El detective permaneció en silencio un momento y luego dijo:
– ¿Estás diciéndome que crees que esos tipos son terroristas chechenos?
– No, pero quizás estén copiando la misma estafa, y van a contrabandear con los coches caros a sitios como…
– ¿Bagdad?
– O como…
– ¿Teherán?
– Vete a la mierda -dijo Jetsam.
– Si quieres comprobarlo tú mismo, tienes mi bendición -dijo el detective-. Pero tú los coges y tú te encargas de ellos. Ahora mismo estoy citado en los juzgados, así que tengo que marcharme pitando.
Después de colgar, Jetsam dijo en el teléfono:
– Le agradecemos su llamada. Váyase a tomar por culo.
Fue la condescendencia e indiferencia del detective lo que llevó a Jetsam y a su reticente compañera a la reunión del nido del cuco que se celebraba el miércoles por la noche. Claro que para Ronnie Sinclair era un aliciente poder observar una reunión dirigida por un cuervo con experiencia. El sargento le dijo que observara a Tony Silva y lo imitara, porque era paciente y ejercía un efecto calmante sobre la mayoría de los que iban regularmente si las cosas se ponían violentas.
– ¿Violentas? -preguntó Ronnie asombrada, pero el sargento se encogió de hombros y se marchó sin añadir nada más. Ella pensó que debía de estar bromeando.
Veinte minutos antes de que comenzara la reunión, Ronnie se sorprendió al ver que Jetsam entraba en la sala y le hacía señas para que saliera.
– ¿Qué sucede? -le dijo ella mientras caminaban en dirección al coche donde Flotsam estaba sentado al volante.
Flotsam la miró desde dentro del coche y dijo:
– No me culpes a mí, Ronnie. La Guardia 5 sólo tiene tres coches en la calle esta noche, y él me tiene varado -dijo señalando a Jetsam-. Si Treakle se entera nos hará castrar.
– Tengo algo para que lo mire un cuervo, Ronnie -dijo Jetsam, dándole un trozo de papel con la dirección del taller de coches, y la dirección y número de teléfono de la mujer guatemalteca que los había llamado por la obstrucción del callejón.
– ¿Qué es todo esto? -dijo ella.
– Es un asunto de calidad de vida -dijo Jetsam-. Y una oportunidad para que tú vayas a este taller y quizá, sólo quizás, acabes encontrando algo gordo.
– Se trata de Osama bin Laden -dijo Flotsam-. Mi colega piensa que anda por ahí abollando BMW y Mercedes.
– Tío, ¿quieres dejar de burlarte de mí sólo dos minutos? -le dijo Jetsam a su compañero-. Me estás pinchando como pinchaste a esos dinosaurios en Malibú esta mañana.
Ronnie, que sabía que Flotsam y Jetsam hacían surf casi todos los días antes de entrar de servicio, dijo:
– ¿Pinchar? ¿Dinosaurios?
– Él piensa que yo no debería hacer surf de defensa personal contra cuatro calamares que hoy nos robaron nuestras mejores olas. Creyeron que era guay, hasta que uno de ellos acabó con mi paquete encima de su cabeza cuando lo pasé en la siguiente ola.
– ¿Qué? -dijo Ronnie.
– Lo único que dije -le dijo Jetsam a Flotsam- fue que si quieres poner a ese jodido nazi del surf en su lugar deberías bajarlo de la tabla de un tiro. No torpedearlo hasta dejarlo casi muerto en medio de la espuma.
– En esta jodida ciudad se hablan demasiados idiomas -dijo Ronnie sarcásticamente-. ¿Me has hecho salir para ponerme al día en materia de surf, o qué? Estoy en una reunión allí dentro.
– Sólo dedícale unos minutos esta noche, o mañana -dijo rápidamente Jetsam-. Llama a esa mujer por el asunto de los árabes del taller. Tienen el chiringo repleto de coches alucinantes. Creo que tienen que ser peces gordos. Podrías hacerles una advertencia por lo del bloqueo del callejón, y quizás apuntar algunos números de matrícula.
– Yo no soy detective -dijo Ronnie-. Llama al registro de coches robados.
– Ya lo hice -dijo Jetsam-. Son casi tan perezosos como el Compasivo Charlie Gilford. El bloqueo del callejón afecta a todos los que viven en el edificio. Necesito que vaya un policía de calidad de vida para poner en marcha este asunto.
– No es de mi competencia -dijo Ronnie.
– Tú eres la única cuervo que conozco bien -dijo Jetsam-, además de Hollywood Nate. Éste es un trabajo para un policía de verdad. No pueden haberte convertido en un peluche tan pronto. Si quieres, podemos reunimos contigo mañana en el taller, a modo de refuerzo, a eso de las cuatro de la tarde, ¿te va bien? Justo antes de que cierren.
– Ve tú mismo a encontrarte con ella -le dijo Flotsam a su compañero-. Yo estoy de servicio a partir de las cinco y cuarto.
– Vamos, tío… -dijo Jetsam en tono de desesperación.
– Este asunto no está entre las prioridades de mi lista -le explicó Jetsam a Ronnie-. Él y yo somos amigos, pero no estamos pegados. No pienso participar.
– ¡Está bien, está bien! -dijo Ronnie, ablandándose-. Llamaré más tarde a esa mujer, esta noche, y quizá pueda pasarme por el taller de coches mañana por la tarde. Si puedo, te llamo al móvil. ¿Estarás en Malibú surfeando o en tierra firme?
– Estaré en casa -dijo Jetsam-. Y listo para lo que sea.
Cuando Ronnie volvió a la reunión, Flotsam dijo:
– Sabes muy bien que no estarías haciendo nada de esto si Ronnie fuese una estirada en lugar de una ricura total. Supéralo de una vez, tronco. Ella nunca será tu muñequita.
– Tal vez esto sea demasiado para ti, colega -dijo Jetsam-, pero para mí no va de tías buenas. Esto se trata de lo que siempre nos decía el Oráculo: hacer un buen trabajo policial es lo más divertido que puede pasarnos en toda nuestra vida. Sé que está ocurriendo algo en ese taller de reparaciones. Y además, ¿qué tienes que hacer mañana además de arrastrarte por la arena y andar persiguiendo a alguna tía que se pasa la vida fumando porros y bebiendo cubatas?
– Vale, tronco, estás totalmente frenético. Creo que será mejor que nos pasemos por allí de camino al trabajo. Sólo para que te lo saques de encima.
– ¿Estás por la labor?
– Estoy -dijo Flotsam, sin más entusiasmo que el que había mostrado el detective del registro de robos de coches o la propia Ronnie Sinclair.
Cuando ya estaban de vuelta en su zona, Jetsam dijo soñadoramente:
– Tío, ¿no te parece que Ronnie te hace sentir como… como si estuvieras sumergido en aguas tranquilas y llegara de pronto una ola hermosa abriéndose paso limpiamente desde arriba, y luego vas volando por el túnel, oliendo la cera de la tabla de surf, y logras la elevación máxima? ¿Entiendes lo que digo, hermano?
– Ni siquiera rastreando a esa tía por satélite con el sistema de recuperación de coches conseguirías que su lindo cochecito aparque en tu plaza -dijo Flotsam-. Consíguete una cita en MySpace. Ella es demasiado alta para ti.
– Somos más o menos de la misma altura.
– ¿Y si se pone tacones de aguja? ¿Eh? Pareceréis Sonny y Cher.
– Pero ella es como fumar de la buena -dijo Jetsam-. ¡Apuesto a que esa tía y yo podríamos hacer varias cabriolas juntos! ¡Estoy seguro de que me pondría más duro que las galletas de mi abuela!
– Vosotros dos juntos pareceríais Tom Cruise y cualquier tía con la que se case -dijo Flotsam con sequedad.
Con sus maneras suaves y reconfortantes, el oficial Tony Silva logró que la reunión tuviese un buen comienzo. Había dado instrucciones a Ronnie para que mantuviera una «sonrisa tranquila y profesional» pasara lo que pasase. Pero estaba llegando a la parte peligrosa de la reunión, cuando se abría el turno de preguntas.
Uno de los asistentes habituales más viejos, que durante la reunión anterior no había podido llegar al lavabo con la rapidez suficiente, era el responsable de la modificación introducida en las reglas. Al ver el desastre, Tony Silva le había pedido a su asistente, Rita Kravitz, esa oficial cuyas modernas gafas parecían decir «soy más lista que tú», que le ayudara con la limpieza, pero ella le había respondido: