Cuando llegó otra vez al patio se sentó un momento en el borde del parquecito de arena para tranquilizarse un poco antes de subir a casa. Mañana tendría que conseguir un cuchillo mejor, un cuchillo con seguro de parada, o como se llamara… deslizamiento, para no cortarse de nuevo. Porque aquello lo iba a repetir más veces.
Era un buen juego.
Jueves 22 de Octubre
La madre de Oskar tenía lágrimas en los ojos cuando le tomó la mano y se la apretó.
– Tienes absolutamente prohibido ir más al bosque, ¿lo oyes?
Un chico de la edad de Oskar había sido asesinado ayer en Vällingby. Había salido en todos los periódicos de la tarde y mamá estaba totalmente fuera de sí cuando llegó a casa.
– Podías haber sido… No quiero ni pensarlo.
– Pero si fue en Vällingby.
– ¿Y tú crees que alguien que se mete con niños no podría coger el metro dos estaciones? ¿O andar? ¿Venir aquí, a Blackeberg, y hacer lo mismo otra vez? ¿Sueles ir al bosque?
– No.
– A partir de ahora no saldrás del patio hasta que esto… Hasta que lo encierren.
– ¿Entonces no voy a ir a la escuela?
– Claro está que vas a ir a la escuela. Pero después de la escuela te vienes directamente a casa y no sales del patio hasta que yo llegue.
– ¿Y luego?
En los ojos de la madre la tristeza se mezcló con el enfado.
– ¿Quieres que te mate? ¿Eh? ¿Vas a ir al bosque y que te asesinen y yo aquí esperándote inquieta mientras que tú yaces en el bosque y eres… bestialmente descuartizado por alguien?
Las lágrimas arrasaron sus ojos. Oskar le cogió la mano.
– No iré al bosque. Te lo prometo.
Mamá le acarició la mejilla.
– Cariño mío. Tú eres todo lo que tengo. Que no te pase nada, porque entonces me muero yo también.
– Mmm. ¿Cómo ha sido?
– ¿Qué?
– Eso. El asesinato.
– No sé muy bien. Fue asesinado por algún loco con un cuchillo. Está muerto. A sus padres les han destrozado la vida.
– ¿No viene en el periódico?
– No he tenido fuerzas para leerlo.
Oskar cogió el Expressen y lo hojeó. Cuatro páginas dedicadas al asesinato.
– No leas eso.
– No, sólo echo un vistazo. ¿Puedo coger el periódico?
– No leas eso. No es bueno para ti con tanto terror y todo eso que lees.
– Sólo voy a mirar si hay algo en la tele.
Oskar se levantó para irse a su habitación con el periódico. Su madre le abrazó torpemente y apretó su húmeda mejilla contra la de él.
– Corazón mío. ¿Tú entiendes que esté preocupada? Si algo te ocurriera…
– Lo sé, mamá. Lo sé. Tengo cuidado.
Oskar le devolvió el abrazo sin muchas ganas y luego se zafó, se dirigió a su habitación secándose las lágrimas de su madre de la mejilla. Aquello era absolutamente increíble.
Parecía que ese chico había sido asesinado al mismo tiempo que él había estado en el bosque jugando. Por desgracia, no había sido Jonny Forsberg el muerto, sino algún chaval desconocido de Vällingby.
El ambiente había sido fúnebre en Vällingby por la tarde. Había visto las portadas de los periódicos antes de ir allí y a lo mejor eran sólo imaginaciones suyas, pero le pareció que la gente en la plaza había hablado más bajo, caminando más despacio que de costumbre.
En la ferretería había mangado un cuchillo de caza increíblemente bonito que costaba trescientas coronas. Llevaba preparada una excusa en el caso de que lo pillaran:
– Perdóneme, señor. Pero es que tengo tanto miedo del asesino.
Seguramente habría podido provocar también alguna lágrima, si de eso hubiera dependido. Le habrían dejado marchar. Seguro. Pero no lo pillaron, y el cuchillo estaba ya en el escondite junto al cuaderno de recortes.
Tenía que pensar.
¿Sería posible que su juego hubiera influido de alguna manera en aquel asesinato? No lo creía, pero no se podía desechar del todo esa idea. Los libros que leía estaban llenos de esas cosas. Un pensamiento en un lugar provocaba un suceso en otro. Telequinesia, vudú.
Pero ¿exactamente dónde, cuándo y, sobre todo, cómo había ocurrido el crimen? Si se trataba de un gran número de cuchilladas sobre un cuerpo tendido en el suelo, entonces tendría que considerar la posibilidad de que él sencillamente tenía un extraordinario poder en sus manos. Un poder que tenía que asumir y aprender a dirigir.
Y si… EL ÁRBOL fuera… el médium.
El árbol podrido en el que él había golpeado. Que fuera algo especial con ese árbol precisamente, que provocaba que lo que uno hacía contra el árbol luego… se extendía.
Detalles.
Oskar leyó todos los artículos que trataban del asesinato. El policía que había ido a su escuela a hablar de las drogas estaba en una de las fotos. No podía pronunciarse. Aguardaban la llegada de los especialistas del laboratorio forense para que aseguraran las pruebas. Había que esperar. Una foto del chico asesinado, sacada del álbum escolar. Oskar no lo había visto antes. Parecía del mismo tipo que Jonny o Micke. Tal vez había también un Oskar en la escuela de Vällingby que ahora se sentía liberado.
El chico se dirigía a un entrenamiento de balonmano en el polideportivo de Vällingby y nunca llegó allí. El entrenamiento empezaba a las cinco y media. El chico probablemente había salido de su casa sobre las cinco. En algún momento dentro de ese intervalo… Oskar sintió una especie de vértigo. Coincidía exactamente. Y había sido asesinado en el bosque.
– ¿Es así? ¿Soy Yo el que…?
Una chica de dieciséis años había encontrado el cuerpo sobre las ocho de la tarde y había llamado a la policía de Vällingby. La muchacha, que había sufrido «una fuerte conmoción», precisó ayuda médica. Nada acerca del estado en que se encontraba el cuerpo. Pero eso de que la chica sufrió «una fuerte conmoción» tenía que significar que el cuerpo estaba mutilado de alguna manera. Si no, escribirían sólo «una conmoción».
¿Qué hacía la chica de noche en el bosque? Probablemente irrelevante. Coger piñas, lo que fuera. ¿Pero por qué no decía nada de cómohabía sido asesinado el muchacho? Lo único que había era una fotografía del lugar del crimen. La cinta de plástico roja y blanca de la policía acordonando una anodina hondonada en el bosque, con un árbol grande en el centro.
Mañana y pasado aparecerían fotografías del mismo lugar, pero lleno de velas encendidas y carteles con «¿POR QUÉ?» y «TE ECHAMOS DE MENOS». Oskar conocía esa cantinela, tenía varios casos parecidos en su cuaderno de recortes.
Probablemente todo era una simple casualidad. Pero y si.
Oskar escuchó detrás de la puerta. Su madre estaba fregando. Se tumbó en la cama boca abajo y rebuscó el cuchillo de caza. La empuñadura se adaptaba a la forma de la mano y el cuchillo pesaba seguro tres veces más que el otro de cocina que había tenido ayer.
Se levantó y se puso de pie en mitad de la habitación con el cuchillo en la mano. Era bonito, daba poder a la mano que lo empuñaba.
Tintineo de platos desde la cocina. Dio varias cuchilladas al aire. El Asesino. Cuando aprendiera a dirigir su fuerza, Jonny, Micke y Tomas no podrían acosarlo nunca más. Iba a hacer otro intento, pero se detuvo. Alguien podía verlo desde el patio. Fuera estaba oscuro y su habitación encendida. Echó una ojeada al patio, pero no vio más que su propia imagen en el cristal de la ventana.