Después de aquel enfrentamiento, la línea de los reyes Kargos continuó en Hupun, nominalmente respetada pero sin poder alguno. Las Cuatro Tierras eran gobernadas por Awabath. Los sumos sacerdotes de los Dioses Gemelos se convirtieron en Reyes Sacerdotes.
En el año 840, según los años del Archipiélago, uno de los dos Reyes Sacerdotes envenenó al otro y se declaró a sí mismo como la reencarnación del Padre Celestial, del Rey Dios, para ser venerado en carne y hueso. El culto a los Dioses Gemelos continuó, al igual que el culto popular de los Poderes Antiguos; pero de allí en adelante el poder religioso y secular pasó a manos del Rey Dios, elegido (a menudo con más o menos violencia oculta) y deificado por los sacerdotes de Awabath. Las Cuatro Tierras fueron declaradas el Imperio del Cielo y el título oficial del Rey Dios era el de Emperador de todas las cosas.
Los últimos herederos de la Casa de Hupun fueron un niño y una niña, Ensar y Anthil. Deseando terminar con el linaje de los reyes Kargos, pero sin querer arriesgarse a realizar un sacrilegio al derramar sangre real, el Rey Dios ordenó que se dejara a aquellos niños abandonados en una isla desierta. Entre sus ropas y sus juguetes, la princesa Anthil tenía la mitad del Anillo roto traído por Erreth-Akbe, el cual había heredado de la hija de Thoreg. Cuando era ya una anciana le dio aquella mitad al joven mago Ged, que había naufragado en su isla. Más tarde, con la ayuda de la suma sacerdotisa de las Tumbas de Atuan, Arha-Tenar, Ged pudo unir las dos mitades del Anillo y así rehacer la Runa de la Paz. Él y Tenar llevaron el Anillo enmendado a Havnor, para esperar al heredero de Morred y Serriath, el Rey Lebannen.
Magia
Entre la gente de habla Hárdica del Archipiélago, la habilidad de obrar con la magia es un talento innato, como el don para la música, aunque se da bastante menos frecuentemente. La gran mayoría de la gente no posee este don ni siquiera en un mínimo porcentaje. En unas pocas personas, quizás en una de cada cien, es un talento latente y cultivable. En muy poca gente se manifiesta sin entrenamiento.
El don para la magia adquiere poder principalmente a través de la utilización de la Lengua Verdadera, el Lenguaje de la Creación, en el cual el nombre de una cosa es la cosa.
Esta lengua, innata a los dragones, puede ser aprendida por los seres humanos. Algunas pocas personas nacen con el conocimiento no enseñado de al menos algunas palabras del Lenguaje de la Creación. La enseñanza de éste es el corazón de la enseñanza de la magia.
El nombre verdadero de una persona es una palabra en la Lengua Verdadera. Un elemento esencial del talento de una bruja, de un hechicero o de un mago es el poder de conocer el nombre verdadero de un niño y darle a ese niño aquel nombre. El conocimiento puede ser evocado y el don recibido únicamente bajo ciertas condiciones, en el momento indicado (generalmente a principios de la adolescencia) y en el lugar adecuado (un manantial, un estanque o un arroyo).
Puesto que el nombre de la persona es la persona, en el sentido más literal y absoluto, cualquiera que lo conozca tiene un poder real, el poder de la vida y de la muerte, sobre la persona. A menudo, un nombre verdadero no es sabido por nadie a no ser por el nombrador y el nombrado, y ambos lo mantienen en secreto durante toda su vida. El poder de dar el nombre verdadero y la necesidad de mantenerlo en secreto son uno. Nombres verdaderos han sido traicionados, pero nunca por el que ha dado el nombre.
Algunas personas de grandes poderes innatos y entrenados son capaces de averiguar el verdadero nombre de otra, o incluso puede ocurrirles que éste acuda a ellas sin haber sido buscado. Puesto que tal conocimiento puede ser traicionado o mal utilizado, es tremendamente peligroso. La gente normal —y los dragones— mantienen su nombre verdadero en secreto; los magos esconden y defienden los suyos con sortilegios. Morred no podía ni siquiera comenzar a pelear con su Enemigo hasta que vio su nombre escrito en la tierra por las gotas de lluvia. Ged pudo obligar al dragón Yevaud a que le obedeciera, habiendo descubierto, tanto con magia como con sabiduría, el nombre verdadero de Yevaud bajo siglos de nombres falsos.
La magia era un talento sin cultivar antes de los tiempos de Morred, quien, siendo tanto rey como mago, estableció una disciplina intelectual y moral para el arte de la magia, reuniendo a magos para que trabajaran juntos en la corte para el bien común y para estudiar las bases y las limitaciones éticas de sus prácticas. Esta armonía generalmente prevaleció a través del reinado de Maharion. En la Época Oscura, sin control alguno sobre los poderes de la magia y el uso generalmente indebido de los mismos, la magia se convirtió en algo de no muy buena reputación.
La escuela fue fundada aproximadamente en el año 650, tal como ha sido descrito anteriormente. Los Nueve Maestros de Roke eran originariamente:
el Maestro de Vientos y Nubes, maestro de los sortilegios que controlan el clima
el Maestro Mano, maestro de todas las ilusiones
el Maestro de Hierbas, maestro en las artes de curar
el Maestro de Transformaciones, maestro de los sortilegios que transforman la materia y los cuerpos
el Maestro Invocador, maestro de los sortilegios que llaman a los espíritus de los vivos y los muertos
el Maestro Nombrador, maestro del conocimiento de la Lengua Verdadera
el Maestro de Formas, habitante del Bosquecillo Inmanente, maestro del significado y la intención
el Maestro Descubridor, maestro de los sortilegios de descubrimiento, atadura y retorno
el Maestro Portero, maestro de la entrada y el abandono de la Casa Grande
Halkel, el primer Archimago, abolió el título del Descubridor, reemplazándolo por el del Cantor. La tarea del Cantor es la conservación y enseñanza orales de todas las gestas, trovas, canciones, etcétera, y de los hechizos cantados.
El uso originalmente libre y primitivamente descriptivo de las palabras bruja, hechicero, mago, fue codificado por Halkel dentro de una estricta jerarquía. Bajo sus normas:
La brujería estaba restringida a las mujeres. Toda magia practicada por mujeres era llamada «arte menor», incluso cuando incluía prácticas, de las otras circunstancias llamadas «altas artes», tales como la curación, los cantos, las transformaciones, etcétera. Se suponía que las brujas sólo debían aprender unas de otras o de los hechiceros. Les estaba prohibido entrar en la Escuela de Roke, y Halkel se oponía a que los magos enseñaran absolutamente nada a las mujeres. Prohibió específicamente que se enseñara cualquier palabra de la Lengua Verdadera a las mujeres, y a pesar de que esta proscripción fue ampliamente ignorada, a la larga llevó a una profunda y duradera pérdida de conocimiento y poder entre las mujeres que practicaban la magia.
La hechicería era practicada por hombres —su única verdadera distinción con respecto a la brujería—. Los hechiceros se entrenaban unos a otros, y tenían algunos conocimientos de la Lengua Verdadera. La hechicería incluía tanto las artes menores definidas por Halkel (descubrir, enmendar, lavar, curar animales, etcétera) como algunas altas artes (curaciones humanas, cantos, trabajos con el clima). Un alumno que demostraba tener un don para la hechicería y era enviado a Roke para ser educado estudiaría primero las altas artes de la hechicería y, si tenía éxito con ellas, podía proseguir con su entrenamiento en el arte de la magia, especialmente en el arte de nombrar, en el de invocar y en el de crear formas, y así convertirse en un mago.
Un mago, tal como Halkel definiera el término, era un hombre que recibía su báculo de un maestro, él mismo un mago, que se había responsabilizado especialmente de su educación. Era generalmente el Archimago quien le daba a un estudiante su vara y lo convertía en mago. Esta clase de enseñanza y sucesión ocurría en otras partes además de Roke —especialmente en Paln—, pero los Maestros de Roke llegaron a considerar sospechoso a un estudiante que no hubiera sido educado en Roke.