Выбрать главу

– Lo que tenemos es más que una diferencia de opiniones, Faith. Digamos que tenemos diferencias en nuestras filosofías de vida -la miró a los ojos-. No lo pongas bonito.

– Pero te has quedado.

– No tenía mucha elección -señaló él.

– Sí, porque eres una pesadilla de la mercadotecnia.

– No lo sabes tú bien.

– Y porque te gusta el puesto y el prestigio que tienes en el hospital.

– Sí dijo él-. Me gusta el cargo que tengo en el hospital. Me gusta mucho.

– Entonces… después de haber pasado un día aquí, de ver lo que hacemos con nuestros pacientes, ¿no puedes admitir que estabas equivocado respecto a la clínica?

– Puedo admitir que ayudas a la gente -dijo tras un largo instante.

¿Era lo máximo que ella iba a conseguir? Al parecer, sí. Pero ¿qué esperaba? ¿Que le diera las gracias por haberle demostrado que estaba equivocado? Ya, claro.

Agotada, frustrada, se dejó caer en el sofá y tuvo que contener un gemido al sentir el delicioso calor corporal que él había dejado.

– ¿Mejor?

– Mucho mejor -suspiró de nuevo.

Los ojos de Luke se encendieron al oír su suspiro y ella sintió un nudo en el estómago.

Él se agachó y colocó un brazo a cada lado de sus caderas. Ella se preguntó cómo se sentiría si la besara, y decidió que quizá se lo permitiera justo cuando él la cubría con una manta.

– ¿Qué haces?

– Arroparte. ¿Necesitas que te cuente un cuento?

– Vaya, doctor del universo y comediante también.

Luke inclinó el rostro como haciendo una reverencia.

Ella cerró los ojos para no mirarle la boca.

– Sólo necesito una siestecita rápida.

– ¿Eso mejorará tu humor?

Faith abrió los ojos.

– ¿Mejoró el tuyo?

Él sonrió e hizo que se le cortara la respiración.

– Mi humor es perfecto -dijo él.

– Ajá.

Luke dejó de sonreír y le acarició la sien, en el punto exacto dónde le dolía.

– A lo mejor… -se acercó más a Faith y ella sintió que se le detenía el corazón porque estaba segura de que esa vez iba a besarla-. A lo mejor deberías hacer alguna clase de… tratamiento oloroso o algo así.

– ¿Tratamiento oloroso?

– Ya sabes… los aceites aromáticos.

Ella soltó una carcajada.

– Aromaterapia -no, no iba a frustrarse por que no la hubiera besado.

– Lo que yo dije, tratamiento oloroso.

– Voy a utilizar eso en tu contra.

– Sí -la miró con expresión indescifrable-. Yo siento lo mismo -se dirigió hacia la puerta y la cerró al salir.

Faith se quedó mirando la puerta cerrada con el corazón acelerado. No podía olvidar el roce de sus manos al taparla con la manta, el calor de su mirada. El tacto de sus dedos en la cara… «Oh, cielos».

Estaba loca por el doctor Universo. Quizá Shelby y Guy tuvieran razón, a lo mejor sólo necesitaba un poco de sexo. La idea era emocionante y terrorífica a la vez. Con énfasis en lo de emocionante.

Esa noche, Luke condujo hasta su casa repasando el día en su cabeza. Medicina alternativa. Utilizando energía, aromas y masajes para curar.

¡Y la gente pagaba por ello!

Le sorprendía que los pacientes de Healing Waters parecieran tan impresionados con sus tratamientos, y convencidos de que estaban recibiendo lo mejor. Ni una sola persona había mostrado su descontento o había gritado a los empleados. Nadie se había marchado insatisfecho.

Al contrario que en South Village Medical Center, donde continuamente la gente amenazaba con denunciarlos o gritaba a la recepcionista.

Entró en su casa y se quitó los zapatos y la camisa. Iba de camino a la ducha cuando sonó el teléfono. Miró el número en la pantalla y contestó a la única persona de su vida que con quien le apetecía hablar, su hermano.

– Así que ahora te has convertido en una pesadilla para la publicidad -dijo Matt con una sonrisa-. Vaya sorpresa, ¿eh? ¿Qué has dicho esta vez?

Luke suspiró.

– Te lo ha contado Carmen.

– Llamé antes. Quizá mencionó algo.

– Entonces, ya sabes lo que dije.

– Sólo quería oírtelo decir a ti. ¿De veras llamaste a la junta directiva del hospital, a los que te pagan, inútiles burócratas?

– Puede -Luke se frotó los ojos-. Mira, echaron a Carmen y a otros compañeros de mantenimiento del hospital, todos con bajos ingresos. Los despidieron sin más, alegando poco presupuesto. Y después, van y financian esa clínica de medicina alternativa.

– Ah. Tu sentido de la injusticia se muestra a gritos.

– Todo el mundo debería estar indignado, Matt. Si hicieran lo mismo en tu hospital, también gritarías, admítelo.

– Eh, aquí en Texas no gritamos. Pontificamos.

– Tenía que hacer algo.

– Sí, lo sé -dijo su hermano-. Y eso explica por qué ahora Carmen maneja tu vida. La contrataste a diario para que limpie tu casa, aunque nunca estás para ensuciarla. ¿No es así?

– Hablemos de ti -decidió Luke-. ¿Ya te has casado con tu catedrática distraída?

– Eh, que sólo me enamoré de Molly hace una semana.

– Ah. Miedica. No puedo culparte por ello. El amor nunca ha sido lo nuestro, ¿verdad?

– No me ha entrado el miedo. Y el amor sí que es lo mío, ahora.

– Las mujeres solteras de todo el inundo están llorando.

– No, todavía te tienen a ti.

– Es un día triste cuando tengo que decirles que estoy demasiado ocupado para hacerles caso.

– Sí que es un día triste -convino Matt.

– Llámame después de la luna de miel.

– Ah, no. Cuando nos casemos, que será pronto, estarás allí.

– Las bodas me ponen nervioso.

– Qué lástima. Eres la única familia que tengo, Luke. La única familia que siempre me ha importado.

– Ya -Luke sentía lo mismo-. Iré.

– Bien. Bueno, no te metas en líos, al menos, hasta que pase todo esto, ¿de acuerdo?

– No va a pasar hasta dentro de tres meses.

– Imagino que no eres capaz de mantener la boca cerrada todo ese tiempo.

– A Faith le encantaría.

– ¿Faith? ¿Quién es Faith?

– Mi jefa en la clínica.

– ¿Está soltera?

– No lo sé.

– ¿Cómo es?

– Pensaba que ya tenías a tu mujer.

– Estoy pensando en ti. ¿Está buena?

– Matt…

– Eh, sólo quiero que seas tan feliz como yo. ¿Está buena?

La imagen de Faith apareció en la cabeza de Luke. Su cabello pelirrojo que nunca permanecía peinado, sus expresivos ojos verdes, y las curvas de ese cuerpo que rellenaba el uniforme. ¿Que si estaba buena?

– Cuando se enfada -dijo con cuidado.

– Está buena -decidió Matt entre risas.

– Adiós, Matt.

– ¿Vas a pedirle salir?

– Buenas noches, Matt.

– Vas a hacerlo, ¿no es así?

– Buenas…

– Sí, sí. Buena suerte, Luke.

Con una sonrisa, Luke colgó el teléfono. El silencio dominaba el ambiente y su sonrisa se transformó en una sonrisa nostálgica. Echaba mucho de menos tener a su hermano cerca. Habían compartido grandes experiencias cuando vivían en Texas, deambulando por las fincas de sus abuelos sin que nadie los vigilara, metiéndose en líos a menudo, pero siempre juntos y, de pronto, estaban a cientos de anillas de distancia. Quizá debiera tomarse unas vacaciones cuando terminara todo.

Sí. Unas vacaciones.

Nunca se tomaba unos días libres. Sería su recompensa por enfrentarse a lo que le esperaba los sábados de los próximos tres meses.

Y a Faith McDowell.

Terminó de desnudarse y se metió en la ducha. Después, se fue directamente a la cama.

Carmen se la había hecho y había colocado las almohadas contra el cabecero. También había estirado el edredón. Él no estaba acostumbrado a meterse en una cama tan bien hecha, ya que por las mañanas siempre se vestía corriendo mientras buscaba las llaves y la cartera. No podía perder tiempo en hacer la cama. Además, iba a deshacerla por la noche, así que no comprendía para qué iba a malgastar esos preciados momentos cada mañana.