Sobre todo seguía pensando en la colonia y en su problema, y seguía dándole vueltas al asunto mientras hablaba del problema entre Amy y Stasi. Y pensó: Mierda, en cuanto algo se pone CIUD, todos se vuelven locos, ¿no?
La oficina estaba cerrada cuando volvió. Esperó en la puerta y finalmente apareció Justin, sin aliento.
—Perdona —barbotó él y abrió la puerta. (Ella podría haberla abierto con la Base Uno, a través de Seguridad 10, pero eso era sobrepasarse y entraría en los informes de Seguridad y habría papeles. Así que no lo hizo.)
—Grant está desarrollando un asunto en Sociología —se disculpó—. Un trabajo que necesito. Tengo otros trabajos además de esto.
Estaba de buen humor. Eso la alegró. Tomó la taza de café que le había preparado él y se sentó y siguieron adelante.
—Supongamos —empezó él— que aunque los parentescos no sean instintivos, tus azi socializados probablemente duplicarán la cultura de los padres.
—Tiene sentido —admitió ella.
—Mucho sentido. Porque le darán un valor abstracto, como fuente de las órdenes.
Ella nunca se había fijado en la forma que tenía Justin de morderse el labio cuando pensaba. Era un gesto infantil, a pesar de que toda su apariencia parecía tan madura. Y Justin olía bien. Muy parecido a Ollie. Muy, muy parecido a Ollie.
Y ella no podía dejar de pensarlo.
El y Grant eran amantes. Lo sabía por los chismes de la Casa. No podía imaginárselo.
Excepto de noche, cuando estaba tendida en la oscuridad, mirando el techo y preguntándose qué los hacía ser como eran.
Si él tenía sentimientos hacia ella, o si era solamente la preocupación por Seguridad lo que hacía que quisiera que Grant estuviera allí todo el tiempo. Como si necesitara protección.
Le gustaba estar cerca de él. Siempre le había gustado.
Sabía cuál era el problema. Finalmente lo sabía. Sintió la contradicción con una fuerza suficiente para ponerlo todo patas arriba, y se le formó un nudo en el estómago y perdió la pregunta que él le estaba haciendo.
—Lo siento...
—La segunda generación. Estás suponiendo que la línea fue materna.
Ella asintió. Justin anotó algo. Golpeó sobre el papel. Ari se levantó para ver y se inclinó sobre la silla de él.
—Deberías haber tenido una cinta de instrucción para cubrir las unidades familiares. ¿Quieres hacer una?
—Bueno...
Él levantó la vista y la miró.
—¿Ari?
—Lo siento. Me he distraído. Él frunció el ceño.
—¿Pasa algo malo?
—Unos amigos míos tienen problemas. Eso es todo. Supongo que no estoy concentrada. —Miró el papel impreso. Y sintió que las sienes se le llenaban de sudor—. Justin, ¿alguna vez... alguna vez has tenido problemas por ser inteligente?
—Supongo que sí. —El también frunció el ceño, se volvió en la silla y apoyó el brazo sobre el escritorio para mirarla—. No se me ocurrió plantearlo así, pero supongo que fue una de las razones.
—Y... —Dios, le daba miedo. Podía salirle mal. Pero ya estaba metida hasta el cuello. Se inclinó contra la silla, contra el cuerpo de él—. ¿Y alguna vez has tenido problemas porque eras mayor que todos los demás?
—Respiró y deslizó la mano sobre el hombro de él y se sentó en el brazo de la silla.
Pero él se levantó, rápido, tan rápido que ella tuvo que levantarse para no caer.
—Creo que será mejor que hables de esto con tu tío
—espetó.
Nervioso. Muy nervioso. Probablemente, pensó ella, Denys le había dicho algo y eso la enfureció.
—Denys no tiene que meter las narices en mis asuntos —replicó. Se acercó y le cogió el brazo—. Justin, no me interesa nadie de mi edad. Nadie, nadie. No hago daño a nadie, quiero decir, duermo con quien quiero. Siempre que quiero.
—Está bien. —Él se soltó, se giró y cogió unos documentos del escritorio. Le temblaban las manos—. Vuelve con ellos. Yo he aceptado enseñarte. No hacer... lo que sea.
A Ari le resultaba difícil respirar. Ésa sí que era una reacción. Mierda. Le asustaba que un hombre reaccionara así con ella .Justin cogió sus cosas y se dirigió hacia la entrada.
Y en ese momento, se abrió la puerta y apareció Grant, mirando y entendiendo lo que veía, con los ojos moviéndose suavemente.
—Me voy a casa —dijo Justin—. Cerramos temprano hoy. ¿Cómo ha salido lo de Sociología?
—Bien —respondió Grant. Entró y dejó los papeles sobre la mesa, ignorándola, ignorando todo lo que había pasado.
—A la mierda —exclamó Ari y le dijo a Justin—: Quiero hablarte.
—Hoy no.
—¿Qué pasa? ¿Me estás echando?
—No te echo. Yo me voy a casa. Démonos la oportunidad de pensar todo esto, ¿de acuerdo? Te veré mañana.
Ari tenía la cara ardiendo. Estaba temblando.
—No sé lo que te dijo mi tío, pero yo sí voy a encontrar algo que decirle si te vas así. ¡Fuera de aquí, Grant! ¡Estoy hablando con Justin!
Grant se dirigió hacia la puerta, tomó a Justin del brazo y lo empujó hacia fuera.
—Vete de aquí —le pidió. Y cuando Justin protestó, repitió—: ¡Fuera! Vete a casa.
Tenían la puerta bloqueada. Ella se asustó de pronto, y se asustó más cuando Grant empujó a Justin por la puerta y la encerró en la oficina.
Volvió al cabo de un instante. Solo. Y cerró la puerta otra vez.
—Si quiero, puedo llamar a Seguridad —advirtió ella—. Si me pones una mano encima, acusaré a Justin de ello. Espera y verás.
—No —dijo Grant y estiró una mano—. No, joven sera. No la estoy amenazando. Y no pienso hacerlo, se lo aseguro. Por favor, le pido que me cuente qué ha pasado.
—Pensaba que él te lo contaba todo.
—¿Qué ha pasado?
Ella respiró hondo y se retrepó de nuevo en la silla.
—Le he dicho que estaba cansada de los chicos. Dije que quería ver si un hombre era distinto. Tal vez me pegó. Tal vez me agarró del brazo ¿Quién sabe? Dile que se vaya a la mierda.
—¿Hizo eso?
—Lo ha echado todo a perder. Lo necesito. Necesito que me enseñe y lo único que le he pedido es que se acostara conmigo. ¡No creo que eso sea un insulto! —Mierda, le dolía todo por dentro. Se le nublaban los ojos—. Dile que será mejor que me enseñe. Díselo. Lo necesito, mierda, mierda.
Grant se puso azi, y ella recordó que en efecto lo era, algo fácil de olvidar con Grant; y ella estaba cometiendo un error, gritándole a Grant y no a Justin; tenía una licencia y eso significaba responsabilidad, y ahora deseaba pegarle.
—Joven sera —murmuró él—. Se lo diré. Por favor, no se ofenda. Estoy seguro de que no habrá problemas.
—No habrá problemas, a la mierda con eso. —Ari pensó en trabajar con Justin todos los días y meneó la cabeza
yperdió el control—. ¡Mierda! —Las lágrimas le inundaron los ojos y empujó la silla para dirigirse a la puerta pero Grant la detuvo, bloqueándole el paso—. ¡Fuera de
—Joven sera —repitió Grant—. Por favor. No llame a Seguridad.
—Yo nunca pedí esto. Solamente hice una pregunta con toda educación.
—Haré todo lo que quiera, joven sera. En el momento en que usted quiera. No tengo ninguna objeción. Aquí mismo, si quiere. O en su apartamento. Sólo pídamelo.
Grant era alto, muy alto. Muy tranquilo y muy amable, y ahora se estiró y le tocó la mano. Y había muy poco espacio entre ella y el escritorio. Ari retrocedió y el corazón le golpeaba como un martillo.
—¿Eso es lo que quiere, joven sera?
—No —respondió ella, tratando de respirar. Y en realidad quería, mierda, pero él era demasiado adulto, demasiado extraño, demasiado frío.
—Sera no es una niña. Sera tiene suficiente poder para conseguir todo lo que quiera por el medio que sea. Sera tiene que aprender a controlarse para no conseguir más de lo que realmente desea. Mierda, usted le ha costado su padre, su libertad y su trabajo. ¿Qué más quiere llevarse?
—¡Suéltame!
Él la obedeció. Inclinó la cabeza una vez con buenos modales y abrió la puerta.
Ella descubrió que estaba temblando.
—Cuando quiera, joven sera. Yo estoy siempre disponible.