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El nombre y el cargo de archimago fueron inventados por Halkel, y el Archimago de Roke era un décimo Maestro, nunca contado entre los Nueve. Fuerza ética e intelectual vital, el Archimago también ejercía considerable poder político. En general, este poder se utilizaba con benevolencia. Manteniendo Roke como un fuerte elemento Pacífico de centralización y normalización en la sociedad archipielagueña, los archimagos enviaban hechiceros y magos entrenados para que comprendieran la práctica ética de la magia y para proteger a las comunidades de las sequías, las plagas, los invasores, los dragones y la inescrupulosa utilización de sus artes.

Tras la coronación del Rey Lebannen y de la restauración de las Altas Cortes y de los Consejos en el Gran Puerto de Havnor, Roke quedó sin Archimago. Parece ser que tal cargo, que originariamente no formaba parte del gobierno de la escuela o del gobierno del Archipiélago, ya no es útil o apropiado, y que Ged, a quien muchos llaman el más grande de los Archimagos, tal vez fue el último.

Celibato y Magia

La Escuela de Roke fue fundada tanto por hombres como por mujeres, y ambos, hombres y mujeres, enseñaron y aprendieron allí durante las primeras décadas de vida de la escuela; pero debido a que a partir de la Época Oscura las mujeres, la brujería y los Poderes Antiguos llegaron todos a ser considerados impuros, la creencia de que los hombres debían prepararse para trabajar con la «magia mayor» y evitar escrupulosamente los «maleficios menores», el «Saber de la Tierra» y las mujeres, ya estaba presente en todas partes. El hombre que deseara sustraerse al férreo control del encanto de la castidad jamás podía practicar las artes mayores. No podía ser más que un hechicero común. Y así fue como los magos comenzaron a evitar a las mujeres, negándose a enseñarles o a aprender de ellas. Las brujas, que casi universalmente siguieron trabajando con la magia sin renunciar a su sexualidad, eran descritas por los hombres célibes como tentadoras, impuras, deshonradas, esencialmente perversas.

Cuando en 730 el primer Archimago de Roke, Halkel de Way, excluyó a las mujeres de la escuela, entre sus Nueve Maestros solamente el Maestro de Formas y el Portero protestaron; fueron desautorizados. Durante más de tres siglos, ninguna mujer enseñó o estudió en la Escuela de Roke. Durante aquellos siglos, la magia era un arte honorable, que confería prestigio y poder, mientras que la brujería era una superstición impura e ignorante, practicada por mujeres, pagada por campesinos.

La creencia de que un mago debía ser célibe fue incuestionable durante tantos siglos que probablemente llegó a ser un hecho psicológico. Sin embargo, sin este prejuicio, parece ser que la conexión entre la magia y la sexualidad podía depender del hombre, de la magia y de las circunstancias. No hay duda alguna de que un mago tan poderoso como Morred era esposo y padre.

Durante medio milenio o más, los hombres que ambicionaban urdir los grandes sortilegios de magia se obligaban a una castidad absoluta, reforzada por hechizos de autocastidad. En la Escuela de Roke, los alumnos vivían bajo este hechizo de castidad desde que entraban en la Casa Grande y, si llegaban a convertirse en magos, lo hacían durante el resto de sus vidas.

Entre hechiceros, pocos son estrictamente célibes, y muchos se casan y forman una familia.

Las mujeres que trabajan con la magia pueden observar períodos de castidad así como de ayuno y de otras disciplinas que se cree purifican y concentran el poder; pero la mayoría de las brujas llevan vidas sexuales activas, teniendo más libertad que muchas de las aldeanas y menos necesidad de temer a los abusos. Muchas dan su «promesa de bruja» a otra bruja o a una mujer común. No se casan muy a menudo con hombres y, si lo hacen, generalmente eligen a un hechicero.