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Lindmark: Fue sutil. Previsor. Pero es difícil pensar en todo. No cometer un solo fallo. Es algo que he aprendido con los años. No siempre lo vemos, no solucionamos todos los casos, pero nadie está libre de errores que pueden salir a la luz, si esa luz es la adecuada y las circunstancias lo muestran. El error del Cazador fue querer ser demasiado astuto: ornamentar el plan con una cruz greco-ortodoxa colocada sobre el cadáver de Gudmundsson. Si con eso ese asesinato se relacionaba con una muerte completamente ajena al caso, como era la de la cabaña, el misterio sería finalmente imposible de solucionar. Eso fue lo que te perdió, Gunnar: tu deformación profesional, querer ser tan tremendamente sagaz y consciente de todas las posibilidades. Como lo de escribir sobre el cuerpo de Gudmundsson una «E», de «Amén», cuando sabías que pensábamos que podía ser un fanático religioso. Sin la cruz y las incisiones, el aceite de engrasar no habría significado nada. Ni siquiera lo habría descubierto. Fue el segundo error, no emplear guantes en casa de Lennart porque era un ambiente protegido y él era tan pequeño y débil que las medidas de seguridad parecían innecesarias, y porque tú, tras un primer asesinato con éxito, te sentías invencible y te arriesgaste a dejar huellas. Quizá también querías sentir más de cerca el lazo que corta en tus manos cuando penetra y mata a una persona.

Holm: Es fácil ser cauteloso y ponerse psicológico a posteriori.

Lindmark: Pero es justo después cuando has sido cauteloso. Te has escondido tan bien que solo he visto tu habitual forma de ser calmada.

Holm: Quizá con los años he conseguido ser bueno escondiendo mis verdaderas emociones. Lo más difícil era en las reuniones. Ya sabes cómo son. Uno se deja llevar como en una borrachera y dice aquello que nunca pensó decir, que quizá ni siquiera había pensado antes. Tenía miedo de soltar sin querer algo que solo el Cazador supiera. Algún detalle que no se pillara al momento pero que tú luego descubrirías en la cinta.

Lindmark: No, ahí lograste mantener el tipo. He escuchado las cintas muchas veces, pero no hay nada; todo sellado como alto secreto, por así decirlo.

Holm: Bien.

[Pausa.]

Lindmark: Pero, aun así, encargo o no… ¿cómo pudiste? Una mujer y un jardinero inofensivo, no mucho más alto que un niño de doce años.

Holm: Ya te lo he dicho: ¡habrían muerto de todas formas! Yo, en tanto que el Cazador, no quería cargar en mi conciencia con una muerte que no hubiera sucedido de todos modos.

Lindmark: Entonces, ¿tienes conciencia?

Holm: Sí. Esto no siempre ha sido fácil. Llevarlo. Pensar en ello cada día. Pero lo importante y a lo que hay que aferrarse es que de no hacerlo yo, otro lo habría hecho. Philip ya los había condenado. ¡Recuérdalo, Harald!

Lindmark: Pero Gabriella Dahlström esperaba un bebé.

Holm: Yo no lo sabía.

Lindmark: ¿Lo habrías hecho de saberlo?

[Pausa.]

Holm: No. No contra el bebé. Pero ahora que ya está hecho, solo puedo decir que el niño habría muerto en cualquier caso, pues Philip habría encargado el trabajo a otro.

Lindmark: ¿Existen más? ¿El Cazador tiene otras víctimas a las que no lo hemos asociado?

Holm: No, te lo puedo asegurar.

Lindmark: Entonces Philip tenía razón. ¿El Cazador no mató a Jonasson?

Holm: No. El Cazador no sabe nada de ese caso.

[Pausa.]

Lindmark: ¿Ya has acabado o sigues buscando nuevos encargos en la red?

Holm: El Cazador ha acabado. Ha demostrado lo que quería demostrar.

Lindmark: Y además te han pagado, con un regalo extra de trescientos mil. No olvides que he leído el informe de Philip.

Holm: ¿Has leído también los informes del Cazador?

Lindmark: ¿Sobre los asesinatos y demás? Sí.

Holm: ¿Qué te parecieron?

Lindmark: Bien escritos, personales pero sin indicación alguna de quién los escribe. Y, naturalmente, sin huellas dactilares ni otras pistas.

Holm: Naturalmente.

Lindmark: Pero ¿por qué los escribiste?

Holm: En los informes del Cazador había bastantes exageraciones psicológicas para que el empleador pensase que era un individuo realmente desquiciado y conducirle en la dirección errónea en caso de que acudiera a la policía. Por ejemplo, lo del juego con los ojos en el frasco era inventado. Pero tal vez al Cazador le sentaba bien eso de hablar de los asesinatos como… experiencias. Era distinto de cuando se acercaba al acto en sí. Casi se convertía en otra persona.

Lindmark: ¿Por eso les quitabas la ropa, les sacabas los ojos y les grababas una letra? ¿Porque te sentías como un asesino en serie?

Holm: Sí y no. El Cazador lo había planeado con antelación, para dirigir vuestros pensamientos hacia un verdadero asesino en serie, alguien que asesina por placer, con sus marcas y sus rituales. Pero en el fragor del momento las cosas sucedían por sí mismas. Era lo correcto. Al principio me era desagradable, pero al final fue fácil.

Lindmark: Enviaste los ojos y la billetera de Gabriella Dahlström a Philip y supongo que quemaste su ropa, pero ¿qué hiciste con los ojos de Gudmundsson?

Holm: Nada. Solo eran parte del ritual ficticio de la serie de asesinatos. Los tiré a la taza del váter. No los necesitaba, ya había demostrado al empleador lo que era capaz de hacer.

Lindmark: ¿Te sientes bien al contármelo todo ahora? Hipotéticamente, fingiendo que eres el Cazador…

Holm: Sí, me siento bien. De hecho, es un alivio poder hablar con alguien.

Lindmark: Entonces, ¿Britta no sabe nada?

Holm: ¡Oh, no, jamás! Lo tengo todo planeado. Le explicaré que nuestra dorada jubilación en, por ejemplo, las Bahamas, se debe a que gané una lotería extranjera. A Britta le gusta eso, ponerle un canto dorado a la vida, el cristal, los hoteles de cinco estrellas. Más de lo que hemos podido permitirnos con nuestros dos sueldos.

Lindmark: Y cuando ahora me lo cuentas, ¿también yo he de comprender que no soy el único que es listo y hábil?

Holm: Sí.

[Pausa.]

Lindmark: En fin, ya lo hemos dicho casi todo. ¿Qué opinas que debemos hacer ahora?

Holm: Llegar a un acuerdo, ahora que lo comprendes. Y en cuanto a ti… no voy a ser tacaño.

Lindmark: Creo que va a ser de otro modo.

Holm: ¿Cómo? ¿Crees realmente que vas a coger al… Cazador con un poco de aceite de engrasar y una cruz?

Lindmark: Es difícil decirlo, pero esta conversación ha mostrado algo más que meras conjeturas. ¿Te has dado cuenta?

Holm: Sí, pero no hay más que tu palabra contra la mía.

Lindmark: No, no es así. Lo tengo todo grabado en una cinta en la comisaría.

Holm: ¡No me vengas con esas! Te registré bien.

Lindmark: Sí, pero no te registraste a ti mismo.

Holm: ¿Qué quieres decir?

Lindmark: Tengo que volver a disculparme: cuando dormí en tu casa hice otra cosa en mitad de la noche. Cosí un micrófono de larga distancia en tus tres chaquetas. Comprendí que si podía hacerte hablar tenía que ser al aire libre y supuse que primero me registrarías. Estaba claro que tenía que esperar a que fueras tú quien propusieras un paseo o algo así y me llevaras al lugar que hubieras escogido. Allí donde te sintieras seguro, donde yo no hubiera podido colocar micrófonos en algún lado. A pesar de que cogimos por casualidad mi automóvil, no tenías que sospechar que planeaba algo. Todo debía partir de ti. ¡Y salió bien! Aquí estamos, hemos hecho una agradable excursión, hemos hablado mucho, de muchos temas interesantes, y bajo el forro de tu chaqueta hay un micrófono que enlaza con un…

[Ruido de energía estática en el micrófono.]

Lindmark: ¡Sí, compruébalo! Está ahí, bajo la tela, milagros de la tecnología.

Holm: ¡No puede ser verdad!