– Sí -dijo Fabel.
– Esto se usa en el tratamiento para el acné… -La voz de Brauner fue apagándose mientras contemplaba los frascos como si tuviera una idea que luchaba por salir a la superficie y tuviera que concentrarse para ayudarla a formarse-. Aquellas huellas de botas eran enormes. Talla cincuenta. ¿El tipo que buscáis es muy alto? ¿Y musculoso?
Maria y Fabel se miraron.
– Sí. Muy corpulento.
– Esta puede parecer una pregunta extraña, pero ¿había alguna otra cosa, humm, extraña, en su aspecto? ¿Tenía el pecho muy estrecho, o bizqueaba?
– ¿Estás haciéndote el gracioso? ¿O crees que lo conoces? -Fabel se echó a reír.
Brauner seguía mirando las medicinas para el acné y movió la cabeza con irritación.
– ¿Habéis notado algo así?
– No -respondió Fabel-. No bizqueaba ni tenía el pecho muy estrecho. Ni tampoco era un jorobado con dos cabezas.
– No… -El sarcasmo de Fabel no alcanzó a Brauner, quien hablaba más para sí mismo que para aquél-. Una cosa no implica la otra.
– ¿Holger? -dijo Fabel con impaciencia. Brauner apartó la mirada del medicamento.
– Lo siento. Creo que este tipo puede ser uno entre mil. Literalmente. Sus antecedentes sólo se relacionan con violencia, ¿verdad? Casos en los que él se descontroló más que acciones criminales premeditadas.
– Por lo que sé, sí -dijo Fabel-. Salvo una condena por vender mercancía robada. ¿Qué has descubierto, Holger?
– Tal vez nada, pero Olsen tiene un temperamento explosivo, una altura poco común, es muy corpulento, sufre de acné a una edad en la que la mayoría de nosotros lo hemos dejado atrás. Sospecho que podríamos estar enfrentándonos a un cariotipo XYY.
– ¿El síndrome del supermacho? -Fabel reflexionó un momento-. Sí. Encajaría. Ahora que lo mencionas, realmente encajaría. Pero no sabía lo del acné. -Fabel ya se había topado antes con un macho XYY.
El síndrome del cariotipo XYY tiene lugar cuando, en lugar del cromosoma 46XY, que es el normal para un varón, éste nace con un cromosoma masculino adicional y el tipo de cromosoma 47XYY. Estos «supermachos» se caracterizan por una altura excesiva, rasgos masculinos acentuados, madurez emocional y social más lenta y un sistema rebosante de testosterona. Con frecuencia, esto produce temperamentos irritables y violentos. La opinión médica estaba dividida en cuanto a exactamente qué efectos tenía el XYY, si es que los tenía, sobre el comportamiento violento o las tendencias criminales, pero el varón XYY con el que Fabel se había tenido que enfrentar era, al igual que Olsen, enorme y capaz de una violencia imprevisible. Unas polémicas investigaciones habían revelado una cantidad desproporcionada de varones XYY en la población carcelaria; muchos XYY, sin embargo, tenían una vida productiva y muy satisfactoria, habiendo canalizado su agresividad en carreras dinámicas. Fabel volvió a mirar el CD.
– No lo sé, Holger. Encajaría con este rock agresivo, pero su conducta en su taller fue muy tranquila… La forma en que convenció a Werner de que volviera a entrar al taller, por ejemplo. Tenía toda una estrategia de huida bien planeada.
– Probablemente estaba hirviendo bajo la superficie, pero había deducido que tenía que controlarse hasta que encontrara la oportunidad de huir. También encajaría con el uso excesivo de la fuerza. No tenía necesidad de golpear tan fuerte al Kriminaloberkommissar Meyer. Una clásica falta de control en el momento del estallido temperamental.
– ¿Eso no tendría que estar en sus antecedentes? -preguntó Maria.
– Tal vez -respondió Brauner-. Si se sometió a un análisis de cariotipo en el momento del arresto. Y si, por cierto, sí es un cariotipo XYY. Tal vez no sea más que un cabrón con mala uva.
Se separaron y se dedicaron a buscar cada uno por su cuenta en el apartamento de Olsen, como visitantes a una galería o a una exposición en un museo, atisbando la totalidad para luego detenerse a examinar en detalle cualquier cosa que les hubiera llamado la atención. No había nada allí que sugiriera el recargado ego psicópata de un asesino en serie, pero a Fabel seguían molestándolo las contradicciones que encontraba en la personalidad de Olsen. Todo estaba limpio y ordenado. Fabel pasó a uno de los dos dormitorios. Era evidente que se trataba del de Olsen. Los pósteres de la pared habrían sido más apropiados para el dormitorio de un adolescente que para el apartamento de un hombre de casi treinta años. Había algunos elementos personales -un reloj de gran tamaño pero barato, un peine y un cepillo, artículos de tocador y un par de frascos de loción para después del afeitado- dispuestos en orden sobre la cómoda. Fabel abrió las pesadas puertas de un robusto armario. La ropa y el calzado que había en su interior eran enormes, y Fabel se sintió como si estuviese hurgando en la recámara de un gigante dormido. Además de ser de talla grande, el vestuario de Olsen era funcional y eficiente: un traje formal con un par de zapatos de vestir; media docena de camisetas, con nombres y logotipos de bandas de rock racista, pero dobladas y guardadas como si su madre hubiera hecho la limpieza esa misma mañana; dos pares de vaqueros, uno negro, otro azul; dos pares de zapatillas deportivas; dos pares de botas. Botas.
– Holger… -Fabel gritó por encima del hombro hacia el otro dormitorio, al tiempo que se ponía un par de guantes de látex para evidencias forenses. Levantó un par de botas y examinó las suelas. El dibujo era poco profundo. El segundo par parecía mucho más fuerte. Cada bota tenía diez pares de ojales y dos cierres de correa y hebilla. Obviamente, eran botas de motorista. Estaba girándolas para examinar las suelas cuando Brauner entró en la habitación. El jefe forense tenía en la mano una copia satinada de la impresión de la huella encontrada en el Naturpark. Hasta Fabel pudo darse cuenta a primera vista de que coincidían.
Brauner abrió una bolsa de evidencias y la sostuvo mientras Fabel levantaba las botas de una a una cogiéndolas entre los enguantados dedos índice y pulgar y las dejaba caer en la bolsa.
– Ahora lo único que tenemos que hacer -dijo Fabel- es encontrar a nuestra Cenicienta…
27
Viernes, 26 de marzo. 21:00 h
PÓSELDORF, HAMBURGO
Aquél era otro más de los rituales de una relación: cuando los amigos de uno de los individuos se convierten en amigos de la pareja. Aquella cena había sido idea de Fabel, y cuando vio a Otto, su más viejo amigo, allí sentado conversando con Susanne, la incorporación más reciente en su vida, se sintió sorprendentemente contento. La habitual torpeza inicial de los saludos y las presentaciones se había evaporado casi de inmediato gracias a la natural calidez sureña de Susanne, y quedó claro desde un principio que a Otto le caía bien. Que la aprobaba. Fabel no estaba seguro del porqué, pero sabía que esa aprobación era muy importante para él. Tal vez se debía a que Otto y Else habían estado presentes durante todo el matrimonio con Renate y los cuatro habían estado sentados en torno a una mesa de restaurante, igual a aquélla, muchas veces.
Miró hacia Susanne y sonrió. Ella llevaba recogido su cabello negro como un cuervo, dejando al descubierto el cuello y los hombros. Susanne tenía una sorprendente belleza natural y la mínima aplicación de maquillaje realzaba sus asombrosos ojos y sus cejas altas y enarcadas. Ella le devolvió la sonrisa, con un gesto de complicidad. Fabel había reservado una mesa en un restaurante italiano de la Milchstrasse, a apenas dos minutos andando de su apartamento. La desventaja de su piso era que no se prestaba para dar cenas y Fabel casi siempre escogía aquel restaurante cada vez que tenía invitados. Estaban charlando de temas sin importancia cuando Otto trajo a colación el tema de los libros que Fabel le había comprado.
– ¿Qué tal vas con la novela de Weiss? -preguntó.
– Bien… bueno, bastante bien. Entiendo a lo que te referías cuando mencionaste que tenía un estilo ampuloso. Pero es asombrosa la manera en que te hace entrar en el mundo que describe. Y cómo comienzas a asociar a Jakob Grimm con el personaje de ficción en lugar de con la personalidad histórica. Supongo que eso tiene que ver con la propia teoría de Weiss. -Fabel hizo una pausa-. También he estado revisando las obras de los hermanos Grimm. Sabía que habían coleccionado un montón de relatos folklóricos, pero no tenía idea de que eran tantos. Y también todos aquellos mitos y leyendas.