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—Lo vigilaremos —determinó Florian.

Por entonces ya hacían menos trabajo en los Barracones. De vez en cuando iban a seguir un curso, por un día. Habían ido esa mañana. Catlin tenía un arañazo en la mano y un golpe en la mejilla, pero estaba contenta con ella misma, lo cual significaba que estaba complacida por la forma en que habían ido las cosas.

Sobre todo estudiaban en cinta. Las cosas eran reales ahora, casi todas. Y leían los informes que les llegaban del Departamento de Defensa y todas las idas y venidas en las instalaciones que rodeaban las propiedades de Reseune.

Había habido muchas maniobras sucias, intentos de crear escándalos alrededor de Reseune. Intentos de que el personal de Reseune hiciera declaraciones públicas. Khalid era mucho más eficiente en las bambalinas que frente a las cámaras y había ganado terreno mientras Giraud le decía a ella que no, no, no hay ninguna ventaja en hacer un debate. Él puede formular acusaciones. En el momento en que las refutes, vuelves a ser noticia y la cosa ya estará de nuevo en marcha.

Pero ella hubiera preferido ser noticia para poder meter a Khalid en problemas.

Se había dado una alarma la semana anterior. Un bote perdió el motor y llegó a tierra justo debajo de la estación de precipitados número 10. Algunos CIUD se habían ofendido por el nivel de seguridad que había en ese lugar y un senador centrista de Svetlansk había usado la noticia para su beneficio y propuso una investigación sobre la brutalidad de la Seguridad de Reseune.

Y no tuvo importancia que el CIUD en cuestión hubiera tratado de recuperar de manos de Seguridad una bolsa que, según se supo después, contenía un número bastante cuestionable de drogas de prescripción. El CIUD dijo que eran legales y que él tenía un problema respiratorio agravado por la tensión. Había presentado una demanda por daños y perjuicios.

Había una directiva enviada a Seguridad que confirmaba el apoyo de Reseune al guardia. Pero Florian estaba preocupado, y Catlin también se preocupó cuando Florian señaló que tal vez había sido deliberado y que si nadie había pensado en crear un incidente con Seguridad frente a las cámaras, alguien lo haría tarde o temprano, posiblemente Khalid y probablemente en Novgorod.

Os voy a decir una cosa, les había tranquilizado ella cuando los dos se lo plantearon, no os preocupéis por eso. Si fue preparado, si fue preparado, eso es algo que puede beneficiar a nuestros enemigos. No dudéis de vuestra cinta y reaccionad, reaccionad al nivel que os indique la cinta. Si yo estoy viva, puedo manejar lo que sea, políticamente. ¿Lo dudáis?

Ellos habían dicho que no, solemnemente.

Así que ella golpeó la mesa con la mano y ellos saltaron como una bomba que explota, asustados y pálidos.

—Os he Atrapado —dijo ella—. Pero sois bastante rápidos. Ha sido un ejercicio de «adelante» y «alto. Muy rápido.

Dos o tres respiraciones después, Florian dijo:

—Ha estado muy bien, sera. Pero no debería asustarnos así.

Ella se había reído. Y había palmeado la mano de Florian y la de Catlin; Catlin estaba seria y atenta, como se ponía siempre que estaba alerta.

—Vosotros sois mi personal. Haced lo que yo os diga. No lo que diga Denys. No lo que os dicen vuestros instructores. Ni ninguna otra persona.

Así que cuando Florian dijo: Lo vigilaremos,la frase tenía cierto tono de amenaza.

—Es mi amigo —insistió ella, para que lo recordaran.

—Sí, sera —aceptó Catlin—. Pero nosotros no damos nada por sentado.

—Los Enemigos son lo más fácil de prever —dijo Florian—. Los Enemigos no pueden entrar aquí.

Era de sentido común. Ella ya había sabido todo aquello en el pasado, cuando eran pequeños, en el apartamento del tío Denys.

—Las hormonas son una porquería. Hacen cosas terribles con las ideas. Tenéis razón. Haced lo que tengáis que hacer.

—¿Hormonas, sera? —preguntó Florian. Ella se encogió de hombros, incómoda. Pero no había celos en eso, sólo preocupación.

—Es atractivo —explicó—. Eso tiene que ver, ¿no os parece? Pero no estoy loca, claro.

Se sentía rara con respecto a eso. Asustada. Y pensó en los tiempos en que no había tenido tanta contradicción alrededor.

Así que se puso a pensar en Nelly y se le ocurrió que hacía mucho que no la veía y la buscó la mañana siguiente, una Nelly un poquito gorda, y ocupadísima con sus pequeños en la guardería.

Nelly tuvo un poco de problema en situarla, como si los cambios fueran demasiados o hubiera transcurrido demasiado tiempo.

—¿Joven sera? —dijo Nelly, parpadeando—. ¿Joven sera?

—Me acordé de ti —dijo ella—. ¿Cómo estás? ¿Eres feliz?

—Ah, sí. Sí, joven sera. —Un bebé empezó a llorar. Nelly lo miró, preocupada, por encima del hombro. Alguien se ocupó del niño—. Ha crecido mucho.

—Sí. Tengo dieciséis años, Nelly.

—¿Tantos? —Nelly volvió a parpadear y meneó la cabeza—. Usted fue mi primer bebé.

—Y soy la mayor de tus bebés. ¿Puedo invitarte a comer, Nelly? Ponte la chaqueta y ven a almorzar conmigo.

—Bueno, yo... —Nelly miró las hileras de cunas.

—Ya se lo he pedido a tu supervisor. Y ha aceptado. Ven.

Fue raro. En cierta forma, Nelly todavía era Nelly, preocupada por su aspecto, preocupada por el de Ari. Se estiró y le enderezó el cuello y Ari sonrió a pesar de que se había movido un poco como para defenderse, porque no había nadie más en todo el universo que hiciera eso por ella.

Pero antes de terminar el almuerzo ya sabía que la pequeña idea melancólica que había tenido de llevar a Nelly a su apartamento carecía de sentido.

La pobre Nelly nunca entendería las presiones que sufría Ari, no entendería la biblioteca de cintas, desde luego.

Nelly estaba contenta porque había encontrado de nuevo a uno de sus bebés. Y Ari escribió una nota para decirle al supervisor de la guardería que Nelly debía recibir una cinta de recompensa: no podía hacer nada más por ella, además de ir a decirle que la mayor de sus bebés estaba muy bien.

Que la mayor de sus bebés era... lo que era. Nelly no podría entenderlo.

Pero la conmovió que Nelly volviera a arreglarle el cuello antes de separarse de ella. Se le formó un nudo en la garganta y se sintió tibia en el camino hacia el vestíbulo.

Fue hasta el cementerio, donde había una pequeña inscripción que decía Jane Strassen, 2272-2414. Y se sentó allí un largo rato.

—Sé por qué no me escribiste —le dijo a nadie en particular, porque mamá se había ido hacia el sol, como Ariane Emory—. Sé que me amabas. Ojalá me escribiera Ollie. Pero ya entiendo por qué no lo hace, y tengo miedo de escribirle, porque Khalid ya sabe demasiado de la gente a quien amo sin eso.

»Hoy he visto a Nelly. Está contenta. Tiene muchos bebés que cuidar, pero no le importa lo que lleguen a ser, sólo quiere que sean bebés, nada más. Es muy buena, es buena en una forma que no encuentro en otros.

»Sé por qué no querías que me acercara a Justin. Pero ahora somos amigos, mamá. Recuerdo la primera vez que lo vi. Es mi primer recuerdo, nosotros en el salón y Ollie, que me llevaba en brazos. Y el cuenco de ponche, y Justin y Grant al otro lado de la habitación; y yo. Recuerdo eso. Y recuerdo la fiesta que tuvimos después en casa de Valery.

»Me va bien, mamá. Soy todo lo que querías que fuese. Ojalá me hubieras dejado algo, como Ari senior. Porque me gustaría saber tantas cosas.

»Pero en general, me va bien. Pensé que te gustaría saberlo.

Era una estupidez. Claro que mamá no sabía nada. Estaba al borde de las lágrimas y se quedó allí sentada, sobre el banco, un largo rato, y se recordó con el brazo enyesado, la tía Victoria, Novgorod, Giraud y todo lo que había pasado.

Se sentía sola. Ese era el problema. Florian y Catlin no podían experimentar la contradicción como ella la sentía, y Ari deseaba que cuando se derrumbaba como ahora, hubiera alguien que pudiera decirle como mamá: Mierda, Ari, ¿qué carajo te pasa?

—Es que me siento sola, mamá. Florian es bueno. Pero no es como Ollie. Antes que nada es de Catlin. Y no quiero interferir con eso.

»Ojalá me hubiera hecho un Ollie también. Alguien que fuera solamente mío. Y si hubiera un Ollie, Florian estaría celoso, sobre todo porque él sería otro azi y estaría cerca de mí, no celoso como un CIUD.