– No puedo imaginar porque le importaría eso.
Una sirvienta había entrado al salón con una bandeja, y la Srta. Watson puso los platos en ella.
– Oh, le importará -dijo ella jovialmente-. A Lucy le importa todo. Incluso, hace sumas en su cabeza. Por diversión.
– Está bromeando. -Gregory no podía imaginarse una manera menos agradable de mantenerse ocupado.
Ella se puso la mano en el corazón.
– Se lo juro. Pienso que ella está tratando de mejorar su mente, porque nunca fue muy buena con las matemáticas. -Se dirigió hacia la puerta, y entonces se volvió para enfrentarlo-. El desayuno fue estupendo, Sr. Bridgerton. Gracias por su compañía y por la conversación.
Él inclinó la cabeza.
– El placer es todo mío.
Excepto que no lo había sido. Ella había disfrutado de su tiempo juntos, también. Podía verlo en su sonrisa. Y en sus ojos.
Y eso lo hacía sentir como un rey.
– ¿Sabías que si te mueres en tus sueños, te mueres mientras duermes?
Lucy ni siquiera dejó de cortar su tocino.
– Eso no tiene sentido -dijo-. ¿Quién te dijo eso?
Hermione se sentó en el borde de la cama.
– El Sr. Bridgerton.
Ahora eso estaba por encima del tocino. Lucy levantó la mirada inmediatamente.
– ¿Entonces te encontraste con él en el desayuno?
Hermione asintió con la cabeza.
– Nos sentamos frente a frente. Me ayudó a organizar la bandeja.
Lucy observó su enorme desayuno con consternación. Normalmente lograba esconder su feroz apetito perdiendo el tiempo en la mesa del desayuno, entonces se servía nuevamente después de que la primera ola de invitados se hubiera marchado.
Oh bueno, no podía hacer nada al respecto. Gregory Bridgerton seguramente estaría pensando que ella era un pato, también, pensaría que era un pato que pesaría ochenta kilos al final del año.
– En realidad, él es muy divertido -dijo Hermione, mientras hacía girar su cabello ausentemente.
– He escuchado que él es muy encantador.
– Mmmmm.
Lucy miró a su amiga estrechamente. Hermione estaba mirando fijamente fuera de la ventana, y si no tuviera esa ridícula mirada de estoy-memorizando-un-soneto-de amor, al final lograría componer una copla o dos.
– Él es extremadamente guapo -dijo Lucy. No parecía hacer ningún daño al confesarlo. No es como si estuviera planeando quitarse el sombrero por él, además su apariencia era lo suficientemente agradable para ser interpretada como una declaración de un hecho, en lugar de una opinión.
– ¿Lo crees? -preguntó Hermione. Se volvió hacia Lucy, inclinando la cabeza pensativamente a un lado.
– Oh, sí -contestó Lucy-. Sus ojos, en particular. Tengo debilidad por los ojos color avellana. Siempre ha sido así.
En realidad, nunca lo había considerado de ninguna manera, pero ahora que lo pensaba, los ojos de color avellana eran muy hermosos. Un poco castaños, un poco verdes. Lo mejor de ambos mundos.
Hermione la miraba con curiosidad.
– No lo sabía.
Lucy se encogió de hombros.
– No te lo he dicho todo.
Otra mentira. Hermione conocía cada detalle aburrido de la vida de Lucy y había sido así durante tres años. Excepto, claro, sus planes de casar a Hermione con el Sr. Bridgerton.
El Sr. Bridgerton. Bien. Debería volver a la conversación sobre él.
– Pero estás de acuerdo -dijo Lucy en su mayoría reflexionando en voz alta-, en que él no es demasiado guapo. En realidad, eso es algo bueno.
– ¿El Sr. Bridgerton?
– Sí. Su nariz tiene mucho carácter, ¿no te parece? Y tiene muy pocas cejas. -Lucy frunció el ceño. No se había dado cuenta de que estaba tan familiarizada con la cara de Gregory Bridgerton.
Hermione simplemente asintió, por eso Lucy continuó con:
– No creo que quiera casarme con alguien demasiado guapo. Eso debe ser terriblemente intimidante. Me sentiría como un pato cada vez que abriera la boca.
Hermione se rió tontamente por su ocurrencia.
– ¿Cómo un pato?
Lucy asintió y decidió no graznar. Se preguntó si los hombres que cortejaban a Hermione se preocupaban por la misma cosa.
– Él tiene el cabello muy oscuro -dijo Hermione.
– No tan oscuro. -Lucy pensó que su cabello era medio castaño.
– Sí, pero el Sr. Edmonds es tan rubio.
El Sr. Edmonds tenía un precioso cabello rubio, pero Lucy decidió no comentarlo. Y sabía que debía ser muy cuidadosa a esas alturas. Si presionaba a Hermione con demasiada fuerza en dirección al Sr. Bridgerton, seguramente se negaría y regresaría a su amorío con el Sr. Edmonds, lo cual, por supuesto, era un completo desastre.
No, Lucy tenía que ser muy sutil. Si Hermione iba a volver su devoción hacia el Sr. Bridgerton, tenía que averiguarlo ella misma. O pensar que lo hacía.
– Y su familia es muy inteligente -murmuró Hermione.
– ¿La del Sr. Edmonds? -preguntó Lucy, mal interpretándola a propósito.
– No, la del Sr. Bridgerton, por supuesto. He escuchado muchas cosas interesantes sobre ellos.
– Oh, sí -dijo Lucy-. Yo también. Admiro mucho a Lady Bridgerton. Ella es una anfitriona maravillosa.
Hermione asintió en acuerdo.
– Creo que ella te prefiere a ti que a mí.
– No seas tonta.
– No me importa -dijo Hermione, encogiendo los hombros-. No es como si yo no le gustara. Es solo que te prefiere a ti. Las mujeres siempre te prefieren a ti.
Lucy abrió la boca para contradecirla, pero se detuvo, comprendiendo que era verdad. Era extraño que nunca lo hubiese notado.
– Bueno, no es como si fueras a casarte con ella -dijo.
Hermione la miró agudamente.
– No he dicho que desee casarme con el Sr. Bridgerton.
– No, claro que no -dijo Lucy, dándose patadas mentalmente. Había sabido que esas palabras habían sido un error en el minuto que salieron de su boca.
– Pero… -Hermione suspiró y se dedicó a mirar hacia el exterior.
Lucy se inclinó hacia delante. Entonces esto era lo que significaba esperar por una palabra.
Y esperó, y esperó… hasta que no pudo soportarlo más.
– ¿Hermione? -preguntó finalmente.
Hermione se tiró en la cama.
– Oh, Lucy -gimió, en un tono digno de Covent Garden-. Estoy tan confundida.
– ¿Confundida? -Lucy sonrió. Eso tenía que ser algo bueno.
– Sí -contestó Hermione, desde su posición poco elegante sobre la cama-. Cuando estaba sentada en la mesa con el Sr. Bridgerton -bueno, realmente al principio pensé cosas muy malas sobre él- pero comprendí que estaba disfrutándolo. Él es muy divertido, en realidad, y me hizo reír.
Lucy no dijo nada, esperando que Hermione ordenara sus pensamientos.
Hermione hizo un poco de ruido, un medio suspiro, un medio gemido. Totalmente apenada.
– Y entonces cuando comprendí, que lo estaba mirando y… -rodó hacia un lado, apoyándose en el codo y sosteniendo su cabeza con una mano-. Vibré.
Lucy todavía estaba intentando digerir el frenético comentario.
– ¿Vibraste? -repitió-. ¿Qué te vibró?
– Mi estómago. Mi corazón. Mi… mi algo. No sé qué.
– ¿Lo mismo te pasó cuando viste al Sr. Edmonds por primera vez?
– No. No. No. -Cada no fue dicho con una entonación diferente, y Lucy tenía el raro presentimiento de que Hermione estaba tratando de convencerse de eso.
– No fue lo mismo en absoluto -dijo Hermione-. Pero fue… un poco parecido. En una escala más pequeña.
– Ya veo -dijo Lucy, con una cantidad admirable de gravedad, considerando que ella no entendía nada en absoluto. Pero entonces como siempre, nunca entendía esa clase de cosas. Y después de esa extraña conversación con el Sr. Bridgerton la noche anterior, estaba convencida de que nunca lo haría.