– ¿Y qué pasa si tú mueres? -dijo Jasmine-. ¿Quién se queda con tu parte del dinero y de las propiedades?
– Hablas demasiado de muerte, Jasmine -dijo Alí, suspicaz.
– ¿Quieres que sea tu espía? Vale, pero tengo que saber lo que está pasando. No quiero ser partícipe de ningún plan violento.
– ¡No! ¡Nada de violencia! -dijo rápidamente Alí-. ¡No soy un hombre violento!
– Entonces dime, cuando tú mueras, ¿quién se queda con toda tu riqueza?
– Nicky, por supuesto. Mi abogado es… ¿cómo se dice? El albacea. Pero todo va para Nicky. Lloro al pensar en mi Nicky sin su papaíto y sólo con esa perra de madre para cuidar de él.
– Me cuesta imaginar cómo un empresario tan listo como tú se casó sin un acuerdo prematrimonial, para empezar -dijo ella.
– Tú no la conociste cuando era joven. La bailarina más bonita de Los Ángeles. Tenía unos ojos que mareaban. Era tan lista que podía hacerme parecer un estúpido. Siempre se negaba a hacerme una mamada. Ni siquiera quería darme besos, excepto algunas veces. Me hizo creer que era virgen. Me volví tan estúpido que fui corriendo a comprarle un anillo de diamantes enorme. Ni siquiera así quiso que tuviéramos sexo. Entonces le dije: «Firmamos un contrato y nos casamos». Me dijo que nada de casamiento con contrato. Fui el hombre más estúpido de Los Ángeles, porque ella me había enfermado la cabeza. La convertí en mi esposa. Sin contrato, sin nada. Dos años después, hice caso a mi estúpido abogado y a mi estúpido contable, y puse todo a su nombre. Me ahorré algún dinero en impuestos, pero ¡mira en qué situación me encuentro!
Jasmine sonrió y dijo:
– ¿Y qué tal estuvieron las mamadas, después de todo eso?
– Bien -dijo él-. Pero no como las que me haces tú.
– Si tú murieras, estaría muy bien ser la madre de Nicky -dijo Jasmine-. Habría maneras de obtener parte de la fortuna del niño.
– ¿Por qué hablas así, Jasmine? -dijo Alí-. ¡Para ya! Me das asco.
– Sólo estoy diciendo lo que tú debes de estar pensando -dijo Jasmine-. Si voy a hacer de espía en medio de un divorcio difícil en el que se manejan… ¿cuántos millones?
– ¡Por favor, Jasmine, para ya! -dijo Alí.
– Sólo quería decírtelo. Tengo que tener cuidado de dónde me meto, eso es todo. Ella podría tener amigos muy malos que se dieran cuenta de la enorme ventaja que supondría para ella el hecho de que tú de pronto estuvieras muerto. Y como tu agente, yo podría verme metida en serios problemas. Por ejemplo, ¿qué sabes tú sobre ese nuevo novio?
Alí se agarraba la cabeza, empezaba a dolerle.
– Nada. No sé nada.
– ¿Cómo sabes que no es uno de los que le pasaba coca en los viejos tiempos? ¿Cómo sabes lo que están tramando los dos? Podría ser un hombre muy peligroso.
– Te ruego que pares -dijo Alí.
– Sólo espero que te vayan bien las cosas, Alí -dijo Jasmine-. Por el bien de tu hijo.
– Cuando Nicky sea mayor, creo que se dará cuenta de que su madre es una arpía. Y seguro que querrá venirse a vivir con su papaíto. Eso es lo que dice mi nuevo abogado. Dice que tengo que tener mucha paciencia.
– Está bien, seguiré trabajando de incógnito para ti, pero voy a necesitar que me compenses de verdad.
– Sí, sí -dijo Alí-. Si está metiéndose coca con ese hombre, debes decírmelo enseguida. Entonces podré contárselo a mi abogado y quizá podamos solicitar al juez que me devuelva a mi hijo. Este país tiene leyes muy raras.
– ¿Quieres decir que es posible que yo tenga que ir a declarar o algo así? -dijo Jasmine-. No quisiera tener que hacer eso.
– Te pagaré, Jasmine. No te arrepentirás.
– ¿Traicionar a mi amiga? ¿Y quizá correr el riesgo de que su nuevo amiguito se entere? Eso tiene que valer mucho.
– Te pagaré con creces -dijo Alí-. Nicky es mi vida.
– Está bien, veré lo que puedo hacer -respondió Jasmine.
– Gracias, Jasmine, gracias -dijo Alí-. Ahora por favor ven aquí y hazme sentir como un hombre una vez más.
– No, otra vez, no -murmuró Jasmine, pero aun así se arrodilló frente a Alí, y mientras él se bajaba la cremallera, deseó que hubiese tomado Viagra.
Capítulo 12
La tarde siguiente el oficial Tony Silva tomó una fotografía excepcional en Laurel Canyon. Un productor de películas pornográficas que iba borracho al volante de un Ferrari cuando volvía de rodar todo el día en un estudio de Ventura Boulevard, en San Fernando Valley, había dado un volantazo que le hizo estrellarse directamente contra un par de árboles de eucalipto. La parte delantera del coche estaba dañada, pero el airbag nunca se activó.
El cuervo regresaba de ocuparse de otra de las constantes quejas contra los paparazzi, que esta vez procedían de un actor de segunda, uno de esos que vivían en casas alquiladas en las colinas, cuando se encontró con el accidente, del que había avisado un vecino de la zona. Sin embargo, Tony Silva no fue el primer policía en llegar. El oficial FX Mulroney ya estaba allí.
La motocicleta del LAPD estaba aparcada a pocos metros del Ferrari, cuyo motor aún estaba encendido, mientras que el conductor, que más tarde daría una tasa muy elevada de alcohol en sangre en la prueba de alcoholemia, lanzaba miradas de pánico por encima de su hombro izquierdo. El productor estaba concentrado en lo que él creía que era la carretera, pero en realidad se trataba de un espacio abierto entre los dos árboles, donde su coche había quedado encajado e inmóvil.
Con décadas de experiencia en asuntos como ése, el motorista FX Mulroney comprendió de inmediato que el hombre aún estaba intentando lidiar con las curvas de la carretera, sin duda todavía veía doble. Y para cuando Tony Silva se bajó del Ford Explorer de la CRO, FX Mulroney ya llevaba allí un buen rato y le faltaba el aire a causa de la «persecución» del Ferrari.
Más tarde, Tony Silva dijo que si hubiese tenido una videocámara su grabación podría haber sido un éxito en Internet, pero lo único que tenía era la cámara del móvil. En las fotos que tomó aparecía FX Mulroney, con su traje completo de motorista, conduciendo junto al Ferrari y gritándole al productor de películas pomo «¡Deténgase! ¡Detenga el maldito coche!», mientras éste aceleraba y miraba hacia atrás, desesperado por huir del inclemente policía que, como en un sueño -o en este caso, una pesadilla-, parecía estar persiguiéndolo… ¡a pie!
– ¡No quiero tener que dispararle! -gritaba FX Mulroney-. ¡Acérquese al arcén y apague el motor!
Luego, como siempre, FX se pasó de rosca y gritó:
– ¡Cuidado con la mujer y con el bebé! ¡Muévase a la derecha! ¡A la derecha!
Por un momento el motor de alto rendimiento alcanzó el máximo de revoluciones y las ruedas giraron abruptamente, lo que provocó que el coche subiera unos treinta centímetros por el tronco del eucalipto más grande, con las llantas humeantes y el motor rugiendo. Pero luego bajó otra vez, y tosió y escupió hasta que finalmente se fundió el motor. FX Mulroney reparó entonces en el oficial Tony Silva, pero no podía hablar. Tuvo que inclinarse hacia delante con las manos sobre las rodillas para coger aire después de tan larga «persecución». Luego se incorporó, se quitó las gafas de aviador y dijo en dirección a la cámara:
– Me alegro de que este cabrón por fin haya parado. Me estaba quedando sin gasolina.
El productor porno levantó la vista y miró al viejo motorista, que se hallaba junto a su coche. Y con los ojos a media asta, abrió la puerta y dijo:
– Lo felicito, oficial. Un par de veces creí haberlo perdido, pero he terminado atrapándolo.
A Ronnie le parecía que Bix había estado raro durante casi todo el día. Estaba inquieto, agitado, nervioso. Llevaban ya varias horas tocando puertas, encargándose de las miles de llamadas de los quejicas crónicos que tan bien conocían en la CRO. Era un trabajo tedioso para el que Bix solía tener el temperamento perfecto. Pero no hoy. No tenía la paciencia de siempre. Sus respuestas, tantas veces practicadas, no parecían tan sinceras. Cuando alguien estaba contándoles sus problemas, sobre la mayoría de los cuales no podían hacer nada, miraba su reloj. Lo cierto es que quienes llamaban eran personas solitarias que querían un poco de atención por parte de las autoridades, pero que lo único que tenían a mano eran los cuervos de Hollywood Sur.