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Allí fue donde Sabueso lo encontró, lejos del valle, al oeste de Samory, en el límite del gran bosque de Faliern.

—Te tengo —dijo el anciano, mirando el cuerpo laxo y lleno de barro. Y luego agregó con pesar—: Demasiado tarde. —Se agachó para ver si podía alzarlo o arrastrarlo, y sintió el leve calor de la vida.— Eres fuerte —dijo—. Oye, despierta. Vamos. Nutria, despierta.

Reconoció a Sabueso, aunque no podía sentarse y apenas podía hablar. El anciano le puso su chaqueta alrededor de los hombros y le dio agua de su cantimplora. Luego se agachó a su lado, su espalda contra el inmenso tronco del roble, y se quedó mirando fijamente el bosque durante un rato. Eran las últimas horas de la mañana, hacía calor, la luz del sol estival se filtraba a través de las hojas formando miles de sombras verdes. Una ardilla se quejó, en la parte más alta del roble, y un arrendajo le contestó. Sabueso se rascó el cuello y suspiró.

—El mago ha seguido el camino equivocado, como siempre —dijo por fin—. Dijo que irías camino a la Isla de Roke y que te atraparía allí. Yo no le dije nada.

Miró al hombre al cual conocía sólo como Nutria.

—Tú te metiste allí, en aquel agujero, con el viejo mago, ¿verdad? ¿Lo has encontrado?

Medra asintió con la cabeza. Sabueso soltó una breve risa gruñona. —Tú encuentras lo que buscas, ¿no es así? Como yo. —Notó que su compañero estaba dolorido, y le dijo:— Te sacaré de aquí. Buscaré y traeré hasta aquí a un carretero de la aldea, cuando recupere el aliento. Escucha. No te preocupes. No te he perseguido durante todos estos años para entregarte a Primitivo. Como te entregué a Gelluk. Lamenté mucho aquello. Lo he estado pensando. Aquello que te dije acerca de que los hombres de astucia deberían permanecer unidos. Y acerca de para quién trabajamos. No pude ver que tenía otras posibilidades. Pero al haberte causado una desgracia, pensé que si me encontraba contigo otra vez te haría un favor, si pudiera. Como de un descubridor a otro, ¿entiendes? —La respiración de Nutria cada vez era más dificultosa. Sabueso posó su mano sobre la de Nutria durante un segundo, y añadió—: No te preocupes. —Y se puso de pie.— Descansa tranquilo.

Encontró un carretero que estaba dispuesto a llevarlos hasta Endlane. La madre y la hermana de Nutria estaban viviendo con unos primos mientras reconstruían su casa quemada lo mejor que podían. Lo recibieron con incrédula alegría. Al no conocer la conexión de Sabueso con el señor de la guerra y con su mago, lo trataron como a uno de ellos, el buen hombre que había encontrado al pobre Nutria medio muerto en el bosque, y lo había traído a casa. Un hombre sabio, decía la madre de Nutria, Rosa, seguramente un hombre sabio. Nada era demasiado bueno para un hombre como él. Nutria tardó bastante en recuperarse, en curarse. El arreglador de huesos hizo lo que pudo con su brazo roto y con su cadera dañada, la mujer sabia curó con ungüentos los cortes que las rocas le habían hecho en las manos, en la cabeza y en las rodillas, su madre le traía todas las exquisiteces que podía encontrar en los jardines y en los matorrales de bayas; pero él yacía tan débil y demacrado como cuando Sabueso lo había traído. No había ya corazón en él, decía la mujer sabia de Endlane. Estaba en otro sitio, y estaba siendo consumido por la preocupación o por el miedo o por la pena.

—¿Entonces dónde lo tienes? —preguntó Sabueso.

Nutria, después de un largo silencio, dijo: —En la Isla de Roke.

—Donde el viejo Primitivo ha ido con la gran flota. Ya veo. Hay amigos allí. Bien, sé que uno de los barcos ha regresado, porque vi a uno de sus hombres, por el camino, en la taberna. Iré a preguntar. Averiguaré si llegaron a Roke y qué sucedió allí. Lo que puedo decirte es que parece que el viejo Primitivo se está demorando en regresar a casa. —Sonrió, complacido con su broma.— Se está demorando en regresar a casa —repitió, y se puso de pie. Miró a Nutria, aunque no había mucho que mirar—. Descansa tranquilo —le dijo, y se fue.

Tardó varios días en regresar. Cuando lo hizo, montado en una carreta tirada por caballos, tenía tal aspecto que la hermana de Nutría entró corriendo en la casa para decirle: —¡Sabueso ha ganado una batalla o una fortuna! ¡Ha llegado conduciendo un caballo de la ciudad, en una carreta de la ciudad, como un príncipe!

Sabueso entró pisándole los talones. —Bueno —dijo—, en primer lugar, cuando llegué a la ciudad, subí al palacio, solamente para saber las noticias, y ¿qué es lo que veo? Veo al viejo Rey Pirata sosteniéndose sobre sus piernas, gritando órdenes como solía hacerlo. ¡De pie! No se había puesto de pie en años. ¡Gritando órdenes! Y algunos de ellos hacían lo que él decía, y otros no. Así que me fui de allí, ya que ese tipo de situación es peligroso en un palacio. Luego fui a visitar a varios amigos y les pregunté dónde estaba el viejo Primitivo y si la flota había llegado a Roke y había regresado y todo eso. «Primitivo», dijeron, «nadie sabe nada de Primitivo. Ni una señal, ni nada. Tal vez yo podría encontrarlo», bromearon ellos. Saben que quiero dar con él. En cuanto a los barcos, algunos han regresado, con los hombres de a bordo diciendo que nunca llegaron a la Isla de Roke, que nunca la vieron, que navegaron justo por donde las cartas marítimas indicaban que había una isla, y no había ninguna isla. Y luego he visto a algunos hombres de una de las grandes galeras. Dijeron que cuando llegaron cerca de donde debería estar la isla, se vieron envueltos por una bruma tan espesa como una tela mojada, y el mar se espesó también, con lo cual los remeros apenas podían mover los remos a través del agua, y permanecieron allí atrapados durante un día y una noche. Cuando salieron de allí, no había en el mar ni un solo barco más de toda la flota, y los esclavos estaban a punto de rebelarse, así que el señor de la galera la trajo de regreso a casa tan rápido como pudo. Otra, la antigua Nube de tormenta, solía ser el barco del propio Losen, llegó mientras yo estaba allí. Hablé con algunos hombres que habían estado a bordo. Dijeron que no había absolutamente nada excepto bruma y arrecifes por todas partes donde se suponía que tenía que estar Roke, así que siguieron navegando con otros siete barcos, hacia el sur, y se encontraron con una flota que navegaba hacia el norte desde Wathort. Tal vez los señores de allí habían oído hablar de una gran flota que se dedicaba al saqueo, porque no se detuvieron a hacer preguntas, sino que lanzaron fuegos de mago a nuestros barcos, y se pusieron a la misma altura para abordarlo si podían, y los hombres con los que hablé me dijeron que habían librado una ardua batalla únicamente para escapar de ellos, y no todos lo hicieron. Durante todo aquel tiempo, no supieron nada de Primitivo, y nadie trabajó allí con el clima para su beneficio, a menos que tuvieran su propio hombre con bolsa a bordo. Así que regresaron otra vez atravesando todo el Mar Interior, según dijo el hombre del Nube de tormenta, una derrota tras otra, como perros que perdieran una lucha de perros. Y bien, ¿te gustan las noticias que te traigo?

Nutria había estado luchando para contener las lágrimas; escondió su rostro. —Sí —le contestó—, gracias.

—Pensé que así sería. En cuanto al Rey Losen —dijo Sabueso—, quién sabe. —Olfateó y suspiró.— Si yo fuera él me retiraría —dijo—. Creo que eso es lo que yo haré.

Nutria había recobrado el control de su rostro y de su voz. Se limpió los ojos y la nariz, se aclaró la garganta, y dijo: —Puede ser una buena idea. Ven a Roke. Salvador.

—Parece ser un lugar difícil de encontrar —dijo Sabueso.