El tío Giraud, que seguía siendo el tío Giraud, había comentado que aquella cinta tenía muchas posibilidades comerciales.
Florian llevó a la potranca de vuelta con mucho estilo y hubo unas exclamaciones y un aplauso de los chicos; eso asustó a la potranca, que retrocedió. Pero se calmó y Florian se bajó muy tranquilo y le entregó las riendas.
—¿Sera? —dijo. Ari respiró hondo y avanzó hacia la potranca.
Había avisado a todo el mundo que debían estar callados. Ahora reinaba un silencio absoluto. Todos miraban, y ella deseaba con todo su corazón hacer las cosas bien y no quedar mal ni asustar a nadie.
—Pie izquierdo —murmuró Florian, por si ella se había olvidado—. La llevaré un ratito hasta que usted la sienta, sera.
Había tenido que estirarse para alcanzar el estribo. Se apoyó y aferró la montura y subió sin hacer el ridículo. La potranca se movió entonces; Florian la llevaba de la brida y, de pronto, Ari sintió la cinta, sintió el movimiento que se instalaba justo donde el músculo y el hueso sabían que estaría, y los dos cedieron con facilidad.
Tuvo ganas de llorar y apretó los dientes porque no quería hacer tal cosa. Ni parecer una tonta con Florian llevándola de la brida.
—Ya está —dijo—. Dame las riendas, Florian. Él detuvo a la potranca y pasó las riendas sobre la cabeza del animal. Estaba muy nervioso.
—Por favor, sera, no deje que la domine. Está inquieta por toda la gente.
—La tengo —dijo ella—. Está bien.
Y fue muy prudente. Empezó la vuelta a un paso tranquilo, dejando que la potranca se acostumbrara a ella en lugar de a Florian, tras meses y meses de haber permanecido en la cerca de la pista, viendo desde lejos cómo montaba Florian, y lo había visto caerse algunas veces también, y pensaba que nadie fuera de la vieja Tierra sabía cómo se hacía lo que él estaba haciendo. Una vez la potranca se había caído, un gran golpe, y Florian se había desmayado durante unos instantes, totalmente inconsciente, pero se había levantado y había dicho que no era culpa de la potranca, que el animal había tropezado, él lo había sentido, y había seguido montando mientras ella y Catlin se quedaban ahí, con las manos apretadas.
Ahora llevó a la potranca lejos de Florian, para hacer la primera salida de la potranca en público y sabía que Florian estaba sudando y sufriendo con cada paso que daba, consciente de que sera podía hacer tonterías; y que Catlin probablemente pensaba lo mismo, sabiendo que si algo salía mal, sólo Florian podía hacer algo para remediar las cosas.
Hoy cumplía catorce años y tenía demasiado público para arriesgarse a hacer una tontería. Se mostró sorprendentemente juiciosa, montó al paso y siguió al paso, nerviosa cuando la potranca trató de moverse más rápido. No, había dicho Florian, si trata de ir al paso que quiere, no la deje, no debe ni sabe cómo hacerlo.
Florian le había dicho todos los movimientos que la potranca tendería a hacer y dónde podía perder pie y cuándo iba a tratar de hacer lo que quisiera.
Así que Ari detuvo el movimiento en cuanto compendió lo que quería hacer la potranca, no, no, la potranca tenía una manera de estirar el cuello contra la rienda y seguir como si de pronto quisiera ir al trote unos pasos; estaba contenta de no haberla dejado correr la primera vez; pero la potranca le obedeció bien cuando ella la detuvo.
No era el espectáculo que ella quería dar, claro. Ella quería llegar al galope y asustarlos a todos; pero ésa era la parte de Florian, a ella le tocaba ser responsable.
Pasó al público, tan consciente de sí misma que casi no podía aguantarlo, odiaba ser responsable; y el tío Denys probablemente estaba nervioso. Volvió donde se erguía Florian, de pie junto a la cerca, y detuvo a la potranca porque él se estaba acercando para hablarle.
—¿Cómo voy? —preguntó Ari.
—Muy bien —respondió—. Golpéela una vez levemente con los talones cuando está caminando. Una vez, nada más. Mantenga firmes las riendas. Ese es el paso que sigue. No la deje ir más rápido de eso. Nunca la deje hacerlo si usted no se lo ordena.
—De acuerdo —asintió ella. Hizo caminar a la potranca, un golpecito, después un segundo.
A la potranca le gustó eso. Levantó las orejas y empezó a andar con un paso rítmico que era más difícil de seguir, pero Ari logró mantenerse. Su cuerpo empezó; recordar de pronto qué hacer con los movimientos más rápidos, encontró el equilibrio, recordó todo lo que Florian le había dado, como pasaba con la cinta.
Ella quería soltarse, Dios, quería hacerlo todo, y la potranca también, pero siguió en ese paso que la potranca consideraba suficiente y se detuvo en una parada impresionante justo frente a Andy y Catlin. La potranca estaba sudando, excitación, eso era todo; y golpeó con los cascos y cambió de posición en cuanto ella bajó mientras Andy sostenía el animal.
Todos estaban impresionados. El tío Denys estaba blanco como el papel, pero se portaba muy bien, de todos modos. Amy y los demás querían probar también pero Andy dijo que era mejor que la potranca no tuviera muchos jinetes en un solo día. Se marearía un poco. Florian dijo que podían ir cuando él estuviera ejercitando y que podían hacerlo de uno en uno, si querían.
Además, continuó Florian, la mejor manera de aprender cosas sobre los caballos era trabajar con ellos. La yegua iba a dar a luz otra vez y estaban haciendo otros dos genotipos totalmente distintos en los tanques; y con ésos tendrían siete caballos en total, ya no eran Experimentales, ahora eran oficialmente Animales de Trabajo.
De éstos, la potranca había sido la primera. Ari la palmeó, con fuerza, una palmada sólida; a la potranca le gustaba saber que la estaban tocando; y ella tenía olor a caballo en todo el cuerpo, pero le gustaba; le gustaba todo, incluso fue a darle un abrazo al tío Denys.
—Has sido muy valiente —le dijo al tío cuando lo abrazó, y en un impulso, lo besó en la mejilla y le sonrió. El olor se pasó a él también—. Tu conejito de indias favorito no se ha roto el cuello.
El tío Denys parecía totalmente sorprendido. Pero ella lo había murmurado.
—Incluso su misma entonación —dijo él, desequilibrándola a ella—. Dios. A veces eres extraña, jovencita.
IX
—Ahí está —dijo Justin cuando los resultados de la elección de Cyteen aparecieron en la pantalla—. Vídeo fuera —indicó al Cuidador—. Khalid.
Grant meneó la cabeza, y no dijo nada durante un largo rato.
—Bueno, es una manera muy rara de hacer negocios —comentó después.
—Los contratos de Defensa en el Departamento de Comercio, en Finanzas.
—Reseune también tiene contactos allí.
—Va a ser interesante.
Grant inclinó la cabeza, se pasó una mano por el cuello y descansó un momento. Pensaba, claro, que iba a pasar mucho tiempo, muchísimo tiempo hasta que cualquiera de los dos pudiera viajar a Planys.
O pensaba algo peor. Como el problema de la seguridad de Jordan.
—No parece factible que enreden tanto las cosas como para aprobar la nacionalización. Los otros Territorios se pondrían del lado de Reseune en esto. Y hay que ver cómo cambia Giraud la situación. Tiene gancho para hacer estas cosas. En realidad, él es Defensa. Nunca le vi una utilidad a ese hombre. Pero, por Dios, ahora quizá sea útil.
X
Era una de esas fiestas privadas, muy privadas, durante el fin de semana, toda la pandilla libre de escuela y de deberes, y la Regla consistía en no tomar ponche ni torta fuera del área de la Terraza y si alguien quería estar en pareja debía ir a la habitación de huéspedes o a la sauna a tomar duchas frías hasta que se le pasara la calentura.
Y hasta ahora, la amenaza de las duchas frías había bastado.
Estaban Stasi, Maddy, Amy, Tommy, Sam y un grupo de chicos nuevos. Los primos de Stasi, Dan y Mischa Peterson, sólo que Dan era Peterson-Nye y Mischa era Peterson, eran unos hermanos cuya madre los habría matado si se enteraba de que bebían alcohol, pero eso los hacía cuidadosos y nada más; y dos grupos de primos, Amy y Tommy Carnath; y Stasi, Dan y Mischa. Dan y Mischa tenían catorce y quince, pero estaba bien, se llevaban bien y hacían de todo menos beber alcohol.
En cualquier caso estaban emparejados, chicos y chicas, y Amy y Sam eran una pareja, y Dan y Mischa rondaban a Maddy, y Stasi y Tommy Carnath formaban otra pareja; y eso funcionaba bien.