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– Yo me ocuparé de ello -dijo Anna. Todos la miraron fijamente-. ¿Qué? Puedo ser diplomática.

– De acuerdo -dijo Fabel, añadiendo una deliberada carga de duda en su tono-. Pero no te pases.

– ¿Por qué no? -preguntó Henk-. Fendrich tiene que estar en el primer lugar de la lista ahora. Quiero decir, si el cuerpo apareció sobre la tumba de su madre…

– No necesariamente -dijo Anna-. La desaparición de Paula Ehlers salió publicada en todas partes. No es ningún secreto que a Fendrich lo entrevistó la policía. Tenemos que recordar que es muy probable que este asesino haya secuestrado y matado a Paula. De modo que habrá estado al tanto de los acontecimientos que se produjeron después del secuestro. De todas maneras, puedo aseguraros ahora mismo que Fendrich no tendrá ninguna coartada.

– ¿Por qué? -preguntó Fabel.

– Porque no sabe que le hace falta. Y porque es un tipo solitario.

Fabel sorbió su café y miró al cielo. La lámina color gris acero estaba manchada de nubes más oscuras. Sintió que la presión del aire se manifestaba bajo la forma de un desagradable dolor en sus sienes, lo que siempre le pasaba antes de una tormenta.

– Tú crees que Fendrich no es responsable de esto, ¿verdad, Anna?

– No me parece que su relación con Paula Ehlers fuera del todo limpia, pero no. El no es el que buscamos.

Fabel se masajeó la frente con el pulgar y el índice.

– Creo que tienes razón. Creo que nos están desviando adrede. Todo lo que este tipo hace está conectado. Cada asesinato relaciona un cuento de hadas con otro. Está bailando con nosotros. Pero él es quien marca el paso. Hay orden en lo que hace. Es tan organizado como creativo, y lo tiene todo planeado desde hace mucho tiempo. Tengo la sensación de que estamos acercándonos al final. Comenzó con Paula Ehlers, de quien no nos proporcionó ningún dato, sino que usó la identidad de la chica para el segundo asesinato, tres años más tarde. Luego, con Martha Schmidt, la chica de Blankenese, lo único que nos dio fue una identidad falsa. No fue hasta el asesinato de Laura von Klostertadt cuando nos dimos cuenta de que había ubicado a Martha Schmidt «debajo» de Laura. Y ha seguido así, siempre dándonos un poco más. Quiere que adivinemos lo que hará a continuación, pero necesita tiempo para hacerlo. Por eso está tratando de que nos fijemos en Fendrich.

– ¿Y si te equivocas, chef? -Werner apoyó los codos sobre la mesa del Schnell-Imbiss-. ¿Y si resulta que Fendrich sí es nuestro hombre y quiere que lo paremos? ¿Y si nos está diciendo que él es el asesino?

– Entonces Anna averiguará la verdad cuando ella y Hermann lo interroguen.

– Preferiría ir sola, chef -dijo Anna. Henk Hermann no pareció ni sorprendido ni enfadado.

– No, Anna -dijo Fabel-. Fendrich sigue siendo un sospechoso y tú no vas a entrar sola a su casa.

– No te preocupes, Frau Wolff-dijo Henk-. No abriré la boca durante la entrevista.

– Mientras tanto -continuó Fabel-, necesitamos analizar los mensajes que este tipo está enviándonos. -El cielo relampagueó detrás de la nube, en algún lugar hacia el norte. Pasaron varios segundos hasta que los primeros ecos duros y estruendosos del trueno llegaron hasta ellos-. Creo que deberíamos volver al Präsidium.

Lo primero con que Fabel se encontró a su regreso al Präsidium era la orden de que se presentara en el despacho del Kriminaldirektor Horst van Heiden. No le sorprendió. Los medios ya estaban publicando titulares o presentando noticias principales sobre «el asesino de los cuentos de hadas», y Fabel sabía que los periodistas y los fotógrafos ya habían empezado a sortear el Presseabteilung y estaban acosando a Van Heiden directamente. Un equipo de televisión llegó a interceptar al Kriminaldirektor cuando éste estaba volviendo a su casa desde el Präsidium, algo impensable incluso diez años antes. El «modelo anglosajón» parecía estar adquiriendo una fuerza cada vez mayor en Alemania, apartándola de su tradición de cortesía y respeto. Y, como siempre, los medios representaban la vanguardia de los cambios. Van Heiden estaba furioso y necesitaba echar la culpa a alguien. Cuando entró en el despacho del Kriminaldirektor, Fabel se preparó para lo peor.

Pero resultó que en realidad Van Heiden estaba más desesperado por alguna noticia buena que enfadado. Fabel se recordó a sí mismo en el último escenario del crimen, casi rogándole a Holger Brauner que produjera alguna pista. Van Heiden no estaba solo en su oficina cuando Fabel llegó. También se encontraba allí el Innensenator Hugo Ganz, así como el Leitender Oberstaatsanwalt Heiner Goetz, el fiscal de Hamburgo. Goetz se puso de pie, le dirigió una cálida sonrisa a Fabel cuando éste entró y le estrechó la mano. Fabel había cruzado su espada con la de Goetz en numerosas ocasiones, en especial porque Goetz era un fiscal tenaz y metódico que se negaba a tomar atajos. A pesar de las ocasionales frustraciones que le había hecho sentir a Fabel, entre los dos habían conseguido unas cuantas condenas importantes y habían cultivado un fuerte respeto mutuo y algo que se acercaba a la amistad.

Ganz también estrechó la mano de Fabel, aunque de una manera significativamente menos cálida. «Vaya -pensó Fabel- la luna de miel ha terminado.» Supuso que la visita a Margarethe von Klostertadt había molestado a ¡os sentimientos aristocráticos de ésta y que Ganz había recibido una llamada. Tenía razón.

– Herr Hauptkommissar -intervino Ganz antes incluso de que Heiden pudiera hablar-. Entiendo que usted tomó la decisión de volver a entrevistar a Frau Von Klostertadt, ¿verdad?

Fabel no respondió, sino que miró con una expresión de interrogación a Van Heiden, quien guardó silencio.

– Estoy seguro de que usted puede comprender -continuó Ganz- que éste es un momento muy angustioso para la familia Von Klostertadt.

– También es un momento muy angustioso para las familias Schmidt y Ehlers. Pero me parece que usted no tiene ningún problema en que vuelva a entrevistarlos a ellos.

La cara rosada de Ganz se puso todavía más rosada.

– Escúcheme, Herr Fabel, ya le he explicado que soy amigo de la familia Von Klostertadt desde hace ya mucho tiempo…

Fabel lo interrumpió.

– Y yo tengo que decirle que eso no me interesa en absoluto. Si usted ha venido aquí en calidad de Innensenator de Hamburgo y desea discutir este caso objetivamente y a fondo, entonces estaré encantado en hacerlo. Pero si ha sido enviado aquí porque la aristocrática sensibilidad de Frau Von Klostertadt se ha visto alterada porque he tenido que hacerle algunas preguntas personales sobre su hija, entonces le sugiero que se retire de inmediato.

Ganz contempló a Fabel con algo cercano a la furia en sus ojos. Una furia impotente, porque no podía negar lo que Fabel acababa de decir. Se puso de pie, se volvió hacia Van Heiden y bramó:

– Esto es escandaloso. No voy a quedarme aquí para que uno de tus agentes subalternos venga a darme lecciones de protocolo.

– Herr Erster Hauptkommissar Fabel no es precisamente un oficial subalterno -fue lo único que dijo Van Heiden. Ganz agarró su maletín y salió corriendo del despacho.

– Por el amor de Dios, Fabel -dijo Van Heiden cuando Ganz ya se había marchado-. Podrías, por lo menos, tratar de facilitarme las cosas. No es conveniente para la Polizei de Hamburgo que te pelees con el Innensenator de la ciudad.

– Lo siento, Herr Kriminaldirektor, pero lo que dije era cierto. Ganz ha sido enviado aquí porque yo averigüé que Laura von Klostertadt abortó hace diez años, a instancias de, para ser honesto, la perra insensible de su madre. Había quedado embarazada de Leo Kranz, el fotógrafo. Pero antes de que se hiciera famoso, de modo que no aparecía en el radar social de Margarethe von Klostertadt.

– ¿Cree que es un dato relevante? -preguntó Heiner Goetz.

– No directamente. Pero sí podría sugerir que el asesino tenía un conocimiento cercano de la familia Von Klostertadt. Porque toda la historia de Rapunzel tiene que ver con embarazos y con ilegitimidad. Y me reservo el derecho de seguir todas las pistas y cualquiera de ellas.