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– Así es.

Era una mujer muy dedicada a su trabajo en el hospital, y trabajaba para él en el área de urgencias. El día que Luke había sido condenado a trabajar en la clínica, ella se había pasado por su despacho para ofrecerle su apoyo. Ella, más que nadie del equipo, comprendía su pasión y la sentía como si fuera propia.

– Estos días parece más… ligero -le dijo con una sonrisa-. Y me atrevería a decir que más contento. ¿Ha conseguido algún ascenso y yo no me he enterado?

– No.

– ¿Ha terminado de trabajar en Healing waters?

– No.

– Entonces, ¿cual es su secreto?

«Faith», estuvo a punto de decir, pero se mordió la lengua. No era ella la que hacía que tuviera ganas de bailar por los pasillos del hospital. No, era… Demonios, sí era Faith.

– A lo mejor es porque me quedan tres semanas en la clínica.

¿Tres semanas y se acabarían los encuentros eróticos y apasionados con Faith? Y de pronto se preguntó por qué habría aceptado ese estúpido límite temporal. ¿Cómo se le había podido ocurrir que sería suficiente?

– Apuesto que estará deseando alejarse de los aceites apestosos y de todas esas tonterías, y regresar a la medicina científica.

– Las terapias alternativas que emplean en Healing Waters se conocen desde hace siglos -dijo él-. Más que nuestros métodos científicos -se calló y la miró, horrorizado consigo mismo. ¿Acababa de defender la práctica de la medicina alternativa?

La doctora Mann parecía igual de sorprendida.

– Sí… bueno… buenas noches, doctor Walker -se alejó de él lo más deprisa que pudo.

Porque estaba loco. Él también habría huido.

¿Qué diablos le estaba pasando? Todas sus aventuras amorosas terminaban tarde o temprano, y a él siempre le había parecido bien.

Quizá fuera porque esperaba impaciente a que Faith tuviera el periodo. Ella decía que tenía un ciclo muy irregular, que incluso a veces pasaban dos meses entre un periodo y otro, pero él quería estar seguro. No podía marcharse sin estar seguro de que el descuido que habían tenido no había causado mayores consecuencias. Sin duda, Faith lo sabría antes de que se agotara el tiempo.

Entonces, él estaría preparado para continuar con su vida.

Salió del hospital y, aunque estaba deseando tomar a Faith entre sus brazos, se dirigió hacia la playa y se marchó a casa. No necesitaba verla todos los días. No, desde luego que no.

Sin duda, ella estaría agradecida de tener una noche libre. Después de todo, tres semanas más tarde, no se verían en absoluto.

Aquella noche, Luke no fue a verla. Ni la siguiente.

Y para el sábado, Faith no estaba segura de qué pensar, excepto que se había vuelto demasiado dependiente de sus abrazos, de sus sonrisas y de cómo la hacía sentir.

Había hecho un trato con él, un trato que estaba a punto de vencer y que, dado que él no había aparecido en casi toda la semana, quizá ya hubiera terminado y tendría que conformarse con ello.

Estaba organizando el horario de la clínica cuando entró Luke.

– Buenos días -dijo él.

A Faith se le aceleró el corazón solo con oír su voz.

– Buenos días -contestó ella.

Se puso en pie y rodeó el escritorio dispuesta a marcharse sin mirar a Luke. Sabía que podía ser malo para su salud y deseaba continuar trabajando el resto del día. Pero deseaba abrazarlo, y sabía que debía hacer todo lo posible para no acercarse demasiado.

– Eh -Luke la agarró del brazo para detenerla. Al ver que ella no levantaba la vista, la llamó-. ¿Faith? -la sujetó por la barbilla-. No estás bien.

¿Se había dado cuenta después de todo del esfuerzo que hacía ella para aparentar que estaba perfectamente bien, a pesar de que le doliera el corazón?

– Por supuesto que estoy bien. Tenemos un día muy ajetreado, así que será mejor que…

– ¿Has desayunado?

– Te lo he dicho, puedo controlar ese tema.

– ¿Necesitas un tentempié?

– Tengo una rosquilla en mi escritorio. Voy a buscarla…

– Búscala ya -le dijo acariciándole el labio inferior-. Estás pálida.

– Bien -dejó el horario sobre la mesa, sacó la rosquilla y se metió un pedazo en la boca-. ¿Contento?

– Lo estaré -esperó a que tragara-. Más -miró él reloj. Al cabo de sesenta segundos levantó la vista-. ¿Te sientes mejor?

Sí -admitió ella.

– Faith, a veces te sentirás mal porque sí. No es culpa tuya -al ver cómo la miraba, Faith sintió ganas de llorar-. Quiero que te pongas insulina.

– No. La insulina no es la solución para mí.

– ¿Porque es algo convencional?

– Voy a hacer caso omiso de ese comentario sarcástico e inapropiado por que veo que estás preocupado por mí, pero…

– Claro que estoy preocupado por ti -la atrajo hacia sí-. Pienso en ti todo el rato.

– ¿De veras? -como no podía soporta el calor, la preocupación, y el afecto de su mirada, le dio la espalda y se cruzó dle brazos-. Porque anoche no viniste. Ni la noche anterior.

– Faith…

– Olvídalo -se cubrió los ojos con las manos-. No quería decir eso, no quería parecer una pesada. Hemos hablado de esto, sólo es sexo, nada más… -cuando él la giró, ella se quedó boquiabierta.

Esperaba ver rabia o frustración en su mirada, pero no tristeza.

– He estado alejado de ti porque sí, de acuerdo, acordamos que sería una aventura de fin de semana, durante algunos meses, y sin embargo, me he encontrado… -hizo una mueca-. Mira, que sepas que no eres la única que está teniendo problemas con esto, ¿de acuerdo? Pero es todo lo que puedo ofrecerte por el momento.

Faith tragó saliva.

– Eso ya lo sabía.

– No tengo relaciones serias, yo…

– Lo comprendo, Luke.

– Me entrego por completo a mi trabajo, y no me queda nada más…

– He dicho que lo comprendo -repitió ella.

– ¿Cómo puedes hacerlo si yo no lo hago?

– Lo comprendo sin más. Somos muy parecidos. Yo también me entrego por completo a mi trabajo, y a menudo… -se encogió de hombros-. No queda nada. Con el tiempo, nos cansaríamos, eso sí lo sé. No podríamos darnos lo suficiente, es así.

– Sólo quedan unas pocas semanas -susurró él, acariciándole la mejilla.

Incapaz de hablar, Faith suspiró.

– Entonces, quizá deberíamos aprovecharlas al máximo.

– Sí -la besó en los labios.

Ella cerró los ojos y le rodeó el cuello.

– ¿Esta noche?

– Esta noche -contestó él, y deslizó la boca sobre su cuello, y su hombro. Cuando llamaron a la puerta del despacho, se separaron.

– ¿Faith? -llamó Shelby-. ¿Está el doctor Walker contigo? Lo necesitarnos en la habitación número tres.

Faith miró a Luke.

– Va corriendo.

– ¿Ah, sí? -murmuró con una sonrisa pícara.

– Esta noche -murmuró ella.

Sí, Luke iba a partirle el corazón. Y sí, ella lo deseaba de todos modos. Si aquello era todo lo que podía conseguir, no estaba dispuesta a perder ni un segundo.

Era una broma cruel que nunca llegara a saciarse, y que siempre deseara más, pero también se enfrentaría a ello cuando llegara el momento. Hasta entonces, sonreiría.

– Esta noche, entonces -susurró él, y tras un último beso, se marchó.

Un día de la siguiente semana, Luke entró en el hospital con el cuerpo todavía caliente tras la noche que había pasado con Faith. Acababa de darse la ducha más caliente de su vida, y Faith lo había acompañado.

Se preguntaba si alguien podría interpretar lo que significaba su estúpida sonrisa y trató de borrarla de su rostro pensando en cosas difíciles. No lo consiguió. Prácticamente iba bailando por los pasillos del hospital. Al pasar por delante de la enfermería, saludó con una gran sonrisa. Las enfermeras lo saludaron un poco sorprendidas.

Sólo le quedaba una semana.

Ese pensamiento sí conseguía borrar la sonrisa de su rostro. Sólo una semana. Durante un instante, pensó en la posibilidad de hacer otro comentario sobre la clínica a la prensa, algo que le garantizara pasar otros tres meses allí. Pero no podía, porque aparte de que ni siquiera recordaba por qué había estado en contra de la clínica, sabía que le causaría mucho daño a Faith.