Выбрать главу

A la altura del estanque, Meredith pensó en el hecho de que Gina Dickens pudiera estar a punto de encontrarse con alguien allí, del mismo modo que ellas dos se reunieron días atrás. Pero de nuevo, Gina continuó, y vio que giraba hacia el este en dirección a las casas de ladrillo de Beaulieu. En lugar de conducir hasta el interior del pueblo, fue hacia el noroeste, hasta el cruce triangular encima de Hatchet Pond, y al cabo de menos de dos millas se metió en North Lane.

¡Sí!, pensó Meredith. North Lane era un tesoro absoluto en lo que se refería a lugares para quedar con alguien. Si bien es cierto que Gina había tomado una ruta completamente ilógica para llegar a la zona, lo que nadie podía negar es que sus bosques y recintos proporcionaban la clase de aislamiento que alguien como Gina -que estaba metida en algún lío, consideró Meredith- requería. Al lado de North Lane estaba el río Beaulieu, que desaparecía de la vista a la izquierda, por debajo de los árboles, mientras Meredith se fue quedando atrás de nuevo. La zona le era familiar, dado que últimamente había pasado por la carretera de circunvalación de Marchwood, que era la ruta hacia su casa en Cadnam. Y cuando Gina fue directamente por aquel desvío en lugar de parar en cualquier sitio a lo largo de North Lane, la primera suposición de Meredith fue que la otra mujer la había visto y estaba conduciendo hasta la casa de Meredith, donde podría estacionar, salir del coche y esperar a que Meredith se le acercara sigilosamente.

Sin embargo, de nuevo se había equivocado. Gina, efectivamente, pasó por Cadnam, pero no se detuvo en ningún lugar. Ahora se dirigía hacia el sur, en dirección a Lyndhurst. Meredith pensó fugazmente en el salón de té Mad Hatter y en la habitación de Gina, por lo que no tenía ningún sentido que condujera hasta Lyndhurst.

No se sorprendió demasiado cuando se dirigió más al sur, manteniendo el ritmo mientras cruzaba Brockehurst, y finalmente tomó el camino a Sway. Sway, por supuesto, no era su destino. Meredith se había dado cuenta de ello cuando no giró hacia el pueblo. En su lugar, volvió a la propiedad de Gordon Jossie, donde había empezado su alocado paseo, como Mr. Toad [32] en su nuevo coche, como si hubiera salido para un viaje matutino, sólo para gastar gasolina y tiempo.

Meredith se maldijo por haber sido una tonta, por arriesgar su puesto de trabajo, por ser descubierta (seguro que Gina la había visto después de que diera aquella vuelta inútil por el campo). También maldijo a aquella mujer por ser tan astuta, mucho más que Meredith, y probablemente más que cualquier otra.

No obstante, paró un momento en lugar de admitir su derrota y dirigirse a Ringwood con una excusa preparada para el señor Hudson por su tardanza. Se colocó en el lugar que había encontrado antes para poder ver la casa de Gordon Jossie, y pensó en lo que significaba aquel largo viaje de Gina por New Forest. Según había concluido, había estado malgastando gasolina y tiempo; y entonces se dio cuenta de que había algo raro en aquello: la pérdida de tiempo. «Matar el tiempo» era la expresión que estaba buscando. Si Gina Dickens no la había visto, ¿no era posible que aquello fuera exactamente lo que estaba haciendo?

Mientras sopesaba esta posibilidad y sus razones, lo más probable se convirtió en lo más obvio. Ella estaba matando el tiempo para que Gordon Jossie dejara la propiedad para ir a su trabajo. Así Gina podría regresar tranquilamente.

Aquélla parecía ser la razón, pensaba Meredith, mientras desde donde estaba oyó cómo se cerraba la puerta del Mini Cooper primero y después la puerta de la casa de campo mientras Gina entraba. Meredith dejó el Polo entonces y buscó una posición adecuada donde los animales hubieran agujereado el seto de la propiedad de Gordon. Desde allí, Meredith podía ver la casa y la parte oeste del prado y, mientras observaba, Gina salió de la casa otra vez.

Se había cambiado de ropa. Si antes llevaba un vestido de verano, ahora se había puesto unos vaqueros y una camiseta, y se había cubierto el pelo rubio con una gorra de béisbol. Se acercó al garaje y desapareció en su interior. Momentos después salió haciendo rodar una carretilla con un montón de estiércol. Lo llevó hasta la parte oeste del prado. Allí abrió la puerta y entró. Teniendo en cuenta la carretilla y las herramientas, Meredith pensó en un primer momento que, ahora que los ponis no estaban, Gina iba a usar la pala para poner el abono en el lugar. Parecía un tipo de trabajo extraño para alguien como ella, pero en ese momento Meredith estaba empezando a considerar que cualquier cosa era posible.

Gina, sin embargo, de todas las malditas cosas que podía hacer, empezó a cultivar el huerto. No cogía y dejaba estiércol, más bien se dedicaba a cortar una zona de maleza en el extremo del prado, donde Gordon Jossie no había avanzado demasiado en la rehabilitación de la cerca. Allí crecían helechos, hierbajos y zarzas. Formaban un montículo que Gina estaba trabajando con toda la energía de la que disponía. Ella misma no hubiera durado ni cinco minutos dada la fuerza y la furia de Gina en todo aquello. Recortaba, arrojaba, excavaba, recortaba. Tiraba, cavaba. Recortaba de nuevo. El carácter informal de su recorrido por el campo había quedado a un lado. Estaba completamente empeñada en su objetivo. Meredith se preguntó cuál era.

Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en todas las posibilidades. Mientras observaba, un coche se detuvo en la entrada de la explotación. Había llegado a la propiedad de Gordon Jossie desde más allá de donde estaba Meredith. Ella esperó para ver qué sucedía, y de algún modo no se sorprendió cuando el comisario jefe Whiting miró alrededor como si buscara a alguien como Meredith merodeando. Después caminó hacia el prado para hablar con Gina Dickens.

* * *

Barbara Havers había esperado cuarenta minutos en el Forest Health Hotel de Sway la llegada de Gina Dickens. Entonces dedujo que no iba a aparecer. Sway estaba a menos de diez minutos en coche desde la propiedad de Gordon Jossie, y era inconcebible que Gina se hubiera perdido entre estos dos lugares. Llamó al móvil de Gordon Jossie en un intento de localizarla. Jossie le contó que Gina había salido un cuarto de hora después de que hablara con Barbara.

– Dice que no es ella la que aparece en esa foto de la revista -informó el hombre

«Sí, claro» pensó Barbara. Colgó y dejó su móvil dentro del bolso. Siempre existía la poco probable posibilidad de que Gina Dickens se hubiera salido de la carretera en algún punto en el camino a Sway, así que pensó que un rápido reconocimiento de la zona no estaba fuera de lugar.

A Barbara le tomó poco tiempo hacer eso. El viaje entero desde Sway a la explotación de Jossie tenía dos giros, y la parte más complicada era un pequeño salto cuando se llegaba a Birchy Hill Road. No era una maniobra difícil. Sin embargo, Barbara aminoró la marcha y se asomó por la zona, por si el coche había volcado o había salido catapultado hacia la sala de estar de algunas de las casas cercanas.

No había nada por el estilo, y nada en absoluto en todo el camino hasta la propiedad de Gordon Jossie. Cuando Barbara llegó se encontró el lugar desierto. Jossie se había ido a trabajar, pensó ella. En cuanto a Gina Dickens, ¿quién demonios sabía dónde se había metido? Lo que era interesante, sin embargo, era lo que implicaba su desaparición.

Barbara echó un vistazo por la propiedad para asegurarse de que el coche de Gina no estaba escondido en algún lado. Tal vez la propia Gina se había ocultado detrás de las cortinas de la casa de campo. No encontró otro coche que el Figaro de Jemima Hastings en su lugar habitual. Barbara regresó a su Mini.

Burley, pensó, era su próxima parada. Su móvil sonó a mitad de camino del pueblo. Se detuvo a un lado de la carretera para echar un vistazo al mapa, para no perderse en las miles de carreteras y caminos que la rodeaban. Abrió el móvil, suponiendo que finalmente iba a hablar con Gina Dickens -sin duda con una excusa para explicar cómo había logrado perderse de camino al hotel de Barbara-, pero resultó ser el detective Lynley quien la llamaba.

вернуться

[32] Personaje literario creado por Kenneth Grahame. Más adelante salió en una serie de dibujos animados para niños, cuyo protagonista es una rana impulsiva y descontrolada que va en coche.