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Sabía lo que le pasaba, tenía que ver con la menstruación, mierda. El doctor Ivanov estaba metiéndose con ella de nuevo y resultaba muy embarazoso. Estar con otros, con mayores, que podían darse cuenta de lo que le estaba pasando, y eso también la avergonzaba.

Probablemente todo tenía que ver con órdenes de Denys. Claro que sí. Y trató de pensar en una forma de detener todo aquello, pero mientras Ivanov tuviera el poder de suspender su licencia como supervisora si faltaba a las sesiones, tenía que asistir.

Mierda, no era posible que aquellas inyecciones y controles estuvieran relacionados con su trato con los azi, no lo era, pero no podía probarlo, a menos que hiciera lo mismo que la primera Ari y llamara a Seguridad para que ellos arreglaran una reunión de la Casa.

Dios, ¿y sentarse ahí, frente a todos los mayores que conocía en la Casa y explicarles lo de los ciclos y las inyecciones? Ni hablar.

No te enfrentes a Administración, le había dicho Ari senior por su propia experiencia.

Claro que Ari senior se lo estaba haciendo tanto como Denys.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Abrió el armario de cintas y buscó algo que le ocupara la mente y eliminara parte de su enfado. Una de las cintas E. Dumas, tal vez. Quería pasar esa cinta dos veces. Sabía que era buena.

Pero empezó a pensar en las cintas para adultos y eso le recordó la última cinta sobre sexo que había usado hacía ya mucho tiempo. Y eso era exactamente lo que quería.

Así que sacó una que no parecía tan vergonzosa como las demás. Modelos,se llamaba; y la llevó a la biblioteca, le dijo al Cuidador que informara a Florian y a Catlin cuando llegaran que ella estaba con una cinta y que tal vez tardaría unos quince minutos más; controló el tiempo.

Y cerró la puerta del laboratorio de cintas, se drogó con la dosis media de trank que se usa para entretenimientos, se instaló y la dejó correr.

Un rato después pensó que sería mejor detenerla. Era diferente de cualquier cosa que hubiera esperado.

Pero los sentimientos que le provocaba eran interesantes.

Muy interesantes.

Florian y Catlin estaban en casa a la hora en que terminó la cinta. Ella no debía moverse todavía, pensó; pero era sólo una dosis pequeña, no era peligrosa, sólo la hacía sentir un poquito drogada, de aquella forma rara, tibia. Le preguntó al Cuidador si ellos dos estaban solos (una tontería, claro) antes de abrir la puerta.

Los encontró en la cocina preparando la cena. Se sintió tibia de nuevo.

—Hola, sera —saludó Florian—. ¿Le ha ido bien hoy?

Almuerzo con Denys, recordó Ari. Y pensó que todavía estaría furiosa, si no hubiera tomado la droga. Era extraño... la forma en que las cosas le parecían más o menos importantes durante el día.

—Ya no tengo que ir a clase. Dijo que no tengo que ir a clase excepto si necesito ayuda especial. Dijo que tengo demasiadas cintas que hacer.

¿Y por dónde empiezo? Qué tontería. Como si tuviera todo el tiempo del mundo.

¿Está bien, sera? —Catlin estaba preocupada.

—Sí. —Ari se separó del marco de la puerta y fue a preparar las servilletas. El reloj del horno estaba corriendo, un brillo de números verdes—. Puedo soportarlo. Lo superaré. Tal vez tiene razón: tengo mucho que revisar. Y no es que vaya a perder la escuela. —Se inclinó en una silla. El reloj seguía—. Pero voy a echar de menos a los chicos.

—¿Nos vamos a ver con ellos? —preguntó Florian.

—Claro, claro. Continuaremos viéndonos. —Ari tomó el plato y lo sostuvo y Florian usó las pinzas de cocina para sacar la cena calentada del horno. Ella tomó su parte y se sentó mientras Florian y Catlin cogían las suyas y se unían a ella.

La cena. Un poco de charla. Después a las habitaciones a estudiar. Tal como lo habían hecho siempre, pero ella tenía su propia oficina ahora y ellos sus terminales de ordenador y sus accesos a la Casa a través del Cuidador.

Ari fue a su habitación a cambiarse. Y se sentó sobre la cama; deseaba no haber visto aquella cinta y sabía que estaba en un lío.

Un gran lío. Porque sabía decirse que no cuando veía razones para hacerlo, pero se le hacía cada vez más difícil pensar en las razones que había para no seguir sus propios instintos, porque cuando se negaba algo, se ponía furiosa y cuando se ponía furiosa, volvía el mismo sentimiento.

Fue y leyó Base Uno, renglones y renglones de informes triviales generados por Ari senior, como ella generaba otros ahora, hasta que los pasó cada vez más rápido. ¿A quién le importaba que Ari senior hubiera hecho un pedido de tomates el 28 de septiembre?

Pensó en la biblioteca de cintas, en poner una de las Recomendadas y empezar con algo. Y finalmente decidió que probablemente era lo mejor que podía hacer.

—Sera. —Era la voz de Florian por el Cuidador—. Perdone. Estoy haciendo la lista. ¿Quiere algo de Mantenimiento?

Mierda, mierda, mierda.

—Mándala. —Le llegó un pensamiento, tibio, hormigueante y muy peligroso. Luego dijo, deliberadamente, consciente de que era una estupidez—: Y ven aquí un momento. A mi oficina.

—Sí, sera.

Tonto,se dijo a sí misma. Y cruel. Es una porquería hacerle eso, mierda. Inventa algo. Encárgale algún trabajo.

Dios...

Pensó en Ollie. Había pensado en él toda la tarde. Ollie con mamá. Ollie cuando parecía joven y mamá también era joven. Mamá nunca había estado sola, nunca mientras Ollie estuvo con ella. Y a Ollie nunca le había importado.

—¿Sera? —dijo Florian desde el umbral.

—Fuera —dijo ella a Base Uno, giró la silla y se levantó—. Adelante, Florian. ¿Qué está haciendo Catlin?

—Estudiando. Tenemos un manual que hacer. Cinta liviana. No es... no es algo que usted tenga que supervisar, ¿verdad? ¿Le digo que no lo haga?

—No. Está bien. ¿Es muy urgente?

—No.

—¿Incluso si te atrasas? ¿Incluso si no lo haces?

—No, sera. Dijeron... cuando podamos. Creo que estará bien. ¿Qué quiere que haga?

—Quiero que vengas a mi habitación un momento —dijo Ari y lo cogió de la mano y lo llevó por el pasillo hacia el dormitorio.

Y cerró la puerta cuando llegaron y echó el pestillo. Él la miró, preocupado.

—¿Hay algún problema, sera?

—No lo sé. —Ella le puso las manos sobre los hombros. Con cuidado. Él se apartó, se le movieron las manos, una ligera reacción defensiva que hubiera tenido igualmente incluso de haber sabido que ella iba a tocarlo. Se sentía inquieto si lo tocaban, como le había ocurrido con Maddy una vez—. ¿Está bien? ¿Te molesta?

—No, sera. No me molesta. —Todavía estaba confuso. Su respiración se aceleró y profundizó cuando Ari le pasó las manos por los costados y caminó a su alrededor, y otra vez hacia el otro lado. Tal vez pensaba que era una especie de prueba. Tal vez lo entendía. Otra reacción, cuando ella le tocó el pecho.

Ella sí sabía. Eso era lo horrible. Estaba avergonzada de sí misma. Tenía miedo por Catlin y por él, aunque nada importaba en aquel momento.

Le aferró el hombro, como a un amigo.

—Florian. ¿Sabes algo de sexo? Él asintió. Una vez, enfático.

—Si lo hicieras conmigo, ¿Catlin se sentiría mal? Él negó con la cabeza. Respiró hondo.

—No si usted dijera que está bien.

—¿Tú te sentirías mal? Otra vez el mismo gesto.

—No, sera.

—¿Estás seguro?

Él asintió, con fuerza. Otro suspiro.

—Sí, sera. —Otro gesto—. ¿Puedo ir a decírselo a Catlin?

—¿Ahora?

—Si tardamos un rato, ella se va a preocupar. Creo que tengo que decírselo, sera.

Le pareció justo. Era imposible evitar las complicaciones.

—De acuerdo —aceptó ella—. Vuelve pronto.