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– Lo primero que has de saber es que cualquier tonto puede practicar sexo, pero sólo un hombre de verdad puede hacer el amor. Si no sientes nada por una chica, entonces te resultará complicado incluso bajarte la bragueta -le explicó Jack.

– Sí.

– Tienes que tener condones a mano -le aconsejó Jack-. Siempre. Si no eres lo bastante maduro para protegerte a ti mismo y a tu chica, entonces es que no estás preparado para practicar el sexo. -Mientras hablaba, se preguntó si Nathan estaría captando la ironía que entrañaban sus palabras. Esperaba que le dijese que él era el primero que no había aplicado lo que predicaba y, para ganar tiempo y encontrar una respuesta adecuada, bebió un sorbo de café. No tenía más remedio que admitir que no siempre había sido responsable, pero…

– Estoy al corriente del sexo seguro -dijo Nathan interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.

Jack se tragó el café con dificultad.

– Eso está muy bien. -Jack le sonrió, aliviado de que no hubiese preguntas difíciles acerca de su propia vida sexual.

– Lo que yo quiero saber es… -Nathan le echó un vistazo a la tienda de campaña-. ¿Dónde está exactamente el clítoris?

Jack se puso serio y abrió la boca de par en par. No consiguió articular palabra, así que volvió a cerrarla.

A Nathan, al parecer, las palabras le salían de la boca con total fluidez, de modo que prosiguió:

– ¿Y qué demonios es el punto G?

Capítulo 17

Aprender a conducir no fue tan fácil como Nathan creía. En su segundo día de clase, tuvo que ponerse al volante de un Saturn. No era exactamente el tipo de coche que a él le gustaba, pero en la primera clase había tenido que conducir una furgoneta. Al cabo de tres semanas ya era capaz de manejar con soltura el Saturn, así que supuso que también estaba en condiciones de dar una vuelta con el nuevo coche de sus sueños: el Shelby Mustang de Jack. Jack todavía no estaba al corriente, pero Nathan quería conducir ese coche. La cosa no pintaba bien.

Tras esa semana, trabó amistad con algunos de los muchachos que iban a clase con él. No montaban a caballo, ni tampoco escuchaban esa porquería de música. Algunos de ellos, sin embargo, sí mascaban tabaco, pero eso a Nathan no le parecía mal.

Los días que tenía clase su madre lo dejaba frente a la escuela. Por lo general, al salir se pasaba por casa de Jack, que estaba a sólo unas pocas manzanas de allí. Llevaba un mes en Lovett y ya no le parecía un lugar tan espantoso como a los pocos días de llegar. Le gustaba trabajar en el taller de Jack. Le gustaba charlar con los demás mecánicos.

Jack le había mostrado asimismo el lado económico, por así decirlo, de Clásicos Americanos Parrish, y también le había gustado. Cabía la posibilidad de que volviese a trabajar allí el verano siguiente; y después de graduarse, podría dedicarse a la mecánica con Billy y Jack a tiempo completo.

Eso estaría muy bien, pero tendría que hablarlo con su madre. Ella quería que fuese a la universidad, como su padre. Ya se lo había dicho, como si su opinión no contase un pimiento. Su madre intentaba dirigir su vida como si todavía no fuese más que un niño.

Nathan agarró una piedra del suelo y la lanzó contra el tablero de la canasta, como lo había hecho el día en que conoció a Jack. La piedra cayó al suelo y entonces le dio un puntapié.

Ya no sabía qué tratamiento darle a Jack. Llamarlo Jack le hacía sentir extraño, pero no podía llamarlo «papá». Su padre era Steven Monroe, aunque estaba empezando a sentir que Jack también lo era. Lo pasaban bien juntos. A veces, después de trabajar, daban una vuelta y charlaban de coches y de cosas de chicos. Nathan había estado en casa de Billy y había conocido al resto de la familia. Las hijas de Billy no dejaban de chillar y de hacer ruido, y la mediana corría siempre con la cabeza gacha, lo cual la convertía en un peligro andante.

Por lo general, si iban a casa de Billy, Jack invitaba también a Daisy, y casi parecían una familia unida, pero no lo eran. A veces, Nathan pillaba a Jack mirando a su madre como si estuviese enamorado de ella. Pero entonces parpadeaba, miraba hacia otro lado o decía algo, y Nathan se convencía de que debían ser imaginaciones suyas. Si Jack estuviese enamorado de su madre Nathan no sabría cómo tomárselo. Tal vez fuese lo más adecuado, habida cuenta que Jack era su padre, o algo parecido.

Nathan sólo se había enfadado con Jack en una ocasión. Nathan había discutido con su madre en la fiesta del Cuatro de Julio. Él le había gritado porque ella quería saber dónde iba a ir y qué iba a hacer. Jack, al enterarse, le miró con desaprobación y le dijo: «No vuelvas a hablarle así a tu madre. Quiero que le pidas disculpas.»

Se habría disculpado de todos modos. Su madre podía tocarle las narices, pero la quería. Le dolía mucho ver cuánto le afectaba que le gritara de ese modo. Se sentía como si se le abriese un agujero en el pecho, pero nunca se daba cuenta de lo que había hecho hasta que era demasiado tarde.

Nathan atravesó el campo hasta alcanzar la puerta de la valla metálica. Era sábado y no tenía que ir a trabajar. Tal vez podría echarse un rato o jugar con la XBOX que su madre le había traído de Seattle.

Aminoró la marcha cuando vio que Brandy Jo se le acercaba. Llevaba puesto un vestido rojo con finos tirantes y unas chancletas de suela gruesa.

– Hola, Nathan. Hacía mucho tiempo que no te veía. ¿Qué haces aquí?

– Voy a clases de conducir. -Nathan se puso bien derecho y se metió las manos en los bolsillos. Brandy Jo era la chica más guapa que jamás había visto. Incluso encaramada en la gruesa suela de esas chancletas, Brandy Jo apenas le llegaba al mentón. Nathan sintió que se le abría un agujero en el pecho, aunque ahora nada tenía que ver con su madre-. Y tú, ¿qué haces aquí un sábado?

– Me olvidé el jersey en la escuela -le explicó ella.

El sol se reflejaba en su cabello oscuro, y cuando se humedeció los labios Nathan sintió un nudo en el estómago.

– ¿Necesitas ayuda? -le preguntó Nathan, y casi dejó escapar un gruñido.

«¿Por qué iba a necesitar ayuda?»

– No, pero estaré encantada de que me acompañes.

Nathan tragó saliva con dificultad e intentó no sonreír. Asintió y dijo:

– Estupendo.

– ¿Cuándo tendrás el carné de conducir? -le preguntó ella mientras paseaban por el camino que bordeaba la escuela.

– Me falta muy poco para el examen. -El brazo desnudo de Brandy Jo le rozó ligeramente el suyo, justo por debajo de la manga de su camiseta, y Nathan sintió un cosquilleo en el hombro.

– Yo me lo saqué el mes pasado -dijo ella.

– ¿Tienes coche?

Brandy Jo negó con la cabeza y el pelo le acarició los hombros.

– ¿Y tú?

– Jack va a dejarme el suyo -respondió Nathan acercando un poco más su brazo al de Brandy para ver qué pasaba: un cosquilleo le recorrió el pecho.

– ¿Quién es Jack?

– Es… como si fuese mi padre.

Brandy levantó la cabeza y le observó con los ojos muy abiertos.

– ¿Qué quieres decir con «como si fuera mi padre»? ¿Es tu padrastro?

– No. Es mi verdadero padre, pero sólo le conozco desde hace un mes.

Brandy Jo se detuvo en seco.

– ¿Acabas de conocerle? -le preguntó con ese marcado acento tejano que Nathan estaba empezando a encontrar delicioso.

– Sí -respondió-. Siempre he sabido quién era, pero cuando mi padre murió… Cuando mi primer padre… mi otro padre… -Suspiró-. Es un poco complicado.

– Mi madre se ha casado tres veces -le dijo ella cuando echaron a andar de nuevo-. Mi padre murió, pero el padre de mi hermano pequeño vive en Fort Worth. Ahora tengo otro padrastro, pero no promete mucho. Todas las familias son complicadas por una cosa o por otra.