—¿Quieres decir mientras me conecte?
—No, mientras tu número de CIUD esté en los ficheros. Mientras vivas, querida. Lo cual va a ser mucho, mucho tiempo, y entonces ya no te importará si alguien tiene una cinta en la que una niña de doce años aparece en ropa interior, ¿no te parece?
—¡Las has visto!
—No. Sé cómo son los niños de doce años, eso es todo. Ya no habrá más cintas. Florian puede comprobarlo si quieres. Y puede sacar la unidad, con cuidado para no dañar el resto del sistema, claro.
—Hoy.
—Hoy. —El tío Denys parecía muy preocupado—. Ari, lo lamento.
Estaba actuando. La Trabajaba. Como había estado Trabajando toda la situación para hacer que ella le creyera. Como lo Trabajaba ella a él.
Probablemente también se daba cuenta de eso. Si Seely sabía más que Florian, Denys todavía sabía más que ella, pensó Ari. Tal vez.
Pero Ari podía volver a Trabajarlo usando su rabia y dejándola seguir lo suficiente para que él hiciera varios cambios con ella, para que creyera que él había ganado, que era él quien la había Atrapado.
Entonces, ella podría hacer lo que Denys quería que hiciera y ver adonde conducía sin que él la llevara.
—Lo siento, Ari. Ella lo miró con rabia.
—Ari, es un mal momento para esto. Ojalá me lo hubieras dicho antes.
Mierda, Denys quería que ella le preguntara. Ella quería Trabajarlo para que él le contara lo que estaba haciendo, pero eso revelaría que Ari sabía que Denys la estaba Trabajando. Y tal vez él lo sabía de todos modos: era imposible calcular la cantidad de capas que ocultaba el tío Denys.
—Ya sabes que hay un documento que pide para ti la condición de Especial de la primera Ari.
—Lo sé.
—Sabes que lo van a aprobar. No habrá problema con eso. Los centristas no pueden evitarlo.
—Eso está bien, ¿verdad?
—Fue lo único que no te concedió el jurado cuando te dio todos los derechos de Ari. Lo único que se guardaron. Así que ahora vas a tener eso también. Vas a tenerlo todo. Ya sabes que Reseune está orgullosa de ti.
Halagos, halagos, tío Denys.
—Y te vas a ir a vivir sola dentro de unos años. Dejarás este apartamento y te irás al tuyo, y yo no estaré contigo. Volveré a ser un viejo solterón y te veré en las oficinas y en las fiestas.
Decía cosas malas de sí mismo; humor, trataba de que ella pensara en cómo lo echaría de menos.
Claro que lo echaría de menos. Pero eso no significaba que fuera a dejar que alguien la Atrapara, no cuando ese alguien era el tío Denys.
No dijo nada. Lo dejó seguir.
—Me preocupa, Ari. Realmente espero que las cosas me hayan salido bien contigo.
Trataba de asustarla. Trataba de fingir que algo iba a cambiar. Otra cosa como la de mamá. A la mierda con él.
Espero que Desaparezcas, tío Denys.
Eso no era verdad, pero lo que estaba haciendo el tío Denys era un golpe bajo, y ella no estaba segura de cómo demostrarle lo mucho que la enfurecía.
—Nos llevamos bien —dijo ella.
—Te quiero mucho, Ari.
Dios. Realmente quiere Trabajarme.
—¿Ari? ¿Estás enfadada?
—Claro que sí.
—Lo siento, querida. De verdad. Algún día tal vez podré decirte por qué hacemos estas cosas. Ahora no. Ahí, es un señuelo, ¿no?
—Ya sabes que la madre de Amy te invitó a ti, a Florian y a Catlin a ir a su casa esta noche.
—No lo sabía. No.
—Bueno, es así. ¿Por qué no vas?
—Porque me siento mal. Y Amy no me ha dicho nada.
—Es una sorpresa. No te creo.
—Me parece que has estado estudiando demasiado. Una tarde de fiesta te hará bien.
—¡No quiero ir a ninguna parte! ¡Todo esto es asqueroso! ¡Quiero irme a la cama!
—De verdad, creo que deberías ir a casa de Amy.
—No quiero.
El tío Denys tenía mala cara y empezó a levantarse.
—Llamaré al doctor Ivanov. Tal vez te ha dado algo que te molesta. Tal vez te pueda recetar algo.
—¡Claro que no! ¡No quiero más inyecciones! No quiero análisis de sangre. No quiero cámaras en mi dormitorio, no quiero gente que ande todo el día molestándome.
—Bueno, está bien, está bien. No habrá más medicinas. Nada. Hablaré con Petros. —Frunció el ceño—. De verdad, estoy muy preocupado por todo esto, Ari.
—No me importa. —Ella se levantó. Estaba mareada de furia. Estaba fuera de control. Y lo odiaba. Odiaba sentirse así, odiaba lo que le estaban haciendo, fuera lo que fuese.
—Quiero decir que estoy preocupado —dijo el tío Denys—. Ari, vas a usar el ordenador esta noche, ¿verdad?
—¿Qué tiene que ver?
—Es que, cuando lo hagas, recuerda que te quiero. Eso la golpeó. ¿El tío Denys diciendo «te quiero»? Era una Trampa, claro.
Le dolió, porque era el golpe más bajo de todos.
—Claro —dijo—. Me voy a mi habitación, tío Denys.
—Hormonas —dijo él, brevemente, como ella—. Son las hormonas. La adolescencia es un asco. Me voy a alegrar cuando termines con ella. De verdad.
Ella salió y cerró la puerta entre su parte de la casa y la sala.
Florian y Catlin salieron a la puerta en cuanto Ari llegó.
Sus caras decían, ¿qué pasa?
—Estoy bien —les tranquilizó—. El tío Denys y yo hemos discutido por las cintas. Vas a sacar el circuito mañana en cuanto te levantes.
—Bien —dijo Florian con la voz vaga, asombrada.
—Me voy a mi habitación. Estoy bien. No os preocupéis por mí. Todo está bien.
Y pasó junto a ellos.
Cerró la puerta de la habitación.
Miró el ordenador sobre el escritorio.
Exactamente lo que él quiere que haga, pensó. Debería frustarlo lo más posible. Hacer que se preocupara. No tocar este aparato durante días.
Eso no era inteligente.
Primero había que descubrir qué era lo que perseguía. Después, decidir.
—Base Uno —llamó ella—. ¿Hay mensajes?
—No hay mensajes —respondió la Base Uno a través del Cuidador.
No era lo que esperaba.
—Base Uno, ¿qué hay en el sistema?
La pantalla se iluminó. Ella se situó delante. Sólo había un dato esperándola.
La puesta al día semanal. Segunda semana de abril, 2290.
Ari se sentó frente a la pantalla. Le temblaban las manos. Se dominó, aterrorizada sin saber por qué. Pero había algo allí. Algo que Denys quería y que estaba en esa semana, en ese año.
Segunda semana de abril.
Segunda semana de abril, hacía cinco años.
Había estado en la escuela. En el arenal. Iba de vuelta a casa.
—Selección uno.
Y apareció con el ritmo acostumbrado. Olga Emory. Muerta. Abril, 13, 2290.
Ari senior estaba en la escuela, cuando su tío Gregory fue a buscarla y a darle la noticia.
—¡Mierda, mierda! —aulló Ari. Se puso en pie, atrapó la primera cosa que encontró y la arrojó al suelo. Los lápices se desparramaron sobre la cama y el vaso que los contenía golpeó la pared. Ella tomó la jarra y la lanzó contra el espejo y los dos se rompieron y se cayeron.
En ese momento, Florian y Catlin entraron corriendo.
Ella se sentó en la cama. Y aferró a Poca-cosa y la abrazó, le acarició el pelo envejecido y sintió que iba a vomitar.
—¿Sera? —preguntó Florian.
Y él y Catlin se arrodillaron junto a la cama donde Ari estaba sentada, los dos, aunque ella había estado rompiendo cosas y debían de pensar que estaba loca. Era terrible para ellos, debían de estar muy asustados; era terrible para ella tenerlos tan cerca cuando ya estaba acorralada. Sabía lo peligrosos que eran. Y no podía confiar en nada.
—¿Sera? —dijo Catlin y se puso de pie a su lado, se enderezó, músculo sólido; se inclinó sobre la cama y le tocó el hombro—. Sera, ¿hay un Enemigo?