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– Lo que significa que la víctima fue tomada totalmente por sorpresa, o que conocía al asesino, o ambas cosas.

Möller volvió a enderezarse.

– Ése es su campo, Herr Hauptkommissar. Yo informo de los hechos, usted extrae las conclusiones. Pero hay unas cuantas cosas más en este caballero que tal vez le resulten interesantes.

– ¿ Sí? -Fabel sonrió pacientemente, resistiéndose a la tentación de decirle a

Möller que fuera al grano de una vez.

– Para empezar, Herr Ungerer había encanecido prematuramente y se teñía el pelo para oscurecerlo; a diferencia de nuestro querido ex canciller, desde luego. Pero es lo que he encontrado debajo del cuero cabelludo lo que más me interesa. El asesino no tronchó la vida de Herr Ungerer. Simplemente se adelantó unos meses a la parca.

– ¿Ungerer estaba enfermo?

– Terminal. Pero es muy posible que no lo supiera. Tenía un gran glioma en el cerebro. Un tumor. Su tamaño sugiere que venía creciendo desde hacía bastante tiempo y su ubicación me hace pensar que los síntomas podrían haber llevado a confusión.

– ¿Puede decirme si estaba sometido a algún tratamiento?

– No, por lo que puedo ver. No hay ninguna evidencia de tratamiento anticancerígeno en el sistema, ni tampoco de cortisona, que suele prescribirse en estos casos para aliviar la inflamación del tejido cerebral. Lo más importante es que no hay señales de intervención quirúrgica, y ésa es la primera línea de defensa contra esta clase de tumores. Necesito hacer una histología completa del glioma, pero a mí me parece que es un astrocitoma: un tumor primario. Y debido a que era un tumor primario, no habría nada en ninguna otra parte del cuerpo que pudiera indicarle a su médico que había algún problema. En la mayoría de los casos los tumores cerebrales suelen presentarse como elementos secundarios de un cáncer en otra parte del cuerpo, pero no éste. Y, he aquí una idea bastante inquietante: él tenía la edad perfecta. Los hombres de mediana edad son los que tienen más probabilidades de desarrollar estos tumores primarios que son muy agresivos y de primer nivel.

– Pero seguramente tuvo algún síntoma, ¿no? ¿Dolores de cabeza?

– Es probable, pero no necesariamente. Los tumores cerebrales no tienen dónde ir. Esa es la única parte del cuerpo que está totalmente encerrada en hueso, de modo que cuando el tumor crece, también lo hace la presión dentro del cráneo y sobre el tejido cerebral sano. Puede provocar severos dolores de cabeza, que empeoran cuando uno se acuesta, pero no siempre. De todas maneras, como ya la he dicho, la posición del tumor de Herr Ungerer, a pesar de que crecía a un ritmo razonablemente rápido, era tal que el daño provocado aparecía gradualmente. Y eso significa que los síntomas pueden haber sido más sutiles.

– ¿Por ejemplo?

– Cambios de personalidad. Cambios conductales. Pudo haber perdido el sentido del olfato o, por el contrario, haber percibido repentinamente hedores punzantes que antes no estaban. Tal vez sintiera hormigueos a un lado del cuerpo, o náuseas frecuentes. O, a la inversa, otro síntoma frecuente es un vómito repentino sin náuseas previas.

Fabel reflexionó un momento sobre lo que Möller le había dicho. Recordó lo que Maria le había contado sobre su conversación con Frau Ungerer, la forma en que había descrito la alteración de la personalidad de su marido. Que su apetito sexual se había vuelto insaciable; que un marido fiel y cariñoso se había convertido en un viejo verde libidinoso y un adúltero en serie. Que le llamaban Barbazul. Cuando Fabel oyó eso último, junto con la descripción que había hecho Maria del sótano «prohibido» y el arcón que allí se ocultaba, sintió que se le formaban cristales de hielo en las venas. Otra conexión con un cuento de hadas, sólo que «Barbazul» era un relato de Perrault, francés, aunque sí tenía un equivalente alemán en un cuento de los hermanos Grimm, «El pájaro emplumado». El asesino conocía a Ungerer. O, al menos, lo conocía lo suficiente como para considerarlo un candidato perfecto que encajaba con su demente temática basada en los cuentos de los Grimm.

– ¿Esos síntomas podrían haberse manifestado en el comportamiento sexual de la víctima? -preguntó a Möller, antes de resumirle lo que conocían sobre los dramáticos cambios que había experimentado Ungerer.

– Es posible -dijo Möller-. Si hubo una alteración tan dramática como la que usted ha descrito, entonces yo diría que no es una coincidencia, sino casi seguro una consecuencia del tumor. Por lo general, creemos que el sexo es algo físico. No lo es. En el animal humano, todo está aquí arriba. -Möller se golpeó la sien con el dedo índice-. Si la estructura o la química del cerebro sufren alguna modificación, y es muy probable que este tumor modificara ambas cosas, se producen toda clase de cambios de personalidad y conductales. De modo que sí, es totalmente posible que ese tumor convirtiera a este hombre sexualmente moral, casado y orientado hacia la familia en un lobo libidinoso.

Mientras Fabel volvía al Präsidium, el sol de abril brillaba alegremente sobre Hamburgo. La ciudad se veía luminosa, renovada y dispuesta a recibir el inminente verano. Pero Fabel no veía nada de eso. De lo único que tenía conciencia era de la presencia oscura y amenazadora de un psicópata que mataba y mutilaba en busca de una especie de retorcida verdad literaria o cultural. Estaba cerca. Tan cerca que casi podía olerlo.

51

Jueves, 22 de abril. 21:30 h

Altona, Hamburgo

Mientras luchaba por ponerse el disfraz, Lina Ritter llegó a la conclusión de que estaba volviéndose demasiado vieja para eso. Es que sí: era demasiado vieja para eso. Había sido su profesión durante casi quince años y ahora, a los treinta y cuatro, había llegado el momento de decir basta. Después de todo, era una actividad para mujeres más jóvenes. Ella se veía obligada, cada vez con más frecuencia, a «especializarse»: a atender a clientes específicos con gustos más bizarros y exóticos, y el papel de dominadora se adecuaba más a su edad. Y, de todas maneras, en la mayoría de los casos no se follaba; sólo tenía que gritar órdenes a algún ejecutivo gordo durante una media hora, atizarle en el culo si tardaba demasiado en seguir las instrucciones y luego decirle que se había portado muy mal y que estaba muy enfadada mientras lo masturbaba. La paga era bastante buena, los riesgos para la salud eran inferiores y sus clientes, como uno de sus castigos, muchas veces le hacían todas las tareas del hogar. Pero esta noche sería más difícil. El tipo que la había contratado le había dado un fajo de dinero como anticipo. Luego había fijado hora para la noche, con precisas instrucciones de que ella debía ponerse el atuendo que él le había traído. Ella se dio cuenta, al ver ese disfraz puñetero y ridículo, que no sería la parte dominante esa vez y se había resignado a tener que follarse al grandullón.

Él había llegado justo a la hora indicada, y estaba esperándola en el dormitorio, mientras ella luchaba por meterse dentro del traje que él había traído. Era evidente que estaba hecho para una o dos tallas menos que Lina. Las cosas que una chica tenía que hacer para ganarse la vida. Lina se había olvidado exactamente de lo corpulento que era su cliente. Grande, pero callado. Casi tímido. No le daría ningún problema.

Lina entró en el dormitorio y empezó a dar vueltas.

– ¿Te gusta? -Se detuvo en mitad del giro cuando lo vio-. Oh… Veo que tú también tienes un disfraz especial…