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—Hola —saludó Justin.

—Hace mucho que no te veo.

—No. Supongo que he estado muy ocupado.

—Yo estoy ahí. —Ella señaló el área del restaurante que quedaba al otro lado del arco—. Te he visto entrar pero ya había empezado mi bocadillo. Se me ocurrió venir a saludarte.

—Me alegro de verte —dijo él y controló la voz al máximo, se las arregló para sonreír alegremente; esa niña podía leer en las personas más rápido que cualquier ordenador de Seguridad—. ¿Cómo te va en las clases?

—Demasiado trabajo. —Los ojos de ella se encendieron, pero no mucho—. Ya sabes que el tío Denys me va a dejar tener un caballo, pero tengo que hacerlo nacer; y diseñar todos los documentos. Es una forma de hacerme estudiar. —Hizo un dibujo en la mesa con el dedo—. Tengo el asunto de los guppies. —Una risita—. Pero se lo cedí a Amy Carnath. Era demasiado trabajo y ahora ella ha metido también a su primo. Y... ¿y tú? ¿Qué haces?

—Un estudio para el gobierno. Y una cosa que es para mí solo. Yo también he estado trabajando mucho.

—Me acuerdo de cuando viniste a mi fiesta.

—Yo también me acuerdo.

—¿En qué Ala trabajas?

—Estoy en Diseño.

—¿Grant también? —Hizo un movimiento de los ojos oscuros en dirección a Grant.

—Sí —respondió Grant.

—Estoy empezando a estudiar eso —explicó ella. El dedo empezó a trazar líneas de nuevo. La voz era baja, ya no tenía un tono infantil. Era una expresión seria, diferente, un tono de voz distinto del que utilizaba para dirigirse a las cámaras—. Sabes que soy una R, ¿no?

—Sí —contestó él con calma, ah, con tanta calma—. Ya lo sabía.

—Mi predecesora era bastante hábil en diseño. ¿La conociste?

¡Dios! ¿Qué le digo?

Sí, pero no muy a fondo. Era mucho mayor que yo. (Mejor no crear misterios.)Fue mi maestra durante un corto período.

Levantó la mirada, a medias sorprendida, con el destello evidente de un pensamiento.

—Es raro, ¿no? Ahora sabes mucho más que yo. Ojalá pudiera tomar una cinta y aprenderlo todo de golpe.

—Es demasiado para aprender en una sola cinta.

—Ya lo sé. —Otra risita suave—. Ya sé a donde acudir si tengo preguntas, ¿no te parece?

—Eh, no puedo ayudarte con tus deberes, tu tío me arrancaría la piel a tiras.

Ella se rió, golpeó el borde de la mesa con el dedo.

—Se te enfría el almuerzo. Mejor será que vuelva al laboratorio. Me alegro de verte. A ti también, Grant.

—Sí, yo también me alegro —murmuró Justin.

—Sera —se despidió Grant.

Ella continuó su camino.

Justin la siguió con la mirada hasta que tuvo la seguridad de que se había ido, y después dejó escapar un suspiro y apoyó la frente en las manos.

—Dios. —Y miró a Grant—. Está creciendo mucho, ¿no te parece?

—Ha sido una cortesía —dijo Grant—. No creo que fuera nada más que eso.

—Sí —aceptó Justin y recuperó el control, levantó el tenedor y pinchó un poco de jamón, decidido a no prestar atención al mareo que sentía en el estómago—. No iba con mala intención. Es una buena chica, una chica muy agradable. —Comió un bocado—. Jordan y yo estuvimos hablando del asunto. Mierda, me gustaría ver sus notas.

Grant hizo un movimiento de miedo con los ojos hacia la pared. Recuerda los micrófonos y las cámaras.

Están usando el otro... —siguió Justin, obstinado: Rubin no era una palabra que usaran en el restaurante— ... el otro sujeto para ver hasta dónde se puede salvar una situación. Y no tendremos los resultados hasta dentro de quince años, mierda.

—Un poco tarde —murmuró Grant.

Un poco tarde para hacer nada por Ari, quería decir Grant; y lo miró con el ceño fruncido como para decirle: Por Dios, no hablemos de esto, no aquí.

Era una medida sensata, nada más.

—Sí —dijo Justin como si contestara la última pregunta y comió otro bocado y bebió algo para engullirlo. Tenía mucha hambre después del accidentado vuelo: el servicio de comidas había sido muy precario. Y había sudado tanto en la terminal que ahora sentía un apetito insaciable.

—Da las gracias a Yanni —dijo Grant cuando caminaban por el cuadrángulo al aire libre para volver a la oficina—, y llama a Denys como ellos esperan. Por nosotros.

—Ya tenía intención de hacerlo —dijo Justin.

Y era verdad. Tal vez quería decir otra cosa, pero ahora dudaba.

Y todo estaba en las transcripciones de Planys.

Su opinión y la de Jordan, la de ambos, por lo que valiera para una Administración preocupada por su propia supervivencia.

IV

Por los túneles y gracias a la manipulación que hizo Florian de la llave, hasta el área de servicio de ventilación por un camino que no implicaba el uso de tarjetas-llave, siempre tenían que llegar primero porque nadie más sabía cómo abrir la puerta del sitio en que se encontraban; y debían ser los últimos en irse, porque Florian y Catlin eran los mejores para limpiar y asegurarse de que no quedaran posibles huellas que los obreros pudieran advertir.

Usaron muchos de esos escondrijos. Los tenían codificados, así que Ari sólo tenía que decir: número 3, y Amy le pasaba el dato a Tommy y a Maddy, y Tommy sacaba a Sam de la escuela del puerto.

Así que esperaron el golpe en la puerta y todos llegaron juntos: Amy, Tommy y Sam. Maddy estaba con ellos. Y una niña llamada Stasi Morley Ramírez, que era la razón por la que se habían citado en un lugar que no usaban muy a menudo.

Stasi era amiga de Amy y de Maddy, pero Maddy se había ido de la lengua, eso era lo que había pasado.

Stasi tenía miedo de estar ahí, tenía mucho miedo, y Ari se quedó de pie con las manos en las caderas, mirándola fijamente, con Catlin a la izquierda y Florian a la derecha, y la luz de la linterna sobre la lata que había enfrente. Eso hacía que su sombra fuera enorme y las caras de ellos impresionantes, y Ari lo sabía. Había practicado todo aquello con el espejo y sabía el aspecto que ofrecía en ese momento.

—Siéntate —ordenó a Stasi, y Amy y Tommy la sentaron sobre una gran tubería de agua que usaban para sentarse, mientras Florian se ponía detrás de ella. Stasi era la única que estaba sentada. Era un truco psicológico, claro.

—Cuando vienes aquí —dijo Ari—, la cosa funciona así. O votamos para que entres o te ves metida en problemas muy serios, Stasi Ramírez. Y ahora ya tienes muchos problemas porque no nos gusta perder un lugar de reunión. Y si se lo cuentas a Seguridad, yo me encargaré personalmente de ti, haré que os manden a tu mamá y a ti fuera de Reseune y no volverás nunca. ¿Entendido? Stasi asintió. Enfáticamente.

—Pues dinos por qué quieres entrar.

—Os conozco a todos —dijo Stasi, desesperada, retorciéndose para mirar a Amy, a Maddy y a los demás desde donde estaba sentada.

—No conoces a Sam.

—Lo conozco —declaró Stasi—. Lo conocí en la Casa.

—Pero no eres amiga suya. Y Maddy no puede votar, ella es la que te trae. Y Amy y Tommy no pueden, porque son tus amigos. Así que sólo quedamos yo, Sam, Florian y Catlin. Nosotros decidimos. ¿Qué piensas, Catlin?

—¿Qué sabe hacer? —preguntó ella con voz monótona.

—¿Qué sabes hacer? —repitió Ari.

—¿A qué te refieres? —preguntó Stasi, ansiosa—. ¿Qué quieres decir?

—Como arreglar cables o memorizar cosas o engañar a un Cuidador o sacar cosas del laboratorio. Los ojos de Stasi se ensancharon cada vez más.

—Catlin y Florian saben hacer todo eso. También saben matar a gente, de verdad. Te cortan la cabeza conun alambre. Pop. Ya está. Sam sabe conseguir herramientas y alambre y otras cosas. Maddy consigue cosas de oficina. —Un parpadeo—. Tommy nos trae de todo, y no voy a decirte lo que hacemos Amy y yo. ¿Qué nos puedes ofrecer?

Stasi parecía cada vez más desesperada.