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Luke refunfuñó sin más.

– Sólo bromeaba con eso de la abstinencia -dijo Carmen. Tenía la cabeza apoyada sobre la de Luke y él la llevaba en brazos desde el coche a su casa-. A veces me gusta meterme contigo, pero te quiero y deseo que seas feliz.

Luke la dejó sobre una de las camas que no utilizaba y suspiró.

– Lo sé.

– Y también bromeaba cuando te dije que no me caías bien -murmuró ella.

– Lo sé -la cubrió con una manta-. Y no sabías que eres alérgica al medicamento que te di.

– Así es -abrió los ojos un instante-. Todo es culpa tuya.

Faith opinaba que no necesitaría anestesia.

– Duérmete antes de que te estrangule -dijo Luke con un suspiro.

– Siento que mi hermana no estuviera para cuidar de mí.

– Sí. Yo también.

Ya estaba en la puerta cuando ella lo llamó de nuevo.

– ¿Y ahora qué?

– Ella es maravillosa. No se me ocurre nadie mejor para ti, así que no lo estropees, ¿de acuerdo?

– Buenas noches, Carmen.

– Buenas noches -dijo ella, y cerró los ojos.

Faith estaba sola en la cama, excitada y molesta.

Podía haberse marchado con Luke y Carmen.

Si lo hubiera hecho, en aquellos momentos estaría metida en la cama de Luke. Con Carmen al final del pasillo.

Como creía que no sería capaz de permanecer en silencio si Luke la acariciaba otra vez, sobre todo después de ver lo que le había provocado sólo con acariciarle los pechos con la lengua, decidió que lo mejor era esperar otra oportunidad. Una oportunidad en la que no hubiera público ni posibilidad de interrupción.

Esperar no debería ser tan difícil, pero al verlos marchar desde la clínica, pensó que podría morirse.

Tenía que admitir que el deseo se había apoderado de ella con cada movimiento. Ya había decidido que no había nada de malo en que eso sucediera de vez en cuando. Nada malo con tener una relación sexual satisfactoria para ambos.

Entonces, ¿por qué le molestaba la idea de que sólo fuera sexo y nada más? ¿Por qué se preocupaba con la idea de estar con un hombre que no la amaba y que, probablemente, nunca la amaría?

Porque empezaba a estar enamorada. Eso era.

Y era lo bastante anticuada como para pensar que, si ella se enamoraba, él también debería enamorarse.

Capítulo 10

La semana pasó volando. Una de las noches, Faith salió a cenar con el personal de la clínica. Otra, vio una película con Shelby. Pasó una tarde en la biblioteca, leyendo por placer, y otra, haciendo la compra, algo que era más complicado que antes teniendo en cuenta su nueva condición de diabética.

Controlar el nivel de azúcar en sangre era más difícil de lo que nunca habría imaginado. E incluso, con todo el tiempo que dedicaba a ello, no conseguía tenerlo controlado.

El virus de la gripe habría sido mucho mejor.

Y respecto a por qué evitaba a Luke, la clave era el dolor que éste le producía. No un dolor físico, sino uno mucho peor, dolor de corazón.

El sábado, Luke apareció en la clínica y no dijo nada acerca de que no se hubieran visto en toda la semana. Trabajaron juntos durante todo el día, pero él no hizo ningún intento de entrar en el almacén con ella ni de verla a solas.

¿Habría cambiado de opinión? ¿Y por qué a ella no le parecía bien?

Aquella noche, cuando todo el mundo se había marchado, Faith se dio un baño de espuma con olor a jazmín. Sólo había una cosa que pudiera mejorar su estado de animo, bueno, dos. El chocolate.

Y Luke.

Pero no podría tener ninguna de las dos.

Cuando sonó el timbre, le dio un vuelco al corazón. Se quedó quieta dentro del agua, pero llamaron de nuevo. Salió de la bañera y se cubrió con una toalla. Se dirigió a la puerta y encendió la luz del exterior.

Luke estaba allí. Al verlo, se le aceleró el corazón y un fuerte deseo se apoderó de ella. Deseo mezclado con dolor. Todo a la vez.

De pronto, sintió que debía retirar la barrera que había entre ellos y abrió la puerta para que Luke entrara. Pero se dio la vuelta, sabiendo que, si lo miraba, él descubriría sus sentimientos, su deseo, su esperanza, su confusión…

Desde detrás, él le acarició el cabello y apoyó la cabeza sobre su hombro, de modo que sus rostros se rozaron.

– ¿Quieres que me vaya? -Ella permaneció callada-. ¿Faith?

Faith cerró los ojos y negó con la cabeza. No quería que se marchara. Pero tampoco quería que se enterara de lo que estaba pensando para que no saliera huyendo.

Luke le acarició el brazo mojado y suspiró, tan cerca de su oído que hizo que se le pusiera la piel de gallina.

– Te he sacado del baño.

Ella asintió.

– No quiero convencerte de nada -susurró.

Faith se volvió y apoyó las manos contra la puerta para no tocar a Luke.

– Fue idea mía.

– Sí -sonrió él-. Entonces, ¿por qué me da la sensación de que has cambiado de opinión?

Faith había cambiado de opinión. Ya no sólo quería sexo salvaje durante los fines de semana, sino algo más, pero ¿cómo iba a decírselo a un hombre que sólo se comprometía con sus pacientes? No podía explicárselo, así de sencillo.

– Todavía te deseo -susurró ella.

Al oír sus palabras, los ojos de Luke se encendieron con ardor. Él sacó el buscapersonas del bolsillo y lo tiró sobre el sofá. Después, hizo lo mismo con el teléfono móvil.

Ella lo miró y se acercó al teléfono portátil que estaba en la mesa. Lo agarró y lo escondió bajo un almohadón. Al cabo de un momento, hizo lo mismo con el teléfono de Luke y su buscapersonas.

Él sonrió.

Ella sonrió también, y se lanzó a sus brazos.

– Nunca me había reído mientras desnudaba a una mujer -admitió, y le mordisqueó el cuello.

Ella echó la cabeza hacia atrás para dejarle espacio.

– No vas a tener que trabajar duro para desnudarme.

– ¿No? -miró la toalla.

– No -se quitó la toalla y la dejó caer al suelo.

Luke respiró hondo y se quitó la camisa con las manos temblorosas.

– Todavía te llevo ventaja -dijo ella, desnuda, contemplando su torso musculoso cubierto de vello varonil.

– Lo sé -dijo él. Se quitó los zapatos, se desabrochó los pantalones y dejó visible su erección.

– Oh, cielos -susurró ella, incapaz de retirar la mirada. Hacía mucho tiempo que no veía un hombre en una situación como esa.

Luke la rodeó con los brazos y la aupó. Ella se humedeció los labios y se fijó en su boca.

– ¿Vamos a…?

– Sí.

¿En mi habitación?

– Sí.

– ¿Esta vez vamos a llegar hasta el final?

– Sin duda. ¿Alguna otra pregunta?

– Sí. ¿Podrías darte prisa?

– A lo mejor la primera vez, pero no la segunda. Ni la tercera -se encaminó por el pasillo-. Te quiero en la cama, Faith. Tumbada, de manera que pueda acariciar y besar todo tu cuerpo -la dejó en la cama y le acarició el entrecejo. Oh-oh. Parece que estás un poco tensa -le acarició las piernas-. Eso no me gusta -cuando llegó a la altura de los muslos, ella se estremeció-. ¿Tienes frío? -ella negó con la cabeza-. Bien -con cuidado, le separó las piernas y respiró hondo.

Ella también.

Continuó recorriendo su cuerpo con las manos, hasta llegar a la parte superior de los muslos. Faith arqueó el cuerpo, y cuando él tocó el centro de su feminidad, gimió de placer.

– Eres preciosa, perfecta -con cuidado, inclinó la cabeza.

Ella sintió su cálida respiración y se quedó paralizada. De pronto, se sentía insegura.

– Um, Luke…

– Shh…

– Pero… -al primer roce de su lengua sintió que iba a estallar.