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Morred

El Cantar del joven Rey, cantado anualmente en el Retorno del Sol, la fiesta del solsticio de invierno, cuenta la historia de Morred, llamado el Rey-Mago, el Encantador blanco y el Joven Rey. Morred salió de un linaje colateral de la Casa de Enlad, heredando el trono de un primo; sus antepasados fueron magos, consejeros del rey.

El poema comienza con la más conocida y apreciada historia de amor del Archipiélago, la de Morred y Elfarran. En el tercer año de su reinado, el joven rey viajó hacia el sur hasta la isla más grande del Archipiélago, Havnor, para terminar con algunas disputas que se sucedían allí entre las ciudades-estado. Regresando en su «largo barco sin remos», llegó a la Isla de Solea y allí vio a Elfarran, la Mujer de la Isla o Dama de Solea, «en los huertos en primavera». No siguió su viaje hasta Enlad, sino que se quedó con Elfarran. Para comprometerse con ella le dio un brazalete o una pulsera de plata para el brazo, el tesoro de su familia, en el cual estaba grabada una única y poderosa Runa Verdadera.

Morred y Elfarran se casaron, y el poema describe su reinado como una breve época dorada, los cimientos y la piedra de toque de la ética y de los gobiernos que vinieron a partir de entonces.

Antes de su boda, un mago, cuyo nombre nunca es revelado excepto como el Enemigo de Morred o el Señor de la Varita Mágica, cortejaba a Elfarran. Implacable y decidido a poseerla, durante los pocos años de paz posteriores a la boda, este hombre desarrolló inmensos poderes de magia. Cinco años después, apareció y anunció, en las palabras del poema:

Si Elfarran no es mía, desdeciré las palabras de Segoy, Desharé las islas, las olas blancas lo anegarán todo.

Tenía poder para levantar inmensas olas en el mar, y para detener la marea o para hacerla subir antes de tiempo; y su voz podía encantar a pueblos enteros, poniendo a todo el que lo escuchara bajo su control. Así que puso al pueblo de Morred en contra de su rey. Gritando que éste los había traicionado, los aldeanos de Enlad destruyeron sus propias ciudades y sus campos; los marineros hundieron sus barcos; y los soldados, obedeciendo los hechizos del Enemigo, lucharon unos contra otros en sangrientas y ruinosas batallas.

Mientras Morred intentaba liberar a su gente de estos sortilegios y enfrentar a su enemigo, Elfarran regresó con su hijo de tan sólo un año a su isla natal, Solea, donde sus propios poderes serían más fuertes. Pero el Enemigo la siguió hasta allí, intentó hacerla su prisionera y esclava. Ella se refugió en los Manantiales de Ensa, donde, con sus conocimientos de los Antiguos Poderes del lugar, pudo enfrentarse al Enemigo y obligarlo a que se fuera de la isla. «Las aguas dulces de la tierra echaron al destructor de sal», dice el poema. Pero mientras se iba, capturó a su hermano Salan, quien llegaba navegando desde Enlad para ayudarla. Al convertir a Salan en su gebbeth o instrumento, el Enemigo lo envió hacia donde se encontraba Morred con el mensaje de que Elfarran había escapado con el bebé a un islote en las Fauces de Enlad.

Confiando en el mensajero, Morred cayó en la trampa. Casi no escapó con vida. El Enemigo lo persiguió de este a oeste de Enlad dejando tras él una estela de perdición. En las Llanuras de Enlad, al encontrarse con los compañeros que habían permanecido fieles a él, muchos de ellos marineros que habían llevado sus barcos hasta Enlad para ayudarlo, Morred dio media vuelta y libró su batalla. El Enemigo no lo enfrentaba directamente, sino que enviaba a los guerreros del propio Morred protegidos por sortilegios para que lucharan contra él, y peor aún, enviaba hechicerías que secaban los cuerpos de los hombres de Morred hasta que «vivos, parecían la negra sed-muerta del desierto». Para salvar a su gente, Morred se retiró.

Cuando dejaba el campo de batalla comenzó a llover, y vio el verdadero nombre de su enemigo escrito con gotas de lluvia sobre la tierra.

Sabiendo el nombre del Enemigo, pudo responder a sus encantamientos y lo hizo salir de Enlad, persiguiéndolo por todo el mar invernal, «cabalgando en el viento del oeste, el viento de la lluvia, la nube pesada». Cada uno había encontrado a su rival, y en su confrontación final, en algún lugar del Mar de Éa, ambos perecieron.

En la furia de su agonía, el Enemigo levantó una inmensa ola y la envió a toda velocidad para que devastara la Isla de Solea. Elfarran lo supo, igual que supo cuál era el momento de la muerte de Morred. Le pidió a su gente que acudiera a sus barcos; entonces el poema dice: «Cogió su pequeña arpa», y mientras esperaba la ola destructora que únicamente Morred podría haber detenido, creó la canción llamada Lamento por el Encantador Blanco. La isla se hundió bajo el mar, y Elfarran con ella. Pero su cuna-canoa de madera de sauce, flotando libremente, condujo a su hijo Serreth hasta un lugar seguro, y éste llevaba la promesa de Morred, el anillo que tenía grabada la Runa de la Paz.

En mapas del Archipiélago, la Isla de Solea está representada por un espacio en blanco o por un remolino.

Después de Morred, siete reyes y reinas más reinaron desde Enlad, y el reino fue aumentando constantemente en tamaño y prosperidad.

Los Reyes de Havnor

Un siglo y medio después de la muerte de Morred, el Rey Akambar, un príncipe de Shelieth en Way, trasladó la corte a Havnor y convirtió al Gran Puerto de Havnor en la capital del reino. Más central que Enlad, Havnor estaba en mejor localización para el comercio y para enviar flotas para proteger a las islas Hárdicas contra los ataques y las incursiones de los Kargos.

La historia de los Catorce Reyes de Havnor (en realidad seis reyes y ocho reinas, ~150-400) es contada en la Trova Havnoriana. Dejando un linaje de descendencia tanto por las líneas masculinas como por las femeninas, y casándose unos con otros con varias casas nobles del Archipiélago, la casa real abarcaba cinco principados: la Casa de Enlad, la más antigua, cuya ascendencia provenía directamente de Morred y Serriath; las Casas de Shelieth, Éa, y Havnor; y finalmente la Casa de Ilien. El Príncipe Gemal del Mar de Ilien fue el primero de su Casa en acceder al trono en Havnor. Su nieta fue la Reina Heru; su hijo, Maharion (quien reinó de 430 a 452), fue el último rey antes de la Época Oscura.

Los Años de los Reyes de Havnor fueron un período de prosperidad, descubrimientos y fuerza, pero durante el último siglo del período, los ataques de parte de los Kargos en el este y de los dragones en el oeste se convirtieron en algo frecuente y feroz.

Reyes, señores y Hombres de Islas encargados de defender las islas del Archipiélago terminaron por dejar el trabajo en manos de los magos para que alejaran a los dragones y a las flotas de los Kargos. En la Trova Havnoriana y en La Gesta de los Dragones, tal como sigue el cuento, las hazañas y los nombres de estos magos comenzaron a eclipsar a los de los reyes.

El gran mago-erudito Ath recopiló un libro del saber que reunía muchos conocimientos dispersos, particularmente de las palabras del Lenguaje de la Creación. Su Libro de Nombres se convirtió en la base de la atribución del Nombre como una parte sistemática del arte de la magia. Ath dejó su libro con un amigo mago en Pody cuando viajó hacia el oeste, enviado por el rey para derrotar o alejar a una nidada de dragones que había estado desbandando ganado, provocando incendios, y destruyendo granjas por todas las islas occidentales. En algún lugar al oeste de Ensmer, Ath se enfrentó con el gran dragón Orm. Los informes de este encuentro varían; pero a pesar de que después de aquello los dragones cesaron sus hostilidades durante un tiempo, lo que es seguro es que Orm sobrevivió, y Ath no. Su libro, perdido durante siglos, está ahora en la Torre Solitaria de Roke.