crimen…
– ¿Por qué piensa eso?
Hermann vaciló un momento. Era poco común que un SchuPo aportase alguna opinión en la escena de un homicidio, e in-i luso menos común que un KriPo, mucho menos un agente de le Kriminalpolizei del rango de Fabel, la escuchara. Rodeó al grupo para tener una visión más clara de los cadáveres, pero manteniendo la distancia suficiente como para asegurarse de que no se contaminara la escena. Se arrodilló, mantuvo el equilibrio sobre las plantas de los pies, y señaló la garganta lacerada del hombre.
– Es obvio que sin mover los cuerpos no puedo verlo con mucha claridad, pero a mí me parece que el hombre fue asesinado de dos golpes. El primero fue a un costado del cuello, lo que hizo que se desangrara rápido. El segundo le seccionó la tráquea. -Hermann señaló a la víctima mujer-. Tengo la impresión de que la chica murió de un solo tajo en la garganta. Esta sangre de aquí… -Señaló la amplia salpicadura en los pantalones de la mujer-… no es de ella. Es casi seguro que proviene de la víctima masculina. Ella estaba en una posición muy próxima a él cuando éste fue atacado y debió de recibir la salpicadura arterial del cuello de él. Pero no hay ninguna cantidad de sangre significativa en ningún otro sitio de esta escena… lo que indica que no es el escenario principal del crimen. También sugiere que el asesino los trasladó hasta aquí. Y eso, a su vez, me hace creer que nuestro asesino o bien es un hombre grande… o, al menos, físicamente fuerte. Hay pocas marcas de arrastre, aparte de las que hizo cuando ubicó a la víctima masculina en su sitio y se salió el zapato. No se puede llegar hasta aquí en vehículo, lo que significa que debió de cargar a las víctimas.
– ¿Alguna otra cosa? -preguntó Fabel.
– Son sólo suposiciones, pero yo diría que nuestro asesino se ocupó primero del hombre. Tal vez con un ataque por sorpresa. De esa forma sigue el camino de la menor resistencia. La segunda víctima no tiene la misma fuerza ni representa la misma amenaza que el hombre.
– Una suposición peligrosa -dijo Maria, con una sonrisa irónica. Hermann se puso de pie y se encogió de hombros.
– Usted acaba de describir el modo utilizado en este homicidio -dijo Fabel-. Pero aún no ha explicado por qué pensó que esto era algo para mi equipo, específicamente.
Hermann dio un paso hacia atrás y movió la cabeza levemente a un costado, como si estuviera delante de un cuadro o de una pieza de una exposición que estuviera evaluando.
– Ésa es la razón… -dijo-. Fíjese…
– ¿Qué? -preguntó Fabel.
– Bueno… Éste no es sólo el lugar en el que el asesino decidió deshacerse de los cadáveres. Podría haberse internado veinte metros más en el bosque y tal vez hubiésemos tardado semanas o meses para encontrarlos. Esto es un mensaje. Nos dice algo: la elección del lugar, la posición de los cuerpos, el pañuelo, los pedacitos de pan. Todo esto es para nosotros. Es una pose.
Fabel dirigió la mirada a Holger Brauner, quien sonrió con un gesto de complicidad.
– Una pose… -repitió Hermann, que claramente comenzaba a sentirse frustrado-. Esto ha sido dispuesto con mucho cuidado. Y eso significa que hay un plan psicópata detrás de estos asesinatos, lo que a su vez significa que potencialmente nos enfrentamos a un asesino en serie. Y ésa es la razón por la que me pareció que debía informárselo a usted directamente y sin perder tiempo, Herr Erster Hauptkommissar. -Se volvió hacia Holger Brauner-. Y la razón por la que lo llamé a usted, Herr Brauner, es porque pensé que podría descubrir algo en esta escena que tal vez nuestro equipo pasara por alto. He seguido su trabajo con interés y he asistido a varios de sus seminarios.
El rostro de Brauner se iluminó con una sonrisa bondadosa y asintió con un gesto de burlona humildad.
– Y es obvio que ha prestado atención, Herr Kommissar.
En la cara de Fabel también se dibujó una amplia sonrisa.
– Lo siento, Herr Hermann, no estaba sugiriendo que nos hiciera perder el tiempo. Todo lo que usted ha dicho sobre la escena del crimen es cierto… Incluyendo el hecho de que éste es un escenario secundario, no el principal. Sólo quería escuchar su razonamiento.
La expresión tensa en la cara insulsa de Hermann se relajó levemente, pero la dureza de pedernal de sus ojos verdes no cambió.
– La cuestión a la que nos enfrentamos ahora -continuó Fabel- es cuál es el escenario principal… Dónde se encuentra la verdadera escena del crimen.
– Tengo una teoría al respecto, Herr Hauptkommissar -interrumpió Hermann antes de que algún otro pudiera decir algo. Brauner se echó a reír.
– Me pareció que la tendría.
– Como ya he dicho, creo que los cuerpos fueron trasladados hasta aquí. Hay huellas en el sendero. Huellas grandes, lo que sugiere que pertenecen a un hombre alto. Han dejado una marca profunda en la tierra, que está blanda, pero no embarrada. Eso me da a entender que estaba cargando algo pesado.