– Exacto. Como sea, Jan… -Otto golpeó con los dedos el libro que Fabel llevaba en la mano-. Feliz lectura. ¿Necesitas algo más?
– En realidad, sí… ¿Tienes cuentos de hadas?
17
Lunes, 22 de marzo. 15:00 h
POUZEIPRÄSIDIUM, HAMBURGO
La sala de conferencias de la Mordkommission se habría parecido a la sala de lecturas de una biblioteca de no ser por las fotografías de escenas de crímenes que estaban sujetadas con cinta adhesiva al tablero de anuncios, junto con las ampliaciones de las notas encontradas en las manos de las tres víctimas. La mesa de cerezo estaba completamente cubierta con libros de todos los tamaños. Algunos tenían la pátina brillante de los recién publicados, mientras que otros estaban usados y un par eran claramente antigüedades. La contribución de Fabel había consistido en los libros que había comprado en la Jensen Buchhandlung: tres ejemplares del thriller de Gerhard Weiss, uno de Cuentos de hadas de los hermanos Grimm, un volumen de Hans Christian Andersen y otro de Charles Perrault. Anna Wolff había encontrado los otros en la Hamburg Zentralbibliothek, la biblioteca.
Anna Wolff, Maria Klee y Werner Meyer ya estaban allí cuando Fabel llegó. El Kommissar Klatt, de la KriPo de Schleswig-Holstein, estaba sentado con ellos pero, aunque el resto del equipo conversaba con él animadamente, había algo en el lenguaje corporal de los otros que apartaba al recién llegado. Fabel acababa de sentarse en la cabecera cuando Susanne Eckhardt entró en la sala. Pidió disculpas a Fabel por la demora con la formalidad que los dos amantes adoptaban automáticamente cada vez que sus caminos profesionales se cruzaban.
– De acuerdo -dijo Fabel en un tono decisivo-. Empecemos. Hay dos escenarios de homicidios y tres víctimas. Y, dado que la primera víctima presentaba una referencia directa a la investigación del Kommissar Klatt sobre una persona desaparecida hace tres años, tenemos que suponer, desgraciadamente, que hay una cuarta víctima. -Se volvió hacia Werner-. ¿Qué tenemos hasta ahora?
Werner detalló lo que se sabía hasta ese momento. La primera víctima había sido descubierta por una mujer de Blankenese que había salido a dar un paseo matinal por la playa con su perro. En el segundo caso, la policía había sido advertida por una llamada telefónica anónima a la sala de control de la Polizeieinsatzzentrale. La llamada se había originado en la cabina telefónica de una estación de servicio de la Autobahn B73. Fabel volvió a pensar en las marcas de neumáticos de motocicleta que estaban en el sendero que daba al Naturpark. Pero ¿por qué aquel hombre escondería los coches para ganar tiempo y luego llamaría a la policía para indicarles dónde encontrar los cuerpos? Werner también explicó que Brauner ya tenía los resultados de los dos pares de huellas de botas. Las que Hermann había señalado en el Wanderweg no concordaban con las que se habían encontrado junto al aparcamiento.
– Lo extraño -dijo Werner- es que aunque las botas eran diferentes, la talla era la misma. Enormes… Número 50.
– Tal vez se cambiara de botas por alguna razón -dijo Anna.
– Concentrémonos en el motorista que usó el camino de los guardias forestales -indicó Fabel-. Vigiló y aguardó a que llegaran. Eso es premeditación.
– Todavía estamos esperando los resultados de la autopsia de la primera víctima -continuó Werner- así como los informes forenses sobre los coches que encontramos abandonados en el bosque. Pero sí sabemos que es probable que la primera víctima fuera estrangulada, y que evidentemente para el doble homicidio se utilizaron un arma y una forma de matar diferentes. La conexión entre los asesinatos son estas pequeñas notas que dejaron en las manos de las víctimas. -Werner se puso de pie y leyó en voz alta el contenido de las notas.
– Lo que tenemos que determinar -intervino Susanne- es si esta última referencia, la utilización del cuento de «Hänsel y Gretel», es sólo alguna clase de chiste enfermizo, usado sólo en esa ocasión porque abandonó a sus víctimas en el bosque, o si realmente está haciendo alguna clase de conexión con los cuentos de hadas.
– Pero no hay ninguna relación con un cuento de hadas en la primera nota. -Fabel se volvió y contempló las ampliaciones de las notas, como si concentrándose en ellas consiguiera extraer un significado más profundo de esa letra minúscula y obsesiva.
– A menos que, sencillamente, estemos pasando por alto la referencia -dijo Susanne.
– Quedémonos con «Hänsel y Gretel» por el momento -dijo Fabel-. Supongamos que este tipo esté tratando de decirnos algo. ¿Qué podría ser? ¿Quiénes son Hänsel y Gretel?
– Inocentes perdidos en el bosque. Niños. -Susanne se recostó en la silla-. Nada de eso concuerda con lo que sabemos de las víctimas. Es un cuento folklórico tradicional de Alemania… Uno de los que los hermanos Grimm recopilaron y volcaron en sus libros… También es una ópera de Humperdinck. Hänsel y Gretel eran hermanos, otra cosa que no encaja con las dos víctimas. Representan una inocencia en peligro por la corrupción y el mal, sobre los que terminan triunfando… -Susanne hizo un gesto con las manos que quería decir «eso es todo».
– ¡Lo tengo! -Anna Wolff, que había estado hojeando uno de los libros sobre la mesa, golpeó las páginas abiertas con las manos.
– ¿Qué? -dijo Fabel-. ¿La conexión «Hänsel y Gretel»?
– No… No… Lo siento, chef. Me refiero a la primera chica. Creo que he encontrado la relación con un cuento de hadas. Una niña hallada en una playa, ¿verdad? ¿Junto al agua?
Fabel asintió con impaciencia.
Anna levantó el libro para que los demás pudieran verlo. En la página opuesta al texto había un dibujo a pluma de una niña de aspecto triste sentada en una roca junto al mar. La ilustración se asemejaba a la famosa estatuilla que el propio Fabel había visto en una visita a Copenhague.
– ¿La sirenita? ¿Hans Christian Andersen? -Fabel no parecía muy convencido, aunque hubo un coro de aprobación alrededor de la mesa. Volvió a mirar el dibujo. Era un icono. Ella estaba sentada sobre la roca con las piernas dobladas, como la cola de una sirena, debajo del cuerpo. Sería un regalo para un asesino en serie que buscara poner a su víctima en una pose determinada, una pose que pudiera reconocerse al instante. Sin embargo, la chica de la playa no estaba sentada ni apoyada contra una roca. No había ninguna roca cerca de ella. Pero estaba la nota. Estaba la identidad falsa. Y estaba la declaración: «He estado subterránea». Por fin, dijo-: No sé, Anna. Es una posibilidad. Pero hay demasiadas cosas que no encajan. ¿Podemos seguir buscando?
Cada uno de los miembros del equipo cogió un volumen y lo hojeó. Fabel escogió los cuentos de Andersen y leyó a toda velocidad «La sirenita». Recordó a la chica muerta, con su mirada celeste. Tumbada, esperando que la encontraran, junto a la orilla del agua. Anna tenía un ejemplar de Cuentos de niños y del hogar de los hermanos Grimm, mientras Susanne revisaba Leyendas alemanas. De pronto, Susanne levantó la mirada como si hubiera recibido un golpe.
– Se equivoca, Frau Kriminalkomissarin -le dijo a Anna-. El asesino ha escogido a los hermanos Grimm como referencia literaria; no a Andersen ni a Perrault. La chica muerta no se supone que es la Sirenita… se supone que es una Niña Cambiada.
Fabel sintió que una corriente eléctrica le recorría la piel.
– Continúa…
– Aquí hay un relato compilado por los Grimm llamado «El niño cambiado», y otro llamado «Las dos mujeres subterráneas». -El voltaje de la corriente eléctrica en la piel de Fabel aumentó un poco-. Según los comentarios que acompañan estos relatos, había todo un sistema de creencias sobre cómo los niños, específicamente aquellos que no habían sido bautizados, eran secuestrados por «la gente subterránea», que dejaban niños cambiados en su lugar. Pero escuchad esto: era común que estas «personas subterráneas» se transportaran por el agua, y muchos de estos relatos se relacionan con niños cambiados dejados en las orillas de los ríos Elba y Saale…