Al menos, durante las horas siguientes estaría muy ocupado y no podría pensar en nada más que en lo que estuviera haciendo. Había habido un accidente en cadena en la carretera y no paraban de llegar heridos. En medio del caos, una de las enfermeras le pidió que fuera a ver a un paciente que no era suyo.
– Ha preguntado específicamente por usted -le dijo la enfermera.
Cuando Luke abrió la cortina se sorprendió al encontrar allí a Emma, la mujer con cáncer que había conocido en la clínica de Faith. Estaba dormida, así que tuvo tiempo de leer el informe. Se había desmayado en el supermercado.
– ¿Emma? -le acarició el brazo hasta que abrió los ojos-. ¿Qué ha pasado?
– Creo que ha sido por el dolor.
– ¿Has estado yendo a las citas de digitopuntura?
– Y a las de masaje también -se le llenaron los ojos de lágrimas-. No es suficiente. Faith me dijo que hablara contigo, que tú me darías algo más fuerte para el dolor, pero pensé que podría controlarlo. Entonces sucedió lo del supermercado consiguió sonreír un instante-. Creo que la verdad es que tengo miedo.
Aquella era la parte que Luke odiaba, no tener todas las respuestas, hacer su trabajo lo mejor posible y que no fuera suficiente.
– Faith confía en ti -dijo ella-. Y yo también.
Luke miró a Emma a los ojos y sintió ganas de llorar.
– Cuidaremos de ti.
Ella suspiró, sonrió y cerró los ojos.
Si él también confiara en sí mismo tanto como ella…
Faith confiaba en él. Lo bastante como para derivarle uno de sus pacientes. Esa era una importante revelación.
Pronto, en una semana, él regresaría a su vida y Faith a la suya. En la teoría era algo sencillo, pero de pronto no comprendía cómo podía habérselo creído.
No había nada de sencillo en no volverla a ver nunca mas, en no reírse con ella, en no abrazarla… Nada.
Más tarde, Luke estaba sentado frente a su casa en una roca de la playa. Había hablado con el especialista que trataba a Emma y se había enterado de lo que Faith ya le había contado semanas antes, no había nada que se pudiera hacer aparte de intentar que se sintiera lo mejor posible.
Eso era lo que él había hecho, al mismo tiempo que echaba pestes contra la maldita enfermedad que él no conseguía dominar. Y aunque Emma aún no había fallecido, se sentía igual de desesperado que si hubiera sucedido.
– ¿Qué estás haciendo aquí fuera alicaído cuando te he hecho un guiso mexicano que sabe de maravilla?
Luke miró a Carmen mientras ella se sentaba a su lado.
– Gracias, pero no tengo hambre.
– ¿Lo has estropeado todo con Faith?
– No.
– Ajá. Supongo que te sientes mal porque has llegado al límite de dos meses y te ha entrado la claustrofobia, ¿no es así?
– De hecho, han sitio casi tres meses, y nunca he sentido claustrofobia con Faith.
– Entonces, te ha molestado algo de ella. ¿Quizá ronca?
– No.
– De acuerdo, entonces mastica con la boca abierta. O se olvida de tapar la pasta de dientes.
– Carmen… -se frotó la cara con las manos-. Estás loca.
– ¿Loca? Eres tú el que está aquí fuera en lugar de estar con tu chica. ¿Lo habéis dejado?
– No estamos juntos y, la próxima semana, cuando yo termine en la clínica, no nos veremos más.
– ¿Y quién ha puesto esa norma tan brillante?
– ¿No tienes que limpiar el baño o algo así? -dijo él, dando un suspiro.
– Prefiero molestarte. Entonces, a ver si lo comprendo… Encuentras a la primera mujer que te captura el corazón y ¿vas a alejarte de ella? Y yo que todo este tiempo pensaba que eras inteligente.
– Ambos acordamos que sería algo temporal.
– ¿Una aventura sexual temporal? – dijo ella-. Me parece bien. Sólo que resultó ser algo más, ¿no, idiota? Y ahora qué… ¿eres demasiado orgulloso como para reconocerlo?
– Más es algo que no funciona para mí. No va con mi estilo de vida.
– ¿Así que un médico no tiene derecho a tener su propia vida? ¿Sabes lo que opino?
– Si digo que sí, ¿te callarás?
– Creo que hay más que eso. Tienes miedo.
Luke soltó una carcajada.
– No seas ridícula.
– Tienes miedo de casarte y tener hijos porque crees que no serás mejor padre de lo que fue el tuyo -él la miró asombrado-. Tu hermano me llamó ayer. Quería saber de ti. Le conté todo, así que no te enfades. Matt dijo que a lo mejor no querías comprometerte porque a tus padres no les gustaba la responsabilidad de tener hijos y ni siquiera cuidaron de vosotros dos. También dijo que ese había sido su problema hasta que se volvió loco por una bella científica con la que va a casarse.
Luke estaba dispuesto a matar a su hermano.
– Carmen…
– Ya -se puso en pie-. Métete en tus asuntos. Claro -comenzó a alejarse pero se dio la vuelta-. Supongo que lo que me sorprende es que Faith esta siendo tan cabezota y orgullosa como tú. Quiero decir, todos sabemos lo que a ti te está echando atrás. El estúpido orgullo masculino. Pero ¿a ella? Pensaba que, al menos, uno de los dos tendría el valor para luchar por esto -dijo, y se marchó.
Luke se quedó pensando en las palabras de Carmen. Sabía qué era lo que lo echaba atrás, y sí, en parte podía ser miedo, y en parte, resignación porque como sabía que nunca podría tener una vida familiar normal, para qué iba a probarlo.
Sentado en la arena observando el movimiento de las olas, admitió que siempre le había resultado más fácil salir con mujeres y permitir que éstas entraran y salieran de su vida que intentar solucionar el problema.
¿Pero qué diablos era lo que hacía que Faith se echara atrás?
Capítulo 12
Y llegó su último fin de semana. Faith iba a abrir la clínica ambos días, y el domingo harían un día especial para mujeres.
Luke había aceptado trabajar todo el fin de semana, así que Faith se convenció de que él tampoco quería que aquello terminara.
Faith se despertó triste. Trató de engañarse pensando que lo que le preocupaba era el dinero, los pacientes, su nivel de azúcar, pero lo que de verdad le importaba era que, al día siguiente, Luke se marcharía.
Guy había comprado cosas de decoración para poner en la sala de enfermería el día de la despedida y Shelby había hecho galletas de cereales con pasas. Sin azúcar. Por supuesto.
Sólo dos días más. Cuarenta y ocho horas.
Dos mil ochocientos ochenta minutos. Luke entró en la habitación. Sonrió al ver la decoración, agarró una galleta y miró a Faith.
Ella se quedó sin respiración. Apoyándose contra la encimera, Luke la observó mientras daba un mordisco a la galleta. Se fijó en cómo se había recogido el cabello, en el color de sus mejillas y en el vestido de punto que llevaba.
– Están malísimas -dijo él, y le acarició la cara.
– Porque no tienen azúcar.
– Ah -se agachó para besarla-. ¿Esta noche, Faith?
– Esta noche -dijo ella y cerró los ojos tratando de no calcular el tiempo que le quedaba para estar con él.
Aquella noche, Luke la ayudó a cerrar la clínica.
– ¿Cenamos? -preguntó él, pero ella negó con la cabeza. No estaba dispuesta a perder ni un segundo de su penúltima noche juntos.
– Vamos arriba.
Él la agarró de la mano y la guió escaleras arriba.
– ¿Nos damos una ducha? -murmuró ella, quitándose la bata-. Con mucho vapor y agua caliente.
– Si eso te incluye a ti…
Se desnudaron en el pasillo entre besos largos y apasionados. Faith le desabrochó la camisa y se la quitó para acariciarle el torso. Luke le desabrochó el vestido. Lo dejó caer al suelo y colocó el rostro sobre su corazón.