Выбрать главу

– ¡Mis nombres! -exclamó Kelsa.

– Una niña cuyos padres fueron March Whitcombe y Garwood David Hetherington -continuó Lyle.

– ¡No! -exclamó ella y tan sobresaltada que sintió que palidecía, un hecho que no escapó a los duros ojos de Lyle, pues de pronto su tono cambió.

– ¿Está usted bien? -preguntó con algo de preocupación-. Parece que se va a desmayar.

Ella negó con la cabeza mientras trataba de dominarse.

– Estoy bien -murmuró-; un poco consternada, pero…

– ¿No lo sabía?

– ¡Eso no es verdad! -negó ella-. Mi padre era…

– Lo lamento; pero así es -y acercándose a ella, le mostró el acta de nacimiento.

Kelsa tomó la hoja de papel, pero, al bailar las letras delante de sus ojos, pasó un par de segundos antes que pudiera leer que el siete de diciembre, en el Hospital General de Inchborough, March Whitcombe dio a luz una niña, llamada Kelsa Primrose March. El padre de la niña era Garwood David Hetherington.

– ¡No lo puedo creer! -murmuró ella, todavía temblorosa.

– Yo tampoco podía creerlo -agregó Lyle-, pero no hay equivocación posible. De acuerdo con ese documento, mi padre fue personalmente a registrar su nacimiento. No sólo declaró que él era el padre, sino que dio la dirección de donde vivía entonces… la dirección donde él y mi madre vivían, antes que compraran su casa actual -Kelsa no sabía si él pensaba en su madre y en cómo su marido le fue infiel, pero apareció un tono de dureza en su voz al preguntarle-: ¿No tenía usted idea?

– En lo absoluto -replicó ella, perpleja, sintiendo una explosión de emociones tan conflictivas en su interior, que lo único que podía hacer era quedarse mirando el papel fijamente. Hubo silencio un momento, tal vez porque Lyle Hetherington advirtió la impresión que le había producido a Kelsa y dejaba que ella asimilara la noticia. Kelsa seguía sentada, apabullada, con la vista en el acta de nacimiento que tenía en las manos. De pronto exclamó con fuerza-: ¡Él no era!

– ¿Quién no era? -la retó Lyle, mirándola como si hubiera perdido el juicio.

– ¡El señor Hetherington… él no era mi padre!

– ¡Caramba! ¿Qué mas prueba quiere que esa acta de nacimiento?

– ¡Pero no es mía! -exclamó ella-. No es mi acta de nacimiento.

– ¿Usted no es Kelsa Primrose March…?

– Lo soy, pero mi cumpleaños es el cuatro de diciembre y…

– Pudo haber un error.

– ¡Y el año está mal! Yo tengo veintidós años. Esta Kelsa Primrose March tiene veinticuatro -dijo y cuando Lyle se acercó a tomar el acta de nacimiento, continuó-: Y yo no nací en Inchborough -entendió que, después del tremendo impacto que había recibido, no se hubiera dado cuenta antes, de lo equivocada que estaba el acta-. Yo no nací en un hospital, sino en la casa de mis padres, en Drifton Edge, Herefordshire -Lyle volvió su seria mirada del acta hacia Kelsa, dudando obviamente de lo que ella decía-. Y yo -dijo ella- puedo probarlo.

– ¿Puede? -preguntó él, con tensión en la voz.

– Sí puedo.

– ¡Pues hágalo!-expresó él con aspereza.

Kelsa ya estaba en camino de su escritorio.

– Yo no tenía idea de que mí madre y su padre se conocían, mucho menos de que eran amigos. Él nunca…

– ¡Amantes! -interrumpió él con brusquedad-. ¡Eran amantes!

– Puede ser que fueran amantes -convino ella-; pero… -sacó un sobre de un cajón- esto demuestra quién era realmente mi padre -no pudo continuar porque Lyle, siempre impaciente, le arrebató el sobre de la mano y lo abrió-. ¡Vea! -señaló ella, extendiendo el brazo sobre el de él, indicando la sección que estaba leyendo-: Lugar de nacimiento… mi casa de Drifton Edge… y observe la fecha: dos años después de la fecha de su acta de nacimiento. Nombre de la madre, la misma March Whitcombe; pero el nombre del padre es Frank Thomas Stevens. Hasta tengo su acta de matrimonio, si la quiere ver.

– Eso no tiene importancia -dijo Lyle con viveza, pero ella advirtió que aunque el estaba tenso, se mostraba un poco menos forzado que antes. También se dio cuenta de que, aunque él podía leer muy bien sin su ayuda, ella seguía parloteando por el impacto. Y luego supo que había más evidencia física, además de su palidez, de su estado emocional-. Le está temblando la mano -dijo él y Kelsa metió rápidamente las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla.

– Me ha lanzado un bombazo -replicó ella y, habiéndose repuesto de la breve creencia de que Lyle podía ser su hermano, tenía que enfrentarse al nuevo choque de saber que su santa madre había tenido una aventura amorosa… y con un hombre casado-. Nunca supe que mi madre había tenido otra hija.

– ¿Tiene algo de coñac? -preguntó él, con la mirada menos dura.

– ¿Quiere usted tomar algo?

– ¡Para usted, tonta! -repuso él y, por primera vez desde que lo conocía, le sonrió.

– Pues… no tengo nada de eso -replicó ella, sintiendo algo raro en su interior-. ¿Le gustaría tomar un café?

– Yo lo prepararé -dijo él de inmediato y, para asombro de Kelsa, él se dirigió a adueñarse de la cocina.

Cuando regresó, Kelsa se había dejado caer en el sofá, con la cabeza llena de confusión y recuerdos incongruentes.

– Esto no es café… ¡Es té! -exclamó al probarlo.

– Dicen que es bueno para los sustos -le informó él y fue a sentarse junto a ella en el sofá-. ¿Ya se siente mejor?

– Bastante desconcertada -confesó ella, sintiendo tal corriente afectiva hacia él, que parecía que nunca hubo un momento en que ella quisiera golpearlo, ni él estrangularla-. Me vienen a la mente pequeñeces, cosas a las que no había prestado atención antes, pero ahora que ya sé… que su padre creía que yo era su hija… empiezan a tener significado.

– ¿Cómo cuáles? -la instó él.

– Ah… mi primer encuentro con él. Yo me parezco mucho a mi madre y ahora me doy cuenta de que su padre notó ese parecido inmediatamente. Mencionó mi sonrisa, que es como la de ella, y me preguntó mi nombre.

– Y usted le dijo que era Kelsa Prim…

– ¡No! ¡Eso no lo haría yo! Sólo dije que era Kelsa Stevens y él comentó que era un nombre poco usual y me preguntó si tenía otros nombres.

– Qué raro que no le dio un ataque al corazón cuando se los dijo usted -comentó Lyle en voz baja.

– ¿Sí cree usted que fue una coincidencia que haya yo venido a trabajar a Hetheringtons? Le aseguro que no sabía nada acerca de su padre y mi madre.

– Eso es obvio -convino Lyle, al ver la evidencia ante sus ojos-. Está pálida y temblorosa por lo que le lancé. Pero prosiga. Usted le dijo a mi padre que se llamaba Kelsa Primrose March… ¿Cómo reaccionó él?

– Sugirió, por mi tercer nombre, que tal vez había yo nacido en marzo.

– Vaya que podía ser astuto el viejo -comentó Lyle-. Y, desde luego, usted le dijo que había nacido en diciembre.

– Sí; y también, que me pusieron el nombre de March por mi madre.

– Y en unos minutos, él redondeó la idea. Y lo siguiente que usted supo fue que la transfirieron de la sección de Transportes a la oficina de mi padre.

– Yo soy buena en mi trabajo -aclaró Kelsa, pero también sintió que debía confesar-: Aunque apenas el viernes pasado Nadine me confesó que el señor Hetherington le pidió que me diera el empleo, cualquiera que fuera el resultado de la entrevista.

– Es obvio, ¿no?, que habiendo sido privado de conocer a su hija Kelsa todos esos años, la quería tener donde pudiera verla todos los días y conocerla mejor.

Kelsa advirtió que probablemente Lyle tenía razón en eso.

– ¿Pero por qué nunca me dijo nada acerca de que él creía que yo era su hija? -preguntó.

– ¿Quién sabe? Hay varias posibilidades. Pudo pensar que usted sabía que él era su padre, pero que fue legalmente adoptada por Frank Stevens. O s que no lo sabía y que nunca había visto el original de su acta de nacimiento. Pero sea lo que fuere lo que él creía al respecto, me hace pensar que planeaba en un corto plazo, anunciar el hecho públicamente o, cuando menos, decirme a mí que tenía yo una hermana.