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Fabel sonrió.

– Me alegro de tenerte de vuelta, Maria.

Ella estaba a punto de responder cuando Ana Wolff golpeó a la puerta y entró sin esperar invitación.

– Lamento interrumpiros -dijo Anna-, pero acabo de hablar con los forenses por teléfono. Hay algo que tenemos que ver ahora mismo.

Holger Brauner no parecía un científico; ni siquiera semejaba remotamente un académico. Era un hombre de altura media con pelo rubio, color arena, y un aspecto recio, de alguien que vive al aire libre. Fabel sabía que Holger había sido atleta en su juventud y conservaba una complexión fornida y poderosa. Fabel llevaba una década trabajando con el jefe de la SpuSi, la unidad de las escenas de crímenes, y el respeto profesional mutuo que ambos sentían se había convertido en una verdadera amistad. Brauner pertenecía a la LKA3, la división de la Landeskriminalamt de Hamburgo encargada de todos los tipos de investigaciones forenses. Pasaba gran parte del tiempo trabajando en el Institut für Rechtsmedizin, pero también tenía un despacho junto al laboratorio forense del Präsidium. Cuando Fabel entró en su oficina, Brauner estaba inclinado sobre el escritorio, examinando algo a través de una lupa con una luz que colgaba de un brazo articulado. Cuando Brauner levantó la mirada no saludó a Fabel con su habitual sonrisa amplia. En cambio, le hizo el gesto de que se acercara.

– Nuestro asesino está comunicándose con nosotros -dijo en tono lúgubre, al tiempo que le pasaba a Fabel un par de guantes quirúrgicos. Se hizo a un lado para que Fabel pudiera examinar el objeto que estaba sobre el escritorio. Sobre una pequeña lámina de plástico había una tira rectangular de papel amarillo; medía unos diez centímetros de largo por cinco de ancho. Brauner había cubierto la nota con una placa de acrílico para que no se contaminara. La letra, escrita con tinta roja, era apretada, regular, ordenada y muy pequeña.

– La encontramos en el puño de la chica. Creo que se la pusieron en la mano y luego le cerraron los dedos, después de la muerte pero antes de que comenzara el rigor mortis.

Aunque la letra era minúscula alcanzaba a leerse a simple vista. Pero Fabel examinó la nota con la lupa luminosa de Brauner. A través de la lente, la escritura se convertía en algo más que palabras sobre papeclass="underline" cada minúsculo trazo rojo se convertía en una amplia franja sobre un paisaje amarillo y con relieve. Hizo a un lado la lupa y leyó el mensaje.

Ahora me han encontrado. Mi nombre es Paula Ehlers. Vivo en Buschberger Web, Harksheide, Norderstedt. He estado bajo tierra y ya es hora de que vuelva a casa.

Fabel se enderezó.

– ¿Cuándo encontrasteis esto?

– Llevamos el cuerpo a Butenfeld esta mañana para que Herr Doktor Möller llevara a cabo la autopsia. -Butenfeld era el nombre de la calle de Eppendorf en la que estaba localizado el Instituí y se había convertido en una abreviatura policial para referirse al depósito de cadáveres-. Estábamos realizando el examen habitual antes de la autopsia cuando se lo encontramos escondido en la mano. Como sabes, ponemos bolsas separadas en las manos y en los pies para asegurarnos de que no se pierda ninguna evidencia forense durante el traslado, pero esta nota se había quedado pegada en la palma incluso después de que pasara la rigidez.

Fabel volvió a leerla. Tenía una sensación pesada en el estómago, ligeramente nauseabunda. Paula. Ahora ella tenía un nombre. Aquellos ojos celestes que lo habían contemplado pertenecían a Paula. Sacó un cuaderno de su bolsillo y apuntó el nombre y la dirección. No tenía ninguna duda de que había sido el asesino y no la víctima quien había escrito ese mensaje. Si el asesino hubiera obligado a la chica a escribirlo, Fabel no podía imaginar que ella se hubiera serenado lo suficiente como para escribir con tanta precisión y pulcritud. Se volvió hacia Brauner.

– «He estado bajo tierra…» ¿Eso significa que ha estado enterrada en algún lugar antes de que la desenterraran y la llevaran a la playa de Blankenese?

– A mí se me ocurrió lo mismo cuando leí esa frase en la nota… Pero no, puedo afirmar con toda seguridad que este cuerpo no ha estado enterrado anteriormente. En cualquier caso, a partir de la lividez post mórtem y la descongestión del rigor mortis, mi cálculo aproximado es que lleva muerta poco más de un día. Tal vez la frase se refiera a que estaba encerrada en algún sótano o algo así antes de morir. Estamos revisando la ropa en busca de polvo o algún otro elemento contaminante que pueda darnos una idea del medio en el que estuvo durante las últimas veinticuatro horas.

– Es posible -dijo Fabel-. ¿Habéis encontrado algo más?

– No. -Brauner levantó un expediente del escritorio y le echó una ojeada-. Por supuesto que Herr Doktor Möller nos entregará todos los detalles patológicos, pero nuestro descubrimiento inicia] es que la playa no fue el escenario principal del crimen; la víctima fue asesinada en otra parte y luego la llevaron a la playa donde la abandonaron.

– No, Holger… -Fabel volvió a ver las imágenes de la playa en su mente-. No la abandonaron. La dejaron en una pose. Eso ha estado rondándome la cabeza desde esta mañana. Parecía como si estuviera descansando. O esperando. No era el abandono azaroso de un cadáver. Era una especie de declaración… Aunque no sé qué se supone que quiere decir.

Brauner sopesó las palabras de Fabel.

– Puede ser -dijo finalmente-. Tengo que admitir que yo no lo veo exactamente de la misma manera. Admito que había un cierto cuidado en la forma en que la dejaron. Pero no veo una pose deliberada. Tal vez él sintiera arrepentimiento por lo que había hecho. O tal vez sea tan psicópata que no se dio cuenta del todo de que ella estaba muerta.

Fabel sonrió.

– Quizá tengas razón. En cualquier caso, lo siento, ¿qué estabas diciendo?

Brauner volvió al expediente.

– No hay mucho que decir. Las prendas que llevaba la chica no eran de buena calidad y eran bastante viejas. Más aún, no estaban limpias… Yo diría que venía usando la misma ropa, incluso la misma ropa interior, desde por lo menos tres o cuatro días antes de su muerte.

– ¿Fue violada?

– Bueno, ya sabes que Möller querrá despellejarme si me adelanto a los resultados que él encuentre y, para ser justos, él es el único que puede darte una respuesta concluyente a esa pregunta… Pero no… No encontré ninguna evidencia de traumatismo sexual en el cuerpo. De hecho, no veo ninguna señal de violencia más allá de la marca de la ligadura alrededor del cuello. Tampoco había rastros en la ropa.

– Gracias, Holger -dijo Fabel-. Entiendo que investigarás la clase de papel y tinta que se usaron para la nota, ¿verdad?

– Sí. Ya he buscado alguna filigrana. Nada. Podré darte el gramaje y la clase de papel, etcétera, pero tardaré un poco más en encontrar la marca. -Brauner aspiró a través de los dientes-. Tengo la extraña sensación de que nos encontramos ante un papel genérico, de producción masiva, lo que significa que será difícil de rastrear hasta un punto de venta en particular.

– También significa que nuestro amigo ha planeado muy bien todo esto y está ocultando sus huellas -suspiró Fabel. Luego dio una palmada a Brauner en el hombro-. Veamos qué puedes hacer, Holger. Mientras tú te ocupas del medio, yo me ocuparé del mensaje… ¿Puedes hacer que envíen fotocopias a la Mordkommission? Lo ideal es que estén ampliadas a tres veces el tamaño original.

– Ningún problema, Jan.

– Y yo me aseguraré de que recibas una copia del informe de la autopsia que Möller me mande. -Fabel sabía que los modales bruscos de Möller molestaban a Brauner incluso más que a él-. Por si hay algún detalle que te llame la atención…