En ningún momento hizo mención al sexo, maldita sea.
Concentrarse en el trabajo del hospital lo ayudó bastante. Después de su turno, pasó por delante de la enfermería, tal y como hacia miles de veces al día. Puesto que trabajaba a menudo con varias de las mujeres que estaban allí, sonrió.
Todas se pararon de golpe y lo miraron.
– ¿Algún problema? -preguntó extrañado, mirándose de arriba abajo.
Una de las enfermeras soltó una carcajada.
– No. Está bien… o eso creo.
– Es sólo que nunca nos había sonreído -dijo una enfermera de la que no recordaba el nombre.
¿De veras nunca había sonreído a una enfermera? ¿Ni una vez?
– ¿Está segura?
– Segura -dijo una tercera.
– He debido de…
– Nunca -dijo ella, y al ver que él no se convencía, le pregunto-. De acuerdo, a ver, ¿cómo me llamo?
Luke odiaba admitir que no lo recordaba, pero lo que más odiaba era la sonrisa de «te lo dije», con la que la enfermera lo miraba. Cielos, era un verdadero cretino.
La primera enfermera sintió lástima por él.
– Quería decírselo, creo que la clínica es la que le está haciendo bien. Parece que está más… suave.
¿Suave? Luke comenzó a fruncir el ceño, pero la enfermera le dio una palmada en el brazo.
– ¡Es algo bueno! Siga así.
– Y sonriendo también -dijo la otra-. Le queda muy bien.
Después, se despidieron y él comenzó a andar de nuevo.
Esa vez, mantuvo la mirada al frente en lugar de mirar los papeles que llevaba en la mano. Sucedió algo curioso, la mayor parte de la gente mantenía el contacto ocular, e incluso sonreía.
Pero, de camino al coche, era en la sonrisa de una pelirroja en lo que él no podía dejar de pensar. Había pensado mucho en la oferta que ella le había hecho, aquella en la que ambos estarían desnudos y jadeando, y se preguntaba cómo era que nunca habían llegado a estar así. Las mujeres de parto y los problemas de azúcar en sangre se habían interpuesto en su camino.
Luke estaba dispuesto a rectificar eso. Caminaba hacia el aparcamiento del hospital tratando de pensar cómo hacerlo cuando vio que Faith estaba allí, de pie junto a su coche, dándole patadas a la rueda trasera.
A una rueda pinchada.
– ¡Toma! -le dio otra patada y se hizo daño en el dedo meñique del pie.
Se agachó para presionárselo y perdió el equilibrio. Luke la agarró del brazo para estabilizarla.
– ¿Te lo has roto?
Al verlo, ella se sorprendió y perdió por completo el equilibrio.
Terminó entre los brazos de Luke. Él se aprovechó de la situación y le acarició la espalda, enterró el rostro en su cabello y cerró los ojos.
– Lo siento -murmuró ella.
– ¿Por qué? -dijo él acariciándole el cuello con los labios.
– Porque… -no pudo terminar porque Luke le mordisqueó el cuello. Ella cerró los puños y arqueó el cuerpo. Cuando se lo hizo de nuevo, dijo con un gemido-, Luke…
– Sabes muy bien -murmuró él-. Demasiado bien. Llevo semanas pensando en esto -y acercó la boca a la de ella.
– Oh, cielos -dijo una voz femenina detrás de ellos-. Discúlpennos…
Luke miró a las mujeres y comprobó que eran las enfermeras con las que acababa de hablar en el interior. Los miraban con la boca abierta.
– Buenas tardes -dijo él.
– Buenas tardes -contestaron, sin dejar de mirar. De pronto, se miraron entre ellas y se marcharon deprisa.
– ¡Cielos! Tiene novia -se oyó un susurro-. A lo mejor es un hombre simpático.
Luke soltó una carcajada.
– Sin duda tenía un problema de relación social.
– ¿Tenías?
Él la miró a Faith a los ojos.
– Antes de conocerte -ella lo miró desconcertada-. No importa -dijo él, y la abrazó-. ¿Cómo sabías a qué hora salía?
– No lo sabía. He venido a ver a un paciente.
Claro. La vida de Faith no giraba alrededor de él. Luke la soltó y dio un paso atrás.
– Por supuesto.
Ella se mordió el labio inferior; estaba tan guapa bajo la luz de la luna, que Luke tuvo que meter las manos en los bolsillos para comportarse.
– Pero verte es un plus -dijo ella.
– Claro.
Faith sonrió y lo miró con cara de broma.
– Lo es -insistió ella-. El mejor plus de la noche, después del brownie sin azúcar que he tomado para el almuerzo.
– Me has estado evitando desde que te hice la prueba del azúcar, así que no me hables de pluses. Y será mejor que compruebes que no tenías azúcar, a veces esas etiquetas…
– No tenía -insistió ella-. Y a lo mejor te he evitado por vergüenza.
– ¿Vergüenza? ¿Por qué?
– Se supone que soy una profesional de la salud. Queda un poco mal que no sea capaz de cuidar ni de la mía propia. Soy diabética, y pensaba que era la gripe.
– Has estado muy ocupada.
– Soy estúpida. Estúpida -repitió ella, al ver que Luke iba a negarle-. Y por lo menos, te debo las gracias.
– Las acepto -dijo él, y se puso tenso al ver que Faith se acercaba para darle un beso. Él estaba dispuesto a abrazarla, pero tras un rápido beso en los labios, ella se retiró hacia atrás.
– ¿Eso es todo? -preguntó él.
Ella soltó una carcajada.
– Creo que es una manera agradable de dar las gracias.
– ¿De veras? Esperaba algo mejor -de nuevo, metió las manos en los bolsillos-. ¿Y qué le ha pasado a tu rueda?
– No tengo ni idea. Tendré que llamar a la grúa porque no tengo rueda de repuesto.
Él sacó el teléfono móvil del bolsillo y se lo entregó para que llamara. Después escuchó cómo discutía con el operador sobre el tiempo de espera.
– Diles que lleven el coche a tu taller -dijo él-. Yo te llevaré a casa -cuando fue a devolverle el teléfono, Luke entrelazó los dedos con los de ella-. Primero vamos a cenar -dijo señalando un café que había en la otra acera-. La comida está hecha para saturar las arterias, pero es deliciosa.
– ¿Cenar?
– Cenar.
– ¿Como en una cita?
Luke no pudo evitar reírse.
– Una tontería después del tipo de relación que me habías propuesto, ¿no crees?
– Creo que ese otro tipo de relación… quizá debiéramos olvidarlo.
– Te equivocas.
– ¿De veras?
– De veras.
Ella se humedeció los labios de manera sugerente.
– Faith, no hagas eso a menos que quieras que nos saltemos la cena y vayamos directamente a la cama.
Ella lo hizo de nuevo.
Él dio un paso adelante y la agarró por la cintura.
– De acuerdo, no quieres cenar.
– Cenar implica conversar -se acercó más a él-. Cenar implica conocernos más, pero habíamos acordado que, cuando terminaras en la clínica, habríamos terminado. Así que conocerse mejor sólo implica dolor. No tengo interés en sufrir, Luke -movió las caderas contra las de él-. En absoluto.
Había un buen motivo por el que las palabras de Faith no tenían sentido, y ese motivo quizá tenía que ver con el hecho de que él deseaba algo más que sexo. Pero no podía ser. Lo único que él siempre había deseado de una mujer era una apasionada relación temporal.
– ¿Luke? -lo miró con los ojos entornados-. ¿Estás listo? -le preguntó sin dejar de restregarse contra su cuerpo.
– Oh, sí, estoy listo -lijo él. La tela del top que llevaba Faith era tan fina, que él podía sentir sus pezones endurecidos. Con un dedo, le acarició el escote-. Pero primero vamos a cenar.
Luke insistió en ello, sin importarle lo mucho que ella protestara. Cruzaron la calle y comieron algo mientras esperaban a la grúa. Cuando por fin se llevaron el coche, él la miró y dijo:
– Ahora, Faith. A mi casa. Está más cerca.
– Bien -se metió en el coche de Luke-. ¿Cómo de rápido va esto?
De algún modo, él consiguió mantener el juicio y salir del aparcamiento. En la esquina, detuvo el coche en el semáforo en rojo y cometió el error de mirarla. Sus ojos ardían de deseo. Tenía la boca entreabierta y los pezones erectos contra la tela del top.
Parecía preparada para cualquier cosa. Él cerró los ojos y dijo:
– Si me sigues mirando así, no llegaremos a casa.
– Luke.
Él abrió los ojos. Gran error. Ella estaba sonriendo, y era una sonrisa de pecado.
– Hago que te excites -susurró ella sabiendo que era cierto, y él se excitó aún más.
Al ver que el semáforo no cambiaba, se acercó a ella, introdujo los dedos en su cabello y se perdió en uno de esos besos apasionados que compartía con ella.
– Oh -dijo ella cuando se separaron para respirar-. Oh, cielos.
Ella era tan dulce, que no quería soltarla.
– Faith…
Ella se quitó el cinturón de seguridad y se acercó más a él. Estaban perdidos. Luke le acarició un pecho y sintió el pezón erecto. Lo sujetó entre sus dedos provocando que ella gimiera de placer. Al oírla, él gimió también. Al ver que ella separaba las piernas, deseó poseerla.
No tenía bastante. Y tenía miedo de no llegar a tener suficiente. Metió la mano bajo su falda y le acarició la suave piel de las piernas. Tenía la sensación de haber llegado al paraíso cuando tocaron el claxon desde el coche de atrás.
– Se ha puesto verde -dijo ella entre risas.
Durante un instante, él sólo pudo mirarla, pero al oír que pitaban de nuevo, arrancó.
En el siguiente semáforo en rojo, al ver lo que Luke se disponía a hacer, ella le agarró la mano para detenerlo.
– Nos mataremos.
– Sí, pero esa es la idea -dijo acariciándole la pierna-. Me vuelves loco.
Faith lo miró con brillo en los ojos y lo agarró de la camisa para atraerlo hacia sí.
– Conduce -dijo besándolo en la boca-. Conduce deprisa -dijo, y se apartó de él.
– Conduciré deprisa murmuró él, y arrancó el coche-. Conduciré muy deprisa.