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– Yo los tengo todos -dijo él-. Pregúntale a cualquiera de los que han trabajado conmigo.

– Bueno, tú has trabajado conmigo -dijo ella, mirándolo a los ojos-. Y he de decir que no lo he notado.

– ¿Te has olvidado de lo que me hizo venir aquí en primer lugar?

– A lo mejor has cambiado.

Él la miró y casi la creyó. Nunca se había percatado de que su vida anterior tuviera algo malo. Lo único que le importaba eran sus pacientes. Pero desde que había ido allí…

– Eres el hombre más compasivo que he conocido nunca -susurró ella, y lo agarró del brazo-. Eres amable, cariñoso y…

El bebé que Luke tenía en los brazos entornó los ojos y miró a ambos. Después, abrió la boca como un pajarito.

Faith y Luke se rieron, pero él dejó de sonreír en cuanto la miró a ella. Estaba pálida, y cuando se retiró un mechón de la frente, los dedos le temblaban ligeramente. Frunciendo el ceño, Luke le acarició la barbilla y notó que estaba sudando.

– ¿Estás bien?

– Claro -pero no sonrió ni lo miró a los ojos-. Ha sido un día largo.

Luke meció al bebé, que se había puesto a llorar, sin dejar de mirar a Faith.

– Después de un largo día, uno bosteza, pero no tiene aspecto de que se vaya a desmayar -se puso en pie-. Siéntate -le ordenó-. Faith…

– Es posible que sólo sea ese estúpido virus -dijo ella, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

– ¿Cuándo fue la última vez que te has hecho un análisis? -ella se puso tensa-. Hace tiempo, ¿no?

– Estoy bien.

– Estás agotada y algo va mal. Deja que te saque una muestra de sangre.

– No.

– Faith…

Ella se acurrucó en la silla.

– ¿Quieres ser un buen médico? Pues ocúpate de Ally mientras yo descanso cinco minutos.

La noche siguiente, Faith decidió descansar. Estaba sentada delante del televisor comiendo palomitas dulces de maíz, vestida con un chándal, una camiseta v sus zapatillas de conejo.

Había hecho las cuentas y estaba sorprendida porque había podido pagar más facturas de las que esperaba. También había hecho el pedido y había organizado el horario de sus empleados.

Cuando llamaron a la puerta, se sobresaltó.

¿Una emergencia? No, porque de haber sido una emergencia habrían llamado abajo, y no a su casa.

Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Reconoció la silueta de Luke y, al instante, se le endurecieron los pezones.

¡Al fin había ido a por esa sesión de sexo salvaje que ella le había prometido! Sólo de pensarlo, le temblaron las piernas. ¿Cuándo aprendería? Tenía que ir por casa vestida de seda y encaje, no con algodón viejo.

– ¿Vas a dejarme pasar? Abre la puerta, Faith.

«Sí, abre la puerta, Faith». Tardó un instante porque se puso nerviosa al imaginárselo desnudo. Se recolocó la horquillas que llevaba en el cabello, se subió los pantalones que no paraban de caérsele y estiró de la camiseta desteñida.

– Lo siento, yo…

– Ya basta -dijo él, mirándola a los ojos-. Estás preciosa, Faith. Se me olvida lo preciosa que eres, luego te veo y me quedo sin respiración.

– Yo… No sabía que me veías así -dijo ella con nerviosismo.

– Entonces no prestas atención.

– Luke…

– ¿Te has olvidado de lo que pasa cuando nos besamos?

– Um… no.

– Bien. Recuérdalo, ¿de acuerdo?

De pronto, Faith se percató de que Luke tenía la mano detrás de la espalda. y la miraba como si fuera uno de sus pacientes.

– Sentémonos -dijo él-. ¿Qué estás viendo?

Él nunca se había interesado por algo tan mundano como la televisión. Nunca había sido tan cariñoso.

– ¿Por qué me tratas tan bien de repente?

– ¿De qué estás hablando? Siempre soy encantador -cuando ella lo miró, él suspiró-. De acuerdo, la verdad… -sacó la mano de detrás de la espalda le mostró un kit de análisis de sangre.

– No…

– Sí -la agarró de la mano-. No tienes por qué tener miedo, soy muy bueno sacando sangre…

– No tengo miedo de la aguja.

– Bien, porque sospecho que tienes un problema de azúcar.

– ¡No!

– Mira, Faith, hazme caso, ¿de acuerdo? Sé que crees que tienes ese virus…

– Lo tengo…

– Pero creo que hay algo más, y no puedes seguir ignorándolo, no es seguro.

Lo que no era seguro era que ella hubiera pensado que él había ido allí por otros motivos.

– Yo me ocuparé de mí misma.

– Eso es ridículo. Estoy aquí y soy capaz de encontrar las respuestas que necesitamos. Tomaremos una pequeña muestra y… -ella escondió el brazo detrás de la espalda-. Sólo es un pinchazo en un dedo.

Lo que ella necesitaba era que se marchara, que la dejara a solas con el televisor v con su estilo de vida en el que no tenía sitio para un hombre. Pero antes de que pudiera decírselo, tenía el brazo extendido apoyado sobre su pierna y él le limpiaba el dedo con un algodón mojado en alcohol.

– De acuerdo, te mentí. No me gustan las agujas.

– ¿De veras? -dijo él.

– ¿No se supone que deberías estar distrayéndome?

– Si te portas bien, te daré un chupa chups.

– ¿Tienes un chupa chups?

– Bueno, no… -sonrió él-. De acuerdo, elige otro premio. Cualquier cosa.

«Tú», pensó ella. «Te elijo a ti.

– ¿No se te ocurre nada? -le acarició el brazo-. Tengo que admitir que me sorprendes, Faith. Parece que siempre sabes lo que quieres. No dejes de respirar… Relájate, sólo es un pequeño pinchazo…

– ¡Ay! -gritó ella, pero no era para tanto.

Luke era bueno en ello. Tal y como le había prometido.

Faith tenía la sensación de que era bueno en todo lo que se proponía. Le presionó el dedo para sacarle unas gotas de sangre.

– ¡Ay! -se quejó de nuevo.

– Eres como un bebé grande.

– No lo soy, yo…

– Shh -le puso una tirita en el dedo y puso en funcionamiento la máquina para analizar el azúcar.

Si resultaba que él estaba en lo cierto y ella era hipo o hiperglucémica, Faith se moriría de vergüenza. Allí estaba ella, una profesional de la salud, ignorando la suya propia.

Pero, por supuesto, él estaría equivocado. Ella sólo era sensible al virus de la gripe…

Con mucha dulzura, Luke llevó el dedo de Faith junto a sus labios.

– ¿Mejor? -murmuró con delicadeza, y ella se derritió. Se hubiera derretido sobre su regazo de no ser porque la máquina de análisis comenzó a pitar.

Él la miró y dio un largo silbido.

– Supongo que vas a decirme que es el virus, y no esas palomitas dulces lo que han hecho que tu azúcar en sangre doblara el nivel normal, ¿verdad?

Capítulo 8

Al día siguiente, Luke todavía pensaba en ello. Faith había llegado a importarle más de lo que esperaba, y maldita sea, estaba preocupado. Se preocupaba por ella igual que se preocupaba por cada paciente.

Bueno, quizá no exactamente igual. Ella había ido al laboratorio del hospital para que le hicieran un análisis completo. Le habían diagnosticado diabetes, algo que podría controlar con la dieta.

Luke sabía lo que Faith sentía hacia la medicina natural, sabía que haría una dieta adecuada, ejercicio y que lo mantendría bajo control. Sabía que era inteligente y que se cuidaría.

Pero eso hacía que él sintiera ganas de cuidarla. E insistiría para que lo hiciera.

Al día siguiente fue a verla a su casa y ella no contestó cuando llamó a la puerta. Perfecto. Un mensaje bien claro. Podía soportarlo.

El siguiente sábado, en la clínica, ella se comportó con frialdad. Igual que él. Le había enviado por correo electrónico todo tipo de información acerca de la diabetes, y ella le había dado las gracias de forma educada. Le contó que Shelby y ella habían trazado un plan de dieta para controlar el azúcar en sangre, que estaba bien, que muchas gracias y que se verían el sábado.