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Holm: Y de ser así, ¿qué nos aporta eso? Un poco de aceite de engrasar normal en los dedos del Cazador no es que aporte gran cosa.

Lindmark: Quizá no sea un aceite tan normal. De hecho, existen diferentes tipos, aunque tienen un olor similar. Tenía que ser más preciso, encontrar un aceite con exactamente la misma consistencia, la que había en las manos del Cazador.

HOLM: Seguro que era un aceite estándar que cualquiera puede comprar en un supermercado.

Lindmark: He hecho que examinaran algunos de esos y no he dado con el adecuado. Pero cuando estuve en vuestra casa me llevé una muestra del aceite que tú utilizas.

Holm: O sea que te invito a mi casa porque estás pasando una mala racha en el trabajo y tras la muerte de Inger, y tú abusas.

Lindmark: ¡De veras, te pido que me disculpes! Pero déjame que continúe. El aceite de engrasar que utilizas es, según el laboratorio, poco común, al menos aquí, en Finlandia. Viene de Märkling, en Alemania, y está indicado especialmente para sus modelos de trenes. Huele igual que otros, pero el análisis de laboratorio revela las diferencias entre unos y otros. ¡Y encontraron una equivalencia idéntica! Un aceite que en Finlandia es muy poco común se encuentra en el jersey de Lennart Gudmundsson y en la maqueta de trenes que tienes en tu casa, un aceite que, como has dicho hace un momento, tienes a menudo en las manos, ciertamente empapadas de él. Aceite que a continuación puede quedar impregnado en un tejido acanalado como el de un jersey. Es un indicio en sí mismo. Y, combinado con la cruz, es una prueba.

Holm: ¿Quieres decir que he manipulado las pruebas de una forma tan poco profesional que las he ensuciado con mi propio rastro…?

Lindmark: Sabes lo que quiero decir.

[Pausa.]

Holm: ¿De verdad estás diciendo que soy el Cazador? ¿Que he matado a sangre fría al menos a dos personas?

Lindmark: Eso es lo que dicen las pruebas.

Holm: ¡Estás loco! Son puras especulaciones. Si Philip dice la verdad, si el asesino de Jonasson tenía información policial secreta, si no sucedió a través del informador de Philip en la comisaría. Hace aguas por todas partes. Si esto es cuanto puedes aportar, habrá que preguntarse si no estás perdiendo facultades como investigador.

Lindmark: ¿Eso crees?

Holm: Sí, eso parece. Y además, si creemos a Philip y, por tanto, la cruz sobre el cuerpo de Gudmundsson apunta a detalles internos de la investigación, ¿hasta qué punto has examinado realmente a los otros implicados? Hector, por ejemplo. ¿Cómo es su situación psíquica y económica? Siempre he creído que es extraño, y seguro que también tiene aceite de engrasar su motocicleta en los dedos, y no solo diésel. O Sonja. ¿Qué la impulsó a especializarse precisamente en asesinos en serie en Estados Unidos? ¿No indicaría eso una fascinación enfermiza que puede habérsele ido de las manos?

Lindmark: Estás echando balones fuera. ¡La cruz y el aceite unidos te señalan a ti y a nadie más! Así es y así lo vería también el fiscal. Pero somos amigos. Quizá podamos llegar a un acuerdo, solo tú y yo. Quizá puedas contarme algo que me ayude a entenderte mejor. Pensé que lo sabía todo de ti. Que eres un poco débil, que no eres capaz de dar los últimos pasos contra los delincuentes más peligrosos. Pero estaba equivocado y eso, en cierto modo, es geniaclass="underline" el Cazador que rompe todas las fronteras. Ayúdame a entenderlo y seguro que llegamos a un acuerdo.

[Pausa.]

Holm: No sabes nada de mí. Nada.

[Pausa más larga. Se escucha coger aire.]

Holm: ¿Podemos conjeturar? ¿Ver las diferentes posibilidades?

Lindmark: Sí, claro, por qué no.

Holm: Pero entonces tendrás que permitir que antes te cachee. Tal como me estás acusando, quizá estés ahí sentado y lleves un micrófono. Y luego lo que digo se puede malinterpretar y utilizarse en mi contra.

Lindmark: Naturalmente. Me quitaré la chaqueta para que la examines.

[Una pausa larga con sonidos de crujidos y algunos comentarios medio articulados y difíciles de entender de Holm, Lindmark o de ambos.]

Lindmark: ¿Satisfecho?

Holm: Sí. Hablemos abierta e hipotéticamente, como dos viejos amigos que… quieren llegar a un acuerdo.

Lindmark: Exacto. Imaginemos a un inspector criminalista experimentado que se pasa al otro lado, a la delincuencia, ¿qué motivos le impulsan?

Holm: El dinero.

Lindmark: Sí, claro. Pero hay muchas formas de conseguir dinero: atraco, estafas…

Holm: Son complicadas, llenas de momentos arriesgados. Para realizar un atraco de gran envergadura necesitas cómplices, en los que no puedes confiar nunca totalmente, y para estafas mayores hay que tener acceso a grandes cuentas bancarias o similares. No creo que nuestro… inspector escogiera ninguna de esas opciones.

Lindmark: Pero ¿asesinato?

Holm: Es sencillo. Un trabajo individual. Bastante rentable si se encuentra el empleador adecuado. Y si nuestro inspector ha trabajado con asesinatos más que, por ejemplo, estafas, sabrá cómo evitar que lo descubran.

Lindmark: Buen tanto. Pero… matar a alguien ¿no es un paso tremendo para una persona por otra parte bastante normal? Es el mayor delito, el que conduce a la pérdida más irreemplazable.

Holm: No si es un asesinato por encargo. Esas personas habrían muerto de todos modos, es solo cuestión de quién realizó el encargo.

Lindmark: Entiendo. Aunque ¿no imaginamos a este inspector viviendo una vida bastante buena, con mujer y quizá dos hijos adultos, casa, coche, casa de campo, todo lo que uno razonablemente puede desear? ¿Para qué iba a querer dinero extra?

Holm: Quizá no se trate solo de dinero. Imagina a alguien que trabaja en una organización, pública o privada. Hace un buen trabajo y tiene derecho a esperar un ascenso ecuánime, pero alguien, una persona en particular, siempre se lo impide. Alguien que es un poco más listo, que hace un montón de horas extra, que a veces tiene suerte con sus tareas. Siempre se le adelanta y ocupa los puestos superiores: «el comisario». Pasa el tiempo y todo cambia. La experiencia ya no cuenta tanto, llegan personas más jóvenes con calificaciones más actuales, llega gente del sexo oportuno y del origen étnico adecuado. Pasan por delante de nuestro hábil trabajador y él comprende que jamás tendrá ya su oportunidad, ni siquiera para un segundo puesto más o menos en paralelo. Primero se conforma con ello y apuesta por la familia y el tiempo libre. Pero en su fuero interno no está satisfecho. Se acerca a la jubilación y una incesante amargura lo corroe. Ya es tarde para hacer carrera. Nunca será más de lo que es, ni siquiera será el segundo, sino solo el tercero, pronto quizá el cuarto.

Lindmark: ¿El puesto como comisario auxiliar?

Holm: ¡Un ejemplo típico! Con una atención explícita a «una mayor variedad y un mayor equilibrio entre mujeres y hombres». Así pues, ¿qué puede hacer nuestro inspector? Pues tomarse la revancha de alguna otra forma: conseguir mucho dinero. Tenerlo escondido en muchas cuentas bancarias y bajo falsas identidades. Saber que aunque otros tienen mayores sueldos, él posee un enorme capital libre de impuestos en, por ejemplo, las islas Caimán, donde le estará esperando cuando se jubile. Una vida de lujo con bebidas junto a la piscina. Pensar en ello hace que se sienta de nuevo completo, que sienta que la amargura se disuelve. E imagínate si lo que hace, además, tiene otra recompensa: demostrar, al menos a sí mismo, que es más listo que esa nueva estrella de las calificaciones e incluso que el no va más de los listos, el que siempre se le ha adelantado. Imagina que él, en su fuero interno, sabe que ese misterio con el que han chocado, ese enigma, ¡lo ha pensado y realizado él! Ellos, con sus investigaciones de asesinatos, son como eunucos, saben cómo se hace pero no pueden hacerlo por sí mismos. Él, en cambio, lo ha hecho, y lo ha hecho tan bien que los otros tienen que trabajar cientos, miles de horas y no dan jamás con la identidad del Cazador. Y encima es tan listo que se protege de su empleador con números de cuentas bancarias secretos y extraños, y con informes medio psicopáticos. Aunque su empleador le traicionara y quisiera denunciarle, el Cazador seguiría libre.