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—El caso Winfield. Sí. Estaba relacionado con el asesinato de Emory. Ese era uno de los puntos de discusión, entre Warrick y Emory.

—Es un hijo adoptado de Warrick. No lo dejan salir de Reseune. No podemos conseguir datos sobre él, pero sabemos que está con vida y que sigue con el hijo, y que Warrick todavía lo considera parte de la familia. Te puedo dar toda la documentación.

—¡A mí no! Eso tiene que quedarse en los niveles más bajos.

—Entendido.

—Pero puedes llegar a Warrick.

—Creo que ya ha llegado a un estado de frustración máximo por su situación. Han pasado... ¿cuánto?, ¿dieciocho años? Sus proyectos son de Defensa, pero Reseune mantiene una pared bien cuidada entre él y el Departamento, nada de filtraciones. El obrero del sistema de aire... hace... unos dieciocho meses que lo tenemos. Pero tienes que entender que la seguridad de Reseune es cuidadosa en extremo. Y no estamos tratando con un detenido común. Es un operador psíquico. Un clínico. Un asunto difícil, supongo, encontrar un guardia inmune a él. La cuestión es si continuamos o si esperamos a ver qué pasa. Eso es que lo que Gruen quiere que te pregunte.

Corain se mordió el labio. Dos meses hasta el final de la elección de Defensa, con una bomba a punto de estallar.

Y probablemente Jacques iba a ganar el sillón desalojando a Khalid, y probablemente nombraría secretario a Gorodin.

Pero Jacques se estaba debilitando. Jacques estaba sintiendo la presencia de los «halcones» en Defensa, y había persistentes rumores acerca de la salud de Gorodin, y acusaciones de que Khalid, que había sido la fuente anterior de rumores parecidos, lo estaba haciendo de nuevo.

Pero Khalid podía ganar: el partido centrista prefería con mucho librarse del conservadurismo de Khalid, pero no se podía descartar que sucediera. El arreglo de Jacques como canciller y Gorodin como secretario, que había planificado Corain con Nye, Lynch y los expansionistas, era la situación que Corain prefería, si los rumores eran ciertos y la salud de Gorodin flaqueaba, porque Gorodin era la parte expansionista del trato.

Esperar, y desear que una nueva mano en el timón de los militares le permitiera trabajar con Defensa y sacar a Warrick de Planys; o salir a la arena solos y confiar en sus propios recursos. Y arriesgarse a un escándalo mayúsculo. Ése era el problema.

Si Khalid volvía a ganar, Khalid recordaría que su propio partido había colaborado en la recusación de Jacques para su puesto. Entonces ya no les debería ningún favor.

Y podía convertirse en un hombre muy peligroso, desde luego.

—Creo que será mejor que hagamos el contacto ahora —dijo Corain—. Pero, por el amor de Dios, ten mucho cuidado. No quiero que haya ningún rastro que conduzca al Departamento, ¿entiendes?

VIII

—No sabía que iba a hacer eso —dijo Justin y tiró un pedazo de pan al estanque para que el koi lo cogiera. El dorado nadó como un rayo hasta la superficie y lo engulló mientras el blanco se quedaba cerca de un loto—. No tenía ni idea. Simplemente, ella iba a averiguar lo de la cinta de todos modos, ¿no? Mejor ahora, cuando todavía es inocente y se puede impresionar. Si la cosa sale al revés, Dios nos asista.

—Me siento mucho más seguro dijo Grant— cuando decides hacer estas cosas.

—Yo no, mierda. No tenía derecho a hacer eso sin avisar, pero estaba acorralado, era el momento, era el único momento en que eso podía solucionar lo de la otra situación.

—¿Por lo de la cinta?

—Ya entiendes, entonces.

—Entiendo que ésta es la personalidad más agresiva que conozco. Ni siquiera Winfield y su gente me impresionaron así. Te voy a decir la verdad: tuve miedo. De Winfield, por ejemplo. O de los de Seguridad que me sacaron, pensé que tal vez les habían ordenado que me matasen. Traté de analizar el sabor de todo esto, y la contradicción era tan extrema para mí en ese momento, en el umbral de la oficina, que no pude dominarla. Sé que hay algo tan... tan violento en esa chica, que me resulta muy difícil responder sin contradicción. —La voz de Gran era clínica, fría, suave y precisa, como cuando estaba razonando—. Pero claro, esa percepción puede tener que ver con mi propio nivel de adrenalina, y con el hecho de que la chica es una supervisora. Tal vez interpreté mal el nivel de lo que percibía.

—No. Tienes mucha razón. Traté de construir un perfil de Ari, sin decir nada. Como hizo su predecesora conmigo. Las elecciones que toma dentro de su modelo, las cosas que haría si estuviera en el escenario de Gehenna; es muy, muy agresiva y se protege mucho a sí misma. Elaboré un cuadro de sus fases de comportamiento: los ciclos menstruales, los cambios hormonales, lo mejor que puedo, adivinando, pero sé que ahora está en una situación muy inestable por las hormonas; y siempre miro los esquemas con ella. Pero eso no es todo. —Rompió otro pedazo de pan y lo lanzó, justo donde podía tomarlo el koi rayado—. Y no todo tiene que ver con su predecesora. Es una mente brillante. Cuando fluctúa, las funciones análogas se hacen terriblemente especulativas, y los efectos colaterales de la contradicción se integran muy bien. Ya lo he visto. Y aún más, ella originó toda la teoría de la matriz de flujo; ¿crees que no entiende sus propios ciclos? ¿Y que no los usa? Pero la joven Ari me hizo entender algo que debería haber notado antes: manejamos a los demás con mucha precisión, pero a nosotros mismos nos manejamos con muy poca. Ari tiene dificultades con sus definiciones del ego. Eso siempre sucede con una R, y yo lo sé bien; y solamente puede empeorar. Por eso pedí la transferencia.

—¿Para que esté siempre de nuestro lado?

Él respiró hondo varias veces. Parpadeó con rapidez para olvidar la cara de Ari senior, el recuerdo de sus manos sobre la piel.

—Ahora es vulnerable —dijo después, jadeando—. Está buscando una señal de la raza humana en cualquier planeta. Eso es lo que siento, que tal vez ella estaba tan confiada como yo entonces. Así que cogí la oportunidad al vuelo. Y eso es lo que pensé. Que se protege tanto a sí misma que tal vez era la única oportunidad, ahí, en esos dos segundos. —Tembló un poco, un giro involuntario del cuello—. Señor. Aborrezco trabajar en tiempo real.

—Que lo aborrezcas —dijo Grant— no significa que no sepas hacerlo. Este azi sospecha que ella lamentaría herirnos a cualquiera de nosotros. Y no creo que eso sea verdad con respecto a cualquier CIUD. Si alguna vez acepta mi propuesta... No —le interrumpió cuando Justin levantó la vista para objetar—. Uno: no creo que la acepte. Dos: si lo hace, confía en mí, yo me encargaré de todo. Confía en mí. ¿De acuerdo?

—Claro que no.

—No, pero no te vas a meter: tú sigue con tus cosas inesperadas e incomprensibles, y no te preocupes, que yo sé hacer las mías. Esas cosas hacen que la mente se desconcentre, y yo prefiero manejarla a ella sobre una base racional, te lo aseguro. Si puedes hacer que los dos dependamos de tu juicio en una cosa, confía en el mío para lo mío, y no me preocupes. No hubiera dudado ni la mitad de lo que lo hice si hubiera estado seguro de que no ibas a entrar en la oficina y echarlo todo a perder ahí mismo. No puedo pensar y cuidarme cuando tú estás involucrado. ¿Sí? Prométeme que no vas a meterte.

—No puedo dejar que una chica malcriada...

—Claro que puedes. Porque soy capaz de cuidarme solo. Y en algunas cosas soy más hábil que tú. No son muchas. Pero en esto, sí. Permíteme que me sienta un poco superior. Tú tienes todo el resto.

Él contempló un largo rato a Grant, una cara que con el tiempo había adquirido tensiones de las que en general los azi carecen. La vida entre los CIUD había hecho eso.

—¿Trato hecho? —le preguntó Grant—. Vamos: confía en mí. Yo confío en ti con lo de la transferencia. Así que los dos podemos estar preocupados por algo. ¿Hasta qué punto puedes confiar en mí?

—El problema no es si confío en ti.

—Ah, sí. Sí, ése es el problema. De azi a supervisor. ¿Me oyes?

Él asintió, después de un momento. Porque Ari podía hacer lo que quisiera, pero quien podía herir a Grant era él.