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La verdad era que Fabel estaba tan contento de ver a Werner de regreso en el equipo como lo estuvo con la vuelta de Anna. Por otra parte, se sentía irresponsable por haber permitido que dos agentes heridos se reincorporaran a la actividad prematuramente. Fabel decidió compensárselo consiguiendo una licencia adicional con derecho a sueldo para Werner y Anna después de que terminara el caso.

Repasó con Werner el tablero de la investigación. Examinar el progreso, o la falta de progreso del caso hasta el momento era una experiencia frustrante. Fabel se había visto obligado a sacar partido de la atención de los medios generada por el asesinato de Laura von Klostertadt. La fotografía de Olsen aparecía en todos los noticiarios y en los periódicos como la persona a la que la Polizei de Hamburgo quería contactar en relación con los homicidios. También había enviado a Anna y a Henk Hermann a entrevistar a Leo Kranz, el fotógrafo que diez años antes había tenido una relación con Laura von Klostertadt. Pero Kranz estaba cubriendo la ocupación angloamericana de Irak. Su oficina había podido confirmar que él se encontraba en Oriente Medio durante el lapso en el que se habían cometido los asesinatos. Fabel, a instancias de Werner, repasó su encuentro con Weiss, además de explicarle que Fendrich permanecía en la periferia de la investigación.

– Lo que más me inquieta respecto de Fendrich -dijo Fabel-i es que su madre murió hace seis meses. En su perfil psicológico del homicida, Susanne suponía que el lapso de tiempo entre el primer asesinato y el segundo podría indicar que el homicida tenía alguna clase de restricción, ejercida por una figura dominante, una esposa o una madre, que luego podría haber muerto.

– No lo sé, Jan. -Werner cogió una silla de un escritorio cercano, la puso delante del tablero y se dejó caer en ella. Su rostro parecía gris, fatigado. Por primera vez, Fabel cobró conciencia de que Werner estaba envejeciendo-. A Fendrich ya se lo ha investigado por lo menos dos veces. No encaja. Pero no me gusta cómo suena este tipo, Weiss. ¿Crees que nos hemos topado con otro sumo sacerdote y su acólito? ¿Con Weiss moviendo los hilos mientras Olsen comete los asesinatos? Ya hemos pasado por algo así, después de todo.

– Es posible. -Fabel contempló el tablero de la investigación, con todas las imágenes y fechas que aparecían en él-. Pero ¿te da la impresión de que Olsen es de los que se inspirarían en cuentos de hadas, o en las torpes teorías literarias de Weiss?

Werner se echó a reír.

– Tal vez nos estemos esforzando demasiado. Tal vez deberíamos buscar a alguien que viva en una casa de pan.

Fabel sonrió tristemente, pero algo comenzó a molestarle en la cabeza. Una casa de pan. Se encogió de hombros.

– Puede que tengas razón. Sobre que nos estamos esforzando demasiado, quiero decir. Olsen es nuestro hombre. Ojalá lo encontremos pronto.

Cerca de las tres de la tarde el deseo de Fabel se vio cumplido. Una unidad de la SchuPo informó de que una persona que encajaba con la descripción de Olsen había sido vista entrando en una casa de okupas en un edificio abandonado cerca del puerto. Los agentes uniformados habían tenido el buen tino de no avanzar y de llamar a un Mobiles Einsatz Kommando vestido de paisano para mantener el edificio bajo vigilancia. El informe cayó en la Mordkommission como un misil. Fabel se vio obligado a serenar los ánimos antes de dar instrucciones.

– Escuchad. Ésta es nuestra captura. Ya le he dicho al comandante del MEK que nosotros efectuaremos el arresto. Nosotros lo cogemos. Nadie más. -Miró a Maria; su expresión era difícil de descifrar, pero ella hizo un decisivo movimiento con la cabeza-. Cuando lleguemos al sitio trazaremos un plan de acción. Quiero a Olsen vivo y en condiciones de hablar. ¿Está claro? De acuerdo, vámonos.

Fabel tuvo que parar a Werner cuando éste estaba poniéndose su chaqueta de cuero negro y salía junto al resto del equipo.

– Sólo en calidad de observador, ¿vale? -Werner sonrió mansamente-. Por favor, Jan, ese bastardo me abrió la cabeza. Sólo quiero ver cómo lo arrestan.

– De acuerdo, pero te quedas atrás donde yo te indique. Maria es la número dos en esto.

En otra época, fue un barrio de trabajadores. Un lugar donde los empleados del Hafen tenían su hogar, donde vivían familias, donde jugaban niños. Pero ahora estaba desierto, aguardando las inexorables fuerzas del desarrollo inmobiliario y el aburguesamiento que parecían estar conquistando todos los antiguos distritos de la clase trabajadora de Hamburgo. Incluso Pöseldorf, la zona que Fabel tanto adoraba, hogar de la fina y pudiente Schickeria de Hamburgo, que era conocida como la Arme Leute Gegant -la zona de los pobres- hasta los sesenta, cuando se convirtió en la parte más elegante de Hamburgo.

Pero esa área junto al puerto aún no se había vuelto tan deseable. Su arquitectura parecía congelada en el tiempo, con sus calles empedradas y sus inmensos edificios de viviendas. Los vínicos vestigios del siglo xxi se encontraban en los feos graffitti que ensuciaban las casas y en la silueta muda y abultada de un buque portacontenedores que podía verse deslizándose en el canal. Todos los agentes estaban tensos.

El edificio en el que Olsen había sido visto estaba justo en el límite del Hafenstrasse Genossenschaft, la zona de Hamburgo que, desde diciembre de 1995, se encontraba en manos de una comuna de vecinos «Alternativen am Elbufer». En términos tanto políticos como sociales, aquella parte de la ciudad había sido un campo de batalla. Literalmente.

En el otoño de 1981, los bloques de apartamentos a lo largo de la Hafenstrasse y en la Bernhardt-Nocht-Strasse fueron sistemáticamente invadidos por okupas. Alfons Pawelczyk, el Innensenator de aquel momento, ordenó a la policía que los desalojaran. El resultado había sido un caos y una anarquía totales. A continuación tuvo lugar una guerra entre los okupas y la Polizei de Hamburgo que duró diez años, durante los cuales las pantallas de la televisión alemana se llenaron de escenas de barricadas ardiendo, terribles batallas callejeras cuerpo a cuerpo y cientos de agentes y okupas heridos. Klaus von Dohnanyi, el Erster Bürgermeister de entonces, perdió su puesto. Sólo se puso fin a los disturbios con un pacto al que se llegó en 1995. De todas maneras, la zona en torno a Hafenstrasse seguía siendo difícil, y la policía no podía entrar y operar allí sin tomar las debidas precauciones.

Así las cosas, el escuadrón del MEK había formado un perímetro a una manzana de distancia en torno al edificio, que estaba en una esquina, donde Olsen había sido visto. El comandante del MEK se alegró cuando Fabel llegó. En una zona como aquélla, le habría sido imposible mantener su presencia en secreto durante mucho más tiempo. Le informó de que se creía que Olsen estaba en la vivienda de los okupas, en la primera planta. La motocicleta aparcada en el exterior era, sin duda, la suya, y uno de los MEK se había acercado furtivamente y la había inutilizado, por si Olsen trataba de correr hasta ella. En la planta baja, como estaba muy estropeada, no vivía nadie. Eso facilitaba las cosas. En resumidas cuentas: había una sola entrada y una sola salida.

Fabel dividió al equipo en dos. Maria quedó al mando de Anna y Henk Hermann. Ellos asegurarían el exterior del edificio. Fabel, Hans Rodger y Petra Maas entrarían a buscar a Olsen, acompañados de dos agentes del MEK por si alguno de los otros ocupantes les causaba problemas. Le pidió al comandante del MEK que usara al resto de su escuadrón para apoyar a María y cerrar cualquier posible ruta de escape.