Выбрать главу

—Perdóneme, entonces.

—Justin, Justin, ¿recuerdas? ¿Recuerdas quién le dio una asignación a tu tiempo de investigación? Eso salió de mi presupuesto en un momento en que casi no podía hacer frente a ese gasto. Tomo todo lo que dices como un deseo sincero de ayudar. Te lo aseguro. Tengo tu informe; y haré que mi secretaria lo pase por fax al comité. Y cualquier otro material que quieras mandarme.

Justin se quedó ahí, de pie, con la rabia corriéndole por dentro todavía. Le temblaban los músculos por la ira. Puso las manos en los bolsillos para disimular el temblor.

—Entonces, gracias, ser. ¿Y mi solicitud de Prueba?

—Dios —suspiró Denys—. Sí, hijo. Concedido. No hay cambios al respecto. Pero haznos un favor, no te metas más en el proyecto. Conserva la prudencia que has tenido hasta ahora. Ari se desarrolla a la perfección. Ha aceptado ser la réplica de Ari, está a punto. Y no sabe cómo murió su predecesora. Pero le gustas. Su tiempo de referencia con respecto a Ari tiene un período que no puede investigar, una separación en años. La Ari que conoce tiene cinco años y después de eso, apenas si vio algunas fotografías. Recuérdalo.

—¿Cuándo se lo van a decir?

—No estoy seguro —dijo Denys—. Te lo digo con franqueza. A este lado del proyecto, tomamos las decisiones en tiempo real; no puedo contestar esa pregunta porque ignoro la respuesta. Pero, créeme, te lo diré con tiempo cuando sea, cuando sea inmediato. Esa es una de las cosas que nos preocupan tanto como a ti.

VI

Otra vez inyecciones. Ari hizo una mueca cuando la aguja le entró en el brazo, no una, tres al mismo tiempo, además de los análisis de sangre que le habían hecho cada dos por tres durante toda su vida.

No te pasa nada,le había dicho el doctor Ivanov muchas veces. Es pura rutina.

Y eso era una mentira. El doctor Ivanov se lo había dicho cuando el tío Denys le contó que era una réplica y ella preguntó si la primera Ari había tenido problemas.

—No, pero la primera Ari se hacía análisis como tú porque su mamá sabía que iba a ser alguien especial y porque los análisis nos dan información valiosa. Eres una niña brillante. Queremos saber si hay algo especial en tu sangre.

Pero las inyecciones la mareaban y le revolvían el estómago, y estaba cansada de que le pusieran inyecciones y de tener agujas en el brazo.

Frunció el ceño ante la enfermera y pensó en el sitio donde le gustaría pincharla cuando se diera la vuelta. Pero se puso el termómetro debajo de la lengua un segundo hasta que registró la temperatura, después lo sacó y lo miró.

—Un punto por debajo —comunicó a la enfermera, que insistió en mirarlo ella misma—. Siempre estoy un punto por debajo. ¿Puedo irme?

—Espera aquí —indicó la enfermera y salió, dejándola sentada con la maldita bata y con un poquito de frío, el hospital siempre era frío, la gente podía congelarse y morir en aquel lugar.

Un momento después, entró el doctor Ivanov.

—Hola, Ari, ¿te sientes bien?

—La inyección me ha mareado. Quiero ir a tomar zumo de naranja o algo.

—Bueno. Es una buena idea. —El doctor se acercó y volvió a tomarle el pulso. Y le sonrió—. ¿Un poco enfadada?

—Estoy cansada de todo esto. He estado aquí dos veces esta semana. No me va a quedar nada de sangre.

—Bueno, tu cuerpo está cambiando. Estás creciendo, eso es todo. Es totalmente normal. Ya sabes mucho de eso. Pero vas a tomar una cinta esta tarde. Si tienes preguntas, puedes llamarme a mí o a la doctora Wojkowski, a quien prefieras; tal vez ella pueda ofrecerte una explicación mejor en este caso.

Ella frunció la nariz, porque no sabía claramente de qué estaba hablando el doctor, pero tenía vergüenza de estar sentada ahí, en bata, que era más de lo que solía llevar. Pensaba que eso tenía que ver con el sexo y con los chicos, y que se iba a sentir muy avergonzada si tenía que escuchar cómo el doctor Ivanov le explicaba lo que ella creía que ya había resuelto por sí sola.

¿Entiendes?,le diría él cada tres palabras, y ella tendría que decir: Sí, porque él no iba a seguir si no le respondía.

Pero el doctor no mencionó el asunto. Le dijo que fuera a la biblioteca, que tenía que coger una cinta.

Se la dieron para llevarla a casa y pasarla en la máquina del tío Denys, o sea que no era una cinta de habilidad, que uno tenía que hacer con un técnico.

Claro que no, pensó cuando vio el título, Sexualidad humana.Se sintió avergonzada ante el bibliotecario y la puso en la bolsa con rapidez y se la llevó directa a casa, contenta de que Seely hubiera salido y Nelly estuviera en su trabajo, de que no hubiera nadie en casa.

Se puso la almohadilla sobre el corazón y se acostó en la cama de la habitación de cintas y tomó la pastilla. Cuando le empezó a hacer efecto, pulsó el botón.

Y se sintió muy contenta, en medio del mareo de la cinta, de no haber tenido que aprender eso con un técnico sentado al lado.

Estaban las cosas que ella sabía, cosas muy diferentes de los caballos y también cosas parecidas, y cosas que el doctor Edwards había dicho en biología, pero nadie se las había explicado con fotos y películas, ni de forma detallada como lo hacía la cinta.

Cuando la cinta terminó, se quedó ahí, recuperándose de la pastilla y sintiéndose rara, no mal. En absoluto. Como si estuviera sucediendo algo en su interior, algo que ella no podía controlar, algo que ella no quería que supieran ni Seely ni el tío Denys.

Estaba relacionado con el sexo, eso era evidente. Y resultaba difícil levantarse y dejar de pensar en aquel tema. Pensó en pasar la cinta de nuevo, no porque creyera que no se acordaba, sino porque quería sentirlo de nuevo, comprobar si era como lo recordaba.

Después pensó que tal vez no sentiría lo mismo, y entonces decidió no repetir la experiencia. Así que volvió a poner la cinta en la bolsa y como no quería que estuviera dando vueltas en la habitación, donde Nelly pudiera verla, se tomó un vaso de zumo de naranja para que la sangre le circulara de nuevo normalmente y la llevó a la biblioteca para dejarla en el buzón de devoluciones.

Después, fue a almorzar y a clase, pero estaba distraída. Hasta el doctor Edwards la miró con furia cuando la encontró pensando en las musarañas.

Hizo su trabajo escrito sobre la potranca. Fue un día muy largo porque la gente estaba muy ocupada, el tío Denys, Seely, Nelly y todos, porque Florian y Catlin estaban lejos desde hacía tres días en un ejercicio de entrenamiento que no terminaría hasta el fin de semana.

Fue al laboratorio de los guppies para ver si Amy estaba allí. Encontró a Tommy, a quien hubiese preferido no ver, pero se sentó y habló con él un rato. Estaba haciendo algo con los rojos y ella podía ofrecerle un poco de información.

Se fue a casa a hacer más deberes. Sola.

—Ari —dijo el tío Denys en el Cuidador, después de la cena, cuando ella todavía hacía los deberes en su habitación—. Ari, ven al estudio, quisiera hablar contigo.

Ay, Dios, pensó ella. El tío Denys quiere preguntarme algo sobre la cinta. Deseó que la tierra se la tragara.

Pero sería peor si montaba un escándalo. Así que se levantó y fue hasta la puerta del tío Denys.

—Ah, Ari. Estás ahí.

Me voy a morir. Ahora mismo. Aquí donde estoy.

Quiero hablarte. Siéntate.

Dios. Tengo que mirarlo.

Se sentó y se aferró a los brazos de la silla.

—Ari, estás creciendo. Nelly te quiere mucho, pero en realidad ya no trabaja mucho en casa. En realidad, vive con los bebés del laboratorio. Y se le da muy bien ese trabajo. Me pregunto si has vuelto a pensar si te gustaría... bueno, que Nelly viviera definitivamente en el laboratorio. Forma parte de la naturaleza de las nodrizas, ya sabes, los bebés crecen.

Sólo era eso. Ella suspiró y pensó en su habitación y en cómo quería a Nelly, pero la quería cuando no estaba con ella, porque Nelly siempre estaba dolida y preocupada cuando Ari quería pasar más tiempo con Florian y Catlin, y siempre le estaba arreglando el cabello, la ropa, le alisaba el vestido, a veces la irritaba tanto que se sentía a punto de echarse a gritar.