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Lindmark: ¿Por qué no hablas del trabajo, de lo que pasa allí? Comprenderás que esté interesado.

Holm: Creí que no querías. Cuando estuviste en casa hace solo dos semanas dijiste claramente que querías hablar de otras cosas.

Lindmark: Sí, necesitaba una pausa, unas verdaderas vacaciones. Me sentó bien estar con vosotros y pensar en otras cosas, pero ahora vuelvo a tener curiosidad. Por ejemplo, ¿habéis conseguido capturar al Cazador?

Holm [riendo]: Ese es un ejemplo muy grande, y la respuesta es no. Algo así te lo habría dicho.

Lindmark: ¿Y qué pasa con el que informaba a Philip?

Holm: Hemos empezado a llamar a unos cuantos sospechosos, pero todavía no hemos acabado.

Lindmark: Cuando terminéis, quiero saber quién fue.

Holm: Claro. Por supuesto.

[Pausa. Ruido de rascar al limpiar el pescado.]

Holm: De hecho, ha ocurrido algo que puede que te interese. Nos lo pasaron como intento de asesinato. Te acuerdas de Erik Lindell, ¿verdad?

Lindmark: Naturalmente.

Holm: Ha sufrido una brutal paliza.

Lindmark: ¿De veras? ¿Cómo?

Holm: Golpes y patadas. Ocurrió una tarde, hace unas semanas, en Dagmasberg, justo detrás de su casa. Los testigos, una pareja de mediana edad que volvía a casa de un banquete de bodas, vieron a cuatro chicos jóvenes correr desde allí. Uno era muy alto, probablemente somalí. Más no pudieron decir. Cuando se acercaron, encontraron a Lindell inconsciente y muy maltrecho. En el hospital constataron que tenía rota la mandíbula, unas cuantas costillas y el bazo. Aparte, una patada en la espalda le rompió la espina dorsal y quedará en silla de ruedas de por vida.

Lindmark: ¡Diablos, qué barbaridad! ¿Y él qué dice?

Holm: Eso es lo extraño. Como te he dicho, todo ocurrió por la tarde, antes de que hubiera anochecido. Lindell tuvo que haber visto a sus atacantes, sin embargo contesta con evasivas a las más simples preguntas sobre ello. Tuvo una conmoción cerebral, pero los médicos afirman que no sufre amnesia. No dice nada de los autores. Tengo la impresión de que sabe algo pero no quiere soltarlo.

Lindmark: ¿Por qué?

Holm: Algún asunto privado. Es posible que esté planeando una venganza personal. Quizá a los militares les va eso.

Lindmark: ¿Desde la silla de ruedas?

Holm: Ya. Cuento con que empezará a hablar cuando comprenda que nunca volverá a estar de pie. Entonces, si pretende que los autores sean castigados, solo le quedará la vía legal.

Lindmark: Pero quizá no sea eso lo que quiera.

Holm: ¿Y por qué no? ¿Pondrá la otra mejilla?, ¿es religioso?

Lindmark: No, pero es un tipo extraño y siempre lo ha sido. ¿No recuerdas que en el caso Dahlström se declaró culpable porque tendría que haber impedido que su novia muriera a manos de un asesino en serie en un sendero del parque en mitad de la noche cuando ni siquiera estaba allí? Quizá ahora piensa que tiene alguna culpa que debe expiar.

Holm: Quizá. Cada persona es un mundo, y tú le conoces mejor. Yo solo lo había visto una vez por otra cuestión diferente, una tumba en el bosque.

Lindmark: ¿Una tumba?

Holm: Sí, una especie de hoyo que había visto en Stadsskogen. Me pareció confundido pero simpático. Estuvimos sentados en el despacho, hablando, y yo intenté que pensara en opciones más normales; tras su larga estancia en el calabozo, estaba bastante afectado, por decirlo de algún modo.

Lindmark: ¿Quieres decir que fue culpa mía?

Holm: Era inocente. Aunque, claro, tras la confesión falsa era difícil darse cuenta.

Lindmark: ¿Y tuve yo la culpa?

Holm: Sí, tus interrogatorios son bastante… fuertes. Como la vez que Harju y yo tuvimos que separarte de aquel enfermo mental al que estabas a punto de matar.

Lindmark: Me estrangulaba, ¡fue él quien estuvo a punto de matarme!

Holm: Sí, pero en aquel momento ya no representaba una amenaza. Le teníamos bajo control cuando te lanzaste a por él.

Lindmark: Sí, seguramente esa vez me enfadé. Me ofendió.

Holm: Pero aunque no estés enfadado, eres capaz de hacer cualquier cosa si sabes o crees que tienes razón. Como aquella vez en la academia de policía.

Lindmark: ¿A qué te refieres?

Holm: Al chico de Jakobstad, el de la voz ronca.

Lindmark: ¡Era un racista de tomo y lomo! ¿No recuerdas sus rimas?: «A los monos y a los africanos les gustan los plátanos» y «Ojo con las gitanas y sus chiquillos, que os vaciarán los bolsillos».

Holm: Pero ¿eso te daba derecho a afirmar que te habían robado un fajo de billetes y a meterlo dentro de su taquilla?

Lindmark: Fue lo único que se me ocurrió, y nunca me he arrepentido de ello. Habría sido una calamidad como policía.

Holm: Le destrozaste la vida cuando lo expulsaron de la academia. ¿No viste cómo estaba cuando recogía sus cosas en la residencia? Completamente destrozado por la vergüenza, la confusión y la decepción.

Lindmark: Habría destrozado muchas vidas si hubiese llegado a patrullar por las calles o a entrar en una sala de interrogatorios. Y si tu moral es tan alta, ¿por qué no lo dijiste entonces? Tú lo sabías.

Holm: Te admiraba. Para mí eras un ejemplo, en cierto modo siempre lo has sido. Yo soy más rígido, más convencional, pero siempre he pensado: voy a intentar ser como Harald, más duro, más inflexible. Si él puede, yo también.

Lindmark: Naturalmente. Eres un buen policía.

Holm: Pero está claro que no lo suficientemente bueno.

Lindmark: ¿Qué quieres decir?

Holm [apenas audible]: No he conseguido llegar arriba.

Lindmark: ¿Te refieres a ser comisario?

Holm: Naturalmente.

Lindmark: Lo solicitaste en Björneborg y Åbo.

Holm: Pero no conseguí el puesto, como bien sabes.

Lindmark: ¿A qué crees que se debió?

Holm: No lo sé. Querrían tener a uno de los suyos.

Lindmark: En Åbo eligieron a uno de Helsinki. ¿Nunca has pensado que quizá en realidad…?

Holm: ¿Qué?

Lindmark: ¿… valgas más para inspector?

[Pausa.]

Holm: No. Sí. No lo sé. En la academia de policía no saqué las mejores notas, pero con mi larga experiencia…

Lindmark: La mayoría de los que llegan a comisario sacaron las mejores calificaciones en la academia y en los cursos posteriores. Deberías mirarte un poco en el espejo…

Holm: ¡Yo no lo veo así! Los estudios teóricos no lo son todo. También hay que saber dirigir a la gente y conocer la zona. ¡No hay muchos que conozcan Forshälla y el sudoeste de Finlandia como yo!

Lindmark: Claro, eso lo sabe todo el mundo. Y ser inspector tampoco es un mal cargo. Con un horario. Tiempo para otras cosas en la vida. Y ahora que yo estoy de vacaciones largas, tú eres el jefe de la investigación y tienes plena responsabilidad. ¿Cómo lo llevas?

Holm: Alder es quien se lleva los casos mayores, pero por lo demás bien. Sí, quiero decir, cuando vuelvas habrá…

Lindmark: No hay peligro. Entiendo a lo que te refieres. Bien merecido. Además, estoy haciendo un poco de investigación por mi parte.

Holm: Vaya. ¿Sobre qué caso?

Lindmark: ¿Tú qué crees? El Cazador, por supuesto. Ese caso solo se aclaró a medias.

Holm: Ya, pero, según Alder, prácticamente está cerrado. No hay más pistas. Los ordenadores de ese tal Philip quedaron destrozados y todos los demás rastros no han dado ningún resultado. Si el Cazador no ataca de nuevo, no tenemos nada en lo que basarnos, ningún testigo, ningún ADN.

Lindmark: Pero hay otro factor que debemos tener en cuenta. Como bien recuerdas, hubo tres muertes: Dahlström, Jonasson y Gudmundsson. Pensábamos que había un único asesino porque la mayoría de las señales eran las mismas, pero Philip insistió en que él no había tenido nada que ver con lo de Jonasson.