– La letra «A». ¿Qué puede significar? ¡Pensad sistemáticamente!
[Pausa corta.]
– En primer lugar, quizá no sea una letra, sino una flecha que apunta al órgano sexual. En tal caso sería una ampliación del acto de desnudarla: la muerta se exhibe en su total sexualidad.
– Pero si se lee como una «A», en el peor de los casos podría significar el comienzo del alfabeto, una serie que va a continuar y con ello un mensaje para nosotros: ¡Malditos polis, esto es solo el principio, porque no podréis atraparme!
– También podría ser el nombre del Cazador, una firma con la intención de burlarse de nosotros: ¡Os digo, os insinúo, quién soy, pero ni así podéis cogerme!
– O una marca para apropiarse de Gabriella: ¡Eres mía! Como cuando se marca el ganado.
– Enfermo.
– ¿Es esto lo que creemos del Cazador, que es un tipo enfermo cuyos motivos y actos no siguen ningún patrón?
– Sí, pero solo si se puede descartar el asesinato premeditado. ¿Tiene Gabriella un novio? Y, en ese caso, ¿sabe que ella está embarazada? ¿Acaso la «A» alude al «aborto» que él, tras la negativa de ella, realiza de esta manera brutal?
– ¿Por qué el novio se opondría tanto a que ella diera a luz?
– Quizá sea un tipo posesivo que quiere tener a la mujer solo para él y no soporta compartirla con un hijo.
– ¡O se ha enterado de que no es su hijo! Que ella le ha sido infiel.
– Sí, es una posibilidad. Pero debemos examinar también la vida de Gabriella. ¿Por qué estaba en paro cuando antes tenía un trabajo y no estaba enferma? ¿Por qué estaba en la calle tan tarde con un tiempo tan desapacible?, y también, ¿realmente iba sola, como hemos dado por supuesto, o la atacó alguien que la acompañaba? Cuando hayamos descartado esos factores podremos centrarnos en la hipótesis de un psicópata.
– Pero, aun así, debemos seguirlos paralelamente. El riesgo de que ese loco o medio loco vuelva a actuar es grande. ¿No es nuestra responsabilidad poner en guardia a la población? La «A» quizá sea el comienzo de una serie de asesinatos, B, C, D y demás. Como en la novela de Agatha Christie: The ABC Murders.
– ¿Por qué hablamos todo el rato de novelas de detectives?
– Los asesinatos en serie son tan poco habituales en la realidad, al menos en Finlandia, que es posible que el Cazador se inspire en libros y en películas.
– Si es que se trata de un asesino en serie.
– La profanación ritual de la víct… del cuerpo de Gabriella Dahlström apunta a ello.
[En este momento se produce una pausa larga y la puerta se abre un total de cuatro veces. Abren una ventana, por lo que se oye el ruido del tráfico. Luego vuelven a cerrarla. Carraspeos y pasos.]
– Bueno, hemos cubierto la mayoría de los puntos de vista. Todo esto se tendrá en cuenta en el trabajo posterior. Ahora podemos plantear una cuestión concreta: ¿qué es lo que nos ayudaría más en este momento, qué información nos sería más provechosa si estuviéramos en un mundo ideal y pudiéramos conseguir cualquier cosa?
– Datos de testigos, por supuesto. Testimonios que hubieran visto al Cazador; en el mejor de los casos, su identificación.
– Bien, entonces, Gunnar, Markus y Hector llamarán a las puertas y al departamento de tráfico. Gabriella tal vez estaba dando un paseo, pero también podía estar de camino a casa desde una parada de autobús.
– Yo me ocupo de las compañías de taxis. Podría haber cogido un taxi y bajarse un poco antes para tomar el aire.
– Otra información útil sería saber si en la vida de Dahlström había algo que pudiera ser la causa de un asesinato premeditado.
– Exacto. De eso nos ocupamos tú y yo.
– Luego estaría bien saber qué ha hecho el Cazador con los ojos.
– Efectivamente. Gunnar se encargará de hablar con los del departamento de oftalmología del hospital del distrito y se pondrá en contacto con la Åbo Akademi, con etnólogos y expertos en religión, para saber si existen rituales con ojos que alguien podría estar ejecutando en la zona.
– ¿Y el aviso a la población?
[Pausa.]
– Esperaremos. La situación no mejorará si sembramos el pánico y los medios de comunicación se nos echan encima. En vez de eso, pondremos patrullas extra en Stensta y en otros senderos similares. Si el Cazador ataca de nuevo, tal vez lo cojamos in fraganti.
– Con los escasos recursos de que disponemos, no tenemos muchas posibilidades.
– No, quizá no, pero podemos intentarlo.
Harald
Acontecimientos del 19 al 26 de octubre de 2005
Recuerdo el ambiente al final de la reunión. El silencio. Los que paseaban se detuvieron. La pregunta sobre nuestra responsabilidad directa en cuanto al futuro hizo que el ambiente medio onírico debido a la semipenumbra se disolviera. Me levanté y abrí la ventana. Los otros miraron un tanto alelados, arreglaron sus ropas, leyeron sus notas. Cuando entró el aire vivo del exterior nos dimos cuenta de lo cargada que estaba la habitación y lo que habíamos sudado. La corriente de aire enfrió el sudor de nuestra cara.
Fui al baño y, cuando volví, encendí las luces del techo. Era la señal de que la reunión había terminado. Todos se apresuraron a salir sin hablar unos con otros. Había presenciado esa actitud en reuniones anteriores. Con la mente fría, da vergüenza mirar a los ojos a los demás después del ritmo acelerado y el tono acalorado de la habitación cerrada. Oí enseguida las puertas de sus despachos cerrarse una tras otra. Una vez solo, empecé a caminar entre el pasillo y el cuarto del café.
«Responsabilidad futura.» Quizá no fui totalmente sincero cuando me negué y hablé de histeria mediática. Quizá lo que en realidad estaba pensando era que un aviso a la población asustaría al Cazador y privaría a la investigación de lo que más necesitaba: una variable nueva que indicase qué era fruto de la casualidad y qué el núcleo de su actuación. Negro sobre blanco: un nuevo asesinato. La reunión apenas había aportado algo más que la constatación de que con las pruebas actuales no llegaríamos muy lejos.
Con todo, evidentemente durante la semana siguiente no descuidamos el trabajo policial habitual en todas direcciones. Sin embargo, los taxistas y conductores de autobuses no recordaban a nadie que se pareciera a Gabriella Dahlström, y nadie en el hospital del distrito ni en la Åbo Akademi sabía de trasplantes de órganos secretos ni de rituales que tuvieran que ver con ojos.
En cambio, sí avanzamos algo en lo referente al trabajo de Gabriella. La razón de que estuviera en paro era que la habían despedido fulminantemente de la central nuclear de Olkiluoto. Hablé con el jefe, un tal Heikki Kaukainen, quien recordaba ese asunto.
– Un triste caso de desequilibrio mental, algo que puede darse en cualquier trabajo. Se había empeñado en que había problemas en nuestra actividad porque utilizábamos un tipo nuevo de reglaje. Por supuesto, lo examinamos y no encontramos nada fuera de lo normal. Pero ella no se dio por satisfecha con la respuesta, cada vez estaba más paranoica, difundía desinformación entre los compañeros y creaba un mal ambiente laboral. No ocurrió nada, solo frenamos el proceso de una manera diferente a como lo hacíamos antes. ¡No hemos tenido ningún incidente desde hace mucho tiempo, pregunten en el centro de seguridad nuclear si no me creen!
Por supuesto, lo hicimos, y tenía razón. Olkiluoto estaba «limpia» y estaba en su derecho a regular la producción con nuevos tipos de reglajes.
Luego se me ocurrió llamar al Forshälla Allehanda y, efectivamente, Dahlström se había puesto en contacto con ellos para hablarles de problemas en Olkiluoto. El periódico se tomó la información en serio -«podría haber sido una whistleblowen», dijo el redactor jefe-, pero no encontraron nada. El Control de Seguridad Nuclear dijo saber que la central empleaba un nuevo sistema y que todo estaba en orden. El periódico se lo había comunicado a Dahlström, pero ella no estuvo conforme y pensaba continuar de algún modo. Esa era la impresión del redactor jefe.