Выбрать главу

Mas era inútil. Mucho de la actitud profesional de Nadine se le había contagiado en el poco tiempo que llevaba trabajando con ella, pero, al ver que las palabras y los números danzaban sin sentido ante sus ojos, tuvo que enfrentarse al hecho de que todavía estaba consternada.

– Es imposible -le dijo a Nadine cuando ésta colgó el teléfono-; mi cerebro parece estar muerto.

– No me sorprende -Nadine le sonrió compasivamente.

– ¿Te importaría mucho si me fuera a mi casa?

– ¿Pero estarás bien? Todavía te veo muy pálida.

– Estaré bien, gracias -le aseguró Kelsa y salió del edificio, dándose cuenta de lo desorientada que estaba cuando, en el estacionamiento, no encontraba su coche; finalmente recordó que estaba en el taller.

Entonces le pareció buena idea concentrarse en una cosa a la vez y, lo más importante primero, decidió caminar hasta el taller para recoger su coche… si ya estaba listo. La entrada al estacionamiento le quedaba más cerca al camino que debía tomar; pero, acababa de cruzar hasta ese punto, cuando entró rápidamente un elegante coche Jaguar negro que casi la atropella.

Instintivamente, saltó fuera de su camino, pero cuando el coche se detuvo y Kelsa caminó unos pasos hacia la ventanilla del conductor, se confirmaron sus temores, al mirar los hostiles ojos de Lyle Hetherington.

Como ella, él también había sufrido un choque emocional ese día; pero una mirada a su expresión iracunda le confirmó a Kelsa que a él no le hubiera molestado en lo absoluto haberla atropellado. De pronto, el brío que la había abandonado, le revivió.

– ¡Me iré antes de los tres meses, si tanto le molesta! -explotó; lo que no se esperaba era que él la atacara con una expresión malévola y volcánica:

– ¿Para qué irse? ¡Si es propietaria de la mitad del maldito negocio!

Aunque aturdida, Kelsa trataba de encontrar una réplica áspera; pero lo único que se le ocurrió fue alzar la barbilla y replicar desdeñosamente:

– ¡No había pensado en eso!

– ¡Cómo no! -gritó él y estaba tan encendido que, sin importarle que ella estuviera cerca del coche, puso el pie en el acelerador y arrancó rápidamente.

“¡Cerdo!”, pensó ella y quedó tan alterada por ese encuentro, que después no recordó cómo llegó al taller automotriz.

Capítulo 5

El chisme en la oficina acerca de la herencia de Kelsa, fue el tema dominante el siguiente par de días.

– Supongo que me corresponde felicitarla -dijo cortésmente Ramsey Ford, que era más o menos de la misma edad que Garwood Hetherington, al detenerse frente al escritorio de Kelsa, el viernes.

– Gracias -murmuró ella, mirando el sagaz semblante. Parecía sincero.

– No creo que piense quedarse como asistente de Nadine, ¿verdad? -comentó él con la misma sonrisa cortés.

Si él sugería que, con su nueva riqueza y las acciones de la compañía, ella pensaba en formar parte de la junta directiva, Kelsa no se sintió capaz de enfrentarse a eso y sólo respondió amablemente:

– No tengo planes por el momento, mas que seguir trabajando con Nadine unos meses hasta que las cosas se estabilicen.

– Muy bien -él le dirigió otra sonrisa y siguió su camino.

Ese mismo viernes, aunque ambas estaban muy ocupadas, parecía que había un solo tema que dominaba sus conversaciones.

– ¿Todavía sientes el impacto del choque? -preguntó Nadine, cuando se tomaron cinco minutos para tomar una taza de té, en la tarde.

– Son tantas cosas que tengo que absorber -suspiró Kelsa-. Todavía me parece increíble… Desde luego, me agradaba mucho el señor Hetherington.

– Uno no podía trabajar todos los días con él y no apreciarlo -convino Nadine, comprensivamente.

– Pero hasta hace seis semanas, yo nunca lo había conocido. Sólo porque él recordó mi nombre, me incluyó en el grupo que tú entrevistaste cuando… -algo en la expresión de Nadine hizo que Kelsa se interrumpiera-. ¿Acaso dije algo malo?

– Pues… tal vez no debiera decirte esto -repuso Nadine pensativamente-; pero, de hecho, tú fuiste la única que entrevisté.

– Yo… -Kelsa no le veía ni pies ni cabeza al asunto. Aunque sólo se trataba de ser la asistente de la secretaria particular, era un empleo muy apreciado y muy confidencial-. No lo entiendo -tuvo que confesar.

– Tampoco lo entendía yo; pero el señor Hetherington nunca hacía nada sin un motivo, así que cuando me dijo tu nombre y que te entrevistara, pero que… pasaras la prueba o no, que te contratara yo, pues…

– ¿Qué? -exclamó Kelsa, traumatizada nuevamente, y empezó a preguntarse hasta cuándo terminaría de recibir esos impactos, desde que murió su patrón.

– No te preocupes -la tranquilizó Nadine-; has demostrado tu valía desde que trabajas conmigo.

Pero Kelsa sí estaba preocupada y lo único que se le ocurrió decir fue:

– Tú sabes que no había nada… nada… entre el señor Hetherington y yo… ¡Que no tenía una aventura amorosa con él!

– Conociéndote a ti y conociéndolo a él, estoy segura de que no había nada entre ustedes -le aseguró Nadine.

– Quisiera que Lyle Hetherington fuera tan fácil de convencer -suspiró Kelsa.

– ¿Él piensa…? ¡Oh, Dios mío! -exclamó Nadine, pero después de un instante, agregó-: Bueno, no puedes esperar… -titubeó y luego continuó-: Para ser justos, Kelsa, él ha recibido un choque tremendo -y mientras Kelsa se abstuvo de contarle que él la había acusado de tener relaciones amorosas con su padre antes que éste muriera y que se leyera el testamento, Nadine prosiguió-: El que tú hayas heredado en esa forma, puede perjudicar seriamente sus planes futuros.

– ¿Cómo? -exclamó Kelsa.

– Fácil. Aunque él tenía sus propias acciones antes que su padre le dejara la mitad de sus valores, eso todavía no le da el control mayoritario de la compañía, que él necesita.

– ¿Y si su padre le hubiera dejado todo a él, tendría el cincuenta y uno por ciento de los valores? -preguntó Kelsa, sin saber mucho de cómo funcionaban esas cosas, pero suponiendo que eso sería lo que él necesitaría.

– Probablemente más -conjeturó Nadine-. Aunque no conozco los detalles de los planes de diversificación de Lyle, diría yo que él necesita mucho dinero para llevarlos a cabo. Ahora que ha perdido la fuerza del voto de su padre, creo que tú, Kelsa, tienes el poder de bloquearlo.

– ¡Santo cielo! -exclamó Kelsa y se fue a su casa esa noche, con muchas cosas en qué pensar.

Nuevamente, no partió hacia Drifton Edge y para el lunes, tuvo que reconocer que, aunque había aprendido mucho en su trabajo, todavía era una novata en cuestión de grandes negocios. El correo del sábado le trajo un grueso sobre de Burton y Bowett abogados, con una carta de Brian Rawlings describiendo detalladamente toda una lista de sus bienes, finanzas y valores, con la seguridad de que cualquier problema o duda que tuviera no vacilara en comunicarse con él.

¿Dudas? ¡Le tomaría un año analizar todo!

Después de una hora de examinarla, dejó la carta a un lado y salió a caminar un poco para despejar la mente.

Mientras caminaba y pensaba en todo el tiempo que necesitaría para entender sus nuevas finanzas, se le ocurrió que probablemente a los señores Burton y Bowett también les tomaría como un año terminar su parte del asunto. Con los impuestos a la sucesión y los impuestos sobre utilidades del capital de los que ella había oído hablar, empezó a pensar que en Burton y Bowett tendrían demasiado trabajo.

Por primera vez en mucho tiempo, Kelsa se sintió un poco más relajada y entonces pudo llegar a la conclusión de que, si era probable que pasara todo un año antes que sucediera algo, ella podía tomarse su tiempo para llegar a una decisión.

Le tomó un buen rato asimilar la impresión que había recibido, y cuando empezaba a recuperarse, su primera reacción fue decirle a los abogados que ella no quería el dinero o las acciones o lo que fuera. Pero Nadine aseguró que el señor Hetherington nunca hacía nada, sin un motivo y desde entonces, esas palabras le daban vueltas en la cabeza.