De algún modo, él consiguió mantener el juicio y salir del aparcamiento. En la esquina, detuvo el coche en el semáforo en rojo y cometió el error de mirarla. Sus ojos ardían de deseo. Tenía la boca entreabierta y los pezones erectos contra la tela del top.
Parecía preparada para cualquier cosa. Él cerró los ojos y dijo:
– Si me sigues mirando así, no llegaremos a casa.
– Luke.
Él abrió los ojos. Gran error. Ella estaba sonriendo, y era una sonrisa de pecado.
– Hago que te excites -susurró ella sabiendo que era cierto, y él se excitó aún más.
Al ver que el semáforo no cambiaba, se acercó a ella, introdujo los dedos en su cabello y se perdió en uno de esos besos apasionados que compartía con ella.
– Oh -dijo ella cuando se separaron para respirar-. Oh, cielos.
Ella era tan dulce, que no quería soltarla.
– Faith…
Ella se quitó el cinturón de seguridad y se acercó más a él. Estaban perdidos. Luke le acarició un pecho y sintió el pezón erecto. Lo sujetó entre sus dedos provocando que ella gimiera de placer. Al oírla, él gimió también. Al ver que ella separaba las piernas, deseó poseerla.
No tenía bastante. Y tenía miedo de no llegar a tener suficiente. Metió la mano bajo su falda y le acarició la suave piel de las piernas. Tenía la sensación de haber llegado al paraíso cuando tocaron el claxon desde el coche de atrás.
– Se ha puesto verde -dijo ella entre risas.
Durante un instante, él sólo pudo mirarla, pero al oír que pitaban de nuevo, arrancó.
En el siguiente semáforo en rojo, al ver lo que Luke se disponía a hacer, ella le agarró la mano para detenerlo.
– Nos mataremos.
– Sí, pero esa es la idea -dijo acariciándole la pierna-. Me vuelves loco.
Faith lo miró con brillo en los ojos y lo agarró de la camisa para atraerlo hacia sí.
– Conduce -dijo besándolo en la boca-. Conduce deprisa -dijo, y se apartó de él.
– Conduciré deprisa murmuró él, y arrancó el coche-. Conduciré muy deprisa.
Capítulo 9
Por algún milagro llegaron a casa de Luke sin tener que detenerse en otro semáforo en rojo. Él salió del coche, ayudó a bajar a Faith y la abrazó.
Después de un largo beso, Luke le acarició el labio inferior.
– Me encanta tu boca. No consigo saciarme -ningún hombre le había dicho tal cosa, nunca-. Vamos -susurró él, y la llevó hasta la puerta de la casa.
Mientras buscaba la llave ella le acarició la oreja.
La tomó en brazos y Faith comenzó a mordisquearle el lóbulo.
– Para -dijo él, y cerró la puerta de una patada. La dejó en el suelo y al ver la expresión de su rostro, dijo-: De acuerdo, no pares, pero no me hagas responsable si no llegamos a la cama porque me has vuelto loco.
Faith sentía que el corazón le latía muy deprisa. Miró a Luke a los ojos y le mordisqueó el labio inferior.
Él le capturó la boca con un beso y la apoyó contra la puerta. Ella se había preguntado alguna vez qué pasaría si él perdiera el control, y estaba a punto de descubrirlo. La idea de ser la culpable podía con ella. El deseo se apoderó de ella, de tal manera que le temblaron las piernas.
Él comenzó a acariciarle el cuerpo de forma salvaje, después, la sujetó por la barbilla y la miró a los ojos. Ella se movió para besarlo de nuevo y, cuando introdujo la lengua en su boca y él gimió de placer, sintió que se incendiaba por dentro.
– Oh, cielos… Luke…
– Sí -le acarició los pechos.
«Ahora», pensó ella, ahora estaba a punto de liberarse del profundo deseo que sentía por él.
– Luke, por favor.
– Lo sé. Lo sé -le acarició los pezones con el dedo pulgar y, al retirarse, la dejó sollozando de frustración.
Pero sus manos no la abandonaron por completo. Se deslizaron por su cuerpo hasta acariciarle el muslo. Entonces, mirándola a los ojos, metió la mano bajo su falda para acariciar su piel desnuda. Después, le acarició el trasero metiendo la mano bajo su ropa interior. La levantó del suelo para que ella pudiera rodearle la cintura con las piernas.
Faith notó cómo la parte más húmeda y caliente de su cuerpo rozaba la erección más impresionante que había visto nunca. Con un gemido, introdujo los dedos en el cabello de Luke y echó la cabeza hacia atrás mientras él se movía contra su cuerpo y le besaba el cuello y los pechos.
– Levántate el top -dijo él.
– ¿Así? -le mostró el sujetador color rosa que llevaba mientras él seguía restregando su miembro contra su entrepierna.
– Oh, sí, así. Quítate el sujetador.
Ella se lo abrió sin dejar de mirarlo a los ojos.
– Más -dijo Luke, y se lo quitó despacio.
Había algo increíblemente erótico e íntimo en el hecho de que él estuviera sujetándole las piernas para que las mantuviera abiertas y pudieran moverse al mismo ritmo, en una imitación perfecta de lo que ella deseaba que le hiciera.
Luke agachó la cabeza y rozó los senos desnudos de Faith con la mejilla, después, se los acarició con la lengua antes de introducirlos en su boca.
Era como si el mundo girara de manera descontrolada, y ella sólo pudiera sentir el ardor de su entrepierna. De pronto, él se detuvo y Faith no pudo contener un gemido.
– Sí, te gusta ¿verdad? -soltó el aire sobre su pecho mojado y provocó que el pezón se le pusiera aún más erecto.
– Por favor… -susurró ella, arqueándose contra su cuerpo con desesperación.
– ¿Faith? Te suena la falda.
Ella lo miró sorprendida y se dio cuenta de la realidad. Estaba sonando su teléfono móvil y, mirándola con frustración, él la soltó y la ayudó a ponerse de pie.
– No -dijo ella-. Se supone que Shelby está de guardia.
– Parece que las cosas han cambiado.
– ¿Crees que el destino se está riendo de nosotros?
– No, no creo en el destino. Nosotros creamos nuestro destino, y Faith, prometo que lo haremos.
– Pero no ahora.
Luke suspiró y apoyó la frente contra la de ella.
– No ahora.
Luke miraba a Carmen con furia. Ella estaba sentada en la camilla de una de las consultas de la clínica de Faith.
– ¿Qué has hecho para que se te soltaran los puntos?
Habían tenido que ir a la clínica después de hablar con Shelby y que esta les contara que estaba en casa cuidando de su madre enferma.
Eso significaba que Luke había tenido que retirar las manos del cuerpo de Faith y aceptar, como una persona adulta, otra interrupción que les impedía seguir adelante con lo que era un orgasmo asegurado.
Todavía no era capaz de caminar derecho.
Levantando el rostro, Carmen sollozó.
– No grites a mi paciente -dijo Faith al entrar en la consulta-. Estoy segura de que no quería que se le soltaran los puntos.
– Me quité la venda para rascarme, después se me olvidó ponérmela otra vez. Sin querer, me estiré demasiado para recoger una taza que se caía. ¿De acuerdo?
– De acuerdo -dijo Faith, y se interpuso entre ellos-. Pero te abriste la herida y hay que volver a coserte.
Luke suspiró. Faith todavía tenía los labios hinchados por los besos y no podía evitar recordar cómo se había quitado el sujetador.
– Quiero que lo haga ella -dijo Carmen.
– Está bien -dijo ella calmándola-. Pero esta vez tendrás más cuidado. ¿Verdad?
Carmen la miró.
– Me caes bien.
Luke se dio la vuelta con cara de frustración.
– He debido interrumpir algo bueno, ¿no? Lo siento.
Luke suspiró con fuerza.
– Uy! -Carmen se puso pálida al ver la aguja de sutura-. Otra vez no.
– Créeme, vas a tener que dormirla – dijo Luke.
– No va a ser tan doloroso -dijo Faith, pero Carmen insistió en que le dieran algún medicamento.
En menos de cinco minutos, se sentía como borracha.
– Ooh, me siento muy bien -Carmen miró a Luke-. Apuesto a que desearías no tener que llevarme a casa -se echó hacia atrás y miró el techo como si estuviera borracha-. Recordad, jovencitos, la abstinencia hace que se quiera más al otro.