Выбрать главу

Pudo ver la inmediata desilusión en su rostro. Y entonces oyó que sonaba un móvil en la habitación que oficiaba de despensa. Margot se excusó, fue hacia allí y cogió el móvil de una de las estanterías.

– Sí -dijo, y escuchó. Luego cerró la puerta de la habitación y susurró-: No, cariño, no servirá -escuchó durante un momento y luego dijo-: Él no bebe… Por favor, amor, no digas eso. Volvemos al número uno. Voy a ir tras él en serio. Por favor. Dame una semana.

Mientras Margot estaba en la despensa, Nate tomó una decisión difícil. Iba a salir a la terraza para seguir conversando, pero iba a hacerle alguna proposición directa, para ver hacia dónde apuntaba todo aquello. Y si ella se resistía e intentaba darle de beber una vez más, se largaría. «Esto es Hollywood -pensó-, y hay personas muy extrañas en este lugar, personas hermosas y aterradoras, capaces de convertir un gran tronco ardiendo en un mero montón de serrín humeante.»Pero no tuvo oportunidad de poner en práctica su estrategia. Cuando Margot regresó de la despensa y entró en el comedor, le dijo:

– Nate, lo siento muchísimo. Era la canguro. Nicky tiene fiebre y está preocupada. Tengo que ir ahora mismo a recogerlo.

– Claro -dijo Nate, menos desilusionado de lo que hubiera podido predecir-. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

– No, te llamaré mañana. Tengo tu número.

Cuando salía, Nate de pronto se dio cuenta de que no tenía el número de su móvil. Iba a pedírselo, pero pensó que era mejor marcharse. Ella tenía que atender a un niño enfermo, y además quería comprobar si aquella mujer, rica, deslumbrante y tan extraña, realmente iba a llamarlo al día siguiente. Lo sorprendente era que había estado tan desconcertado que no había actuado como siempre que conocía a una chica prometedora. Ni siquiera le había contado que tenía un carné de la SAG y que había aparecido en dos películas de la televisión.

Aquella noche, mientras conducía hacia su casa, recordó lo que le había dicho su primer instructor cuando él era un novato recién salido de la academia: «Hijo, esa placa puede conseguirte chicas, pero las chicas pueden quedarse con tu placa».

Jasmine tenía el ceño fruncido cuando salió como una tromba del baño de las bailarinas y se dirigió al camerino vestida únicamente con su tanga amarillo y los zapatos de aguja rojos. Luego guardó su teléfono móvil en la taquilla donde guardaba su ropa de calle.

Una de las bailarinas que compartía con ella el escenario esa tarde, una pelirroja de espaldas anchas llamada Tex, estaba sentada en una poltrona mirando fotos en una revista de moda. Tenía unos senos muy voluminosos gracias a sus implantes de suero y llevaba un tanga, un sombrero de vaquero, un chaleco corto de vaquero cubierto de lentejuelas, y botas de cowboy.

– ¿Qué sucede, Jasmine? ¿Problemas con tu novio? -preguntó Tex.

– Sí, problemas con mi novio -dijo Jasmine con el rostro ensombrecido de rabia y frustración.

– Si pudiéramos inventar un vibrador con un programa de respuestas de veinte palabras, no los necesitaríamos para nada -dijo Tex-. ¿Qué es? Jugador, adicto o borracho?

– Desde luego no es un borracho -dijo Jasmine-. Lo cual es una putada.

Tex estaba a punto de preguntarle qué quería decir con eso, cuando Alí Aziz asomó la cabeza por la puerta, sin molestarse en llamar, y dijo:

– Jasmine, tengo que hablar contigo.

– Ahora viene mi próximo número, Alí -dijo Jasmine.

Esa tarde Alí llevaba una chaqueta azul de seda cruda con botonadura doble, una corbata de seda azul y una camisa blanca con las mangas bordadas.

– Tex te reemplazará. Ven aquí.

Tex puso los ojos en blanco y dijo:

– Este trabajo es una puta mierda.

Cuando Jasmine entró en el despacho, Alí cerró la puerta con llave, se sentó en la silla de su escritorio y se sirvió un vaso de Jack Daniels. Jasmine se quedó de pie, esperando. Últimamente Alí llamaba a sus empleados al despacho sólo para despotricar, especialmente si había estado bebiendo, así que si la suerte estaba de su lado, esta vez no iba a pedirle que le hiciera una mamada.

– ¡Maldita puta! -dijo él-. ¡Coño de mierda!

Sólo podía estar hablando de una persona.

– ¿Margot? -preguntó Tex.

– ¡Maldita puta! -continuó él-. No hace nada de lo que dicen mis abogados. Nada de lo que digo yo. Siempre está tratando de apartar de mi lado a Nicky. Sólo me lo da cuando el juez la obliga. Hace que tenga que pagar al abogado por cualquier cosa. Cada semana, más dinero para el abogado. ¡Maldita puta!

Dio un buen sorbo a su whisky y continuó:

– Tú la conoces desde hace tres años. La ayudaste a decorar este sitio. Eres su amiga. Necesito que seas mi amiga, necesito que me ayudes más.

– ¿Ayudarte todavía más? -dijo Jasmine.

– Vigila a Nicky. La casa pronto estará vendida y ella se mudará. Eso es lo que le dijo a mi abogado. Pero ahora quiero que tú vigiles.

– Alí -dijo Jasmine-, ya estoy vigilando un poco a Nicky, tal como me pediste. Un poco. Pero con Margot puedo hablar solamente… ¿qué, dos veces por semana? Vive en Mount Olympus, y yo vivo en Thai Town. Por Dios, Alí, no me presiones tanto.

– Ella me ha dicho que va a llevarse a Nicky fuera de California cuando se acabe lo de la garantía de la casa y termine el divorcio. Dice que su abogado lo conseguirá. Dice que tiene un novio y que eso no es asunto mío. Todo eso me lo dijo ayer por teléfono. ¡Me estoy volviendo loco, Jasmine! ¡Mi Nicky! ¡Él es mi vida!

– Está bien, Alí. Voy a decirte algo que no quería decirte. La última vez que hablé con ella, estoy segura de que estaba colocada. Probablemente coca. Y Nicky también estaba allí, porque oí que ella le gritaba de un modo realmente muy desagradable.

De pronto, Alí Aziz comenzó a sollozar como un borracho y sacó un pañuelo rojo del bolsillo de su chaqueta.

Jasmine lo observó y esperó, y antes de que parara le dijo:

– Supongo que podría ir a visitarla una o dos veces por semana. Quizá podría llevarle esas galletas chinas que tanto le gustan. Así averiguaría si el novio se queda en la casa, y quizá podría preguntarle directamente si se está metiendo coca otra vez.

Alí dejó de llorar y dijo:

– Yo le pido, le ruego, le repito: «Por favor, Margot, no importa lo que suceda, no vuelvas a tomar cocaína. Tienes que cuidar de nuestro Nicky». Cuando la conocí, se estaba gastando todo su dinero en cocaína. Una bailarina joven y hermosa tomando tanta cocaína… Pronto me convertí en algo más que su jefe. Fui su amigo, y ella dejó la coca. Luego, al cabo de poco tiempo, nos casamos.

– Sí, ya me lo has contado -dijo Jasmine, mientras pensaba en lo mucho que detestaba hacer el último número. Pero ahora iba a tener que hacerlo para reemplazar a Tex, y encima tenía que escuchar aquella mierda por centésima vez.

– Jasmine, quiero que veas a Margot y que me cuentes cómo están las cosas. Te pagaré. No te preocupes, te pagaré todo el tiempo que inviertas. Tengo que saber lo que pasa por su cabeza. ¿Realmente quiere llevarse a mi Nicky a otro estado? ¿Tomar cocaína otra vez, con ese tipo nuevo? ¡Sin mi Nicky me moriré, Jasmine!

– Haré lo que pueda, Alí -dijo Jasmine. Y luego añadió-: Dime, Alí, ¿en qué situación quedarías tú si fuese Margot la que se muriera?

– ¿Morirse, Margot? ¡Dios quiera! -dijo Alí-. Entonces tendría conmigo a mi hijo. Pero por favor, Jasmine, no pienses que yo puedo hacer una cosa así. Soy un hombre de negocios. Un buen padre. No soy un asesino.

– Por supuesto que no -dijo Jasmine-. Pero tengo curiosidad por saber cuál es tu trato con ella. Me gustaría saber cómo hiciste para que tus bienes se enredaran tanto con los suyos.

– ¡Maldito abogado! ¡Puto contable! -dijo Alí-. Me deshice de ellos, pero demasiado tarde. Me dijeron que podía evadir impuestos si ella figuraba en las escrituras y en las licencias de algunas cosas. ¡Estúpidos cabrones! Ahora tengo que sufrir por ello.