– ¿Pero tu piensas -si estoy tan desesperadamente enamorada del Sr. Edmonds-, piensas que yo nunca debería temblar por alguien más?
Lucy pensó en eso. Y entonces dijo:
– Yo no veo por qué el amor tiene que ser desesperado.
Hermione se empujó sobre sus codos y la miró con curiosidad.
– Esa no fue mi pregunta.
¿No lo fue? ¿Y cual fue?
– Bueno -dijo Lucy, escogiendo sus palabras cuidadosamente-. Quizás eso significa…
– Sé lo que me vas a decir -la cortó Hermione-. Vas a decirme que eso probablemente significa que no estoy tan enamorada del Sr. Edmonds como yo creía. Y entonces me dirás que necesito darle al Sr. Bridgerton una oportunidad. Y luego me dirás que debo darles una oportunidad a todos los caballeros.
– Bueno no a todos -dijo Lucy. Pero el resto de lo que dijiste fue muy acertado.
– ¿Crees que todo esto debe pasarme a mi? ¿No comprendes lo terriblemente angustiante que es todo esto? ¿Dudar de mi misma? Y cielos, Lucy, ¿Qué tal que esto no sea el fin de todo? ¿Y si me pasa esto de nuevo? ¿Con alguien más?
Lucy sospechaba que no se le había pedido que contestara, pero aún así dijo:
– No hay nada malo en dudar de ti misma, Hermione. El matrimonio es una enorme labor. La elección más importante de tu vida. Una vez la haces, no puedes cambiar de opinión.
Lucy tomó un bocado de su tocino, recordándose lo agradecida que estaba de que Lord Haselby fuera tan conveniente. Su situación podría ser mucho peor. Masticó, tragó y dijo:
– Solo necesitas darte un poco de tiempo, Hermione. Debes hacerlo. No hay ninguna razón para apresurarse en el matrimonio.
Se hizo un largo silencio antes de que Hermione contestara.
– Considero que tienes razón.
– Si tú verdaderamente quieres estar con el Sr. Edmonds, él esperará por ti. -Oh, cielos. Lucy no podía creer que había dicho eso.
Hermione saltó de la cama, para poder ponerse al lado de Lucy y envolverla en un abrazo.
– Oh, Lucy esa es la cosa más dulce que me has dicho alguna vez. Sé que no lo apruebas.
– Bueno… -Lucy se aclaró la garganta, intentando pensar en una respuesta aceptable. Algo que la hiciera sentir menos culpable por no haberlo mencionado-. No es que…
Se escuchó un golpe en la puerta.
Oh, gracias a Dios.
– Entre -dijeron las dos muchachas al unísono.
Una sirvienta entró y realizó un rápido gesto de cortesía.
– Milady -dijo, mirando a Lucy-. Lord Fennsworth ha llegado para verla.
Lucy quedó sin resuello ante ella.
– ¿Mi hermano?
– Está esperándola en el salón rosa, milady. ¿Puedo informarle que usted va a bajar?
– Sí. Sí, por supuesto.
– ¿Quiere que le diga algo más?
Lucy negó con la cabeza lentamente.
– No, gracias. Eso es todo.
La sirvienta se marchó, dejando a Lucy y a Hermione mirándose mutuamente conmocionadas.
– ¿Por qué crees que Richard está aquí? -preguntó Hermione, con los ojos bien abiertos por el interés. Se había encontrado con el hermano de Lucy en varias ocasiones, y siempre se habían llevado bien.
– No lo sé -Lucy se levantó rápidamente de la cama, olvidándose de todos sus pensamientos de fingir que tenía dolor de estómago-. Espero que todo esté bien.
Hermione asintió y la siguió hasta el armario.
– ¿Será que tu tío está enfermo?
– No que yo sepa. -Lucy sacó sus zapatillas y se sentó en el borde de la cama para volver a ponérselas en los pies-. Lo mejor que puedo hacer es bajar a verlo. Si él está aquí, debe ser por algo importante.
Hermione la miró un momento, y luego preguntó:
– ¿Puedo acompañarte? No me entrometeré en tu conversación, por supuesto. Pero puedo bajar contigo, si lo prefieres.
Lucy asintió, y juntas partieron hacia el salón rosa.
Capítulo 7
En el que nuestro inesperado invitado entrega noticias angustiantes.
Gregory estaba charlando con su cuñada en el cuarto del desayuno cuando el mayordomo le informó de su inesperado invitado, y naturalmente él decidió acompañarla a el salón rosa para saludar a Lord Fennsworth, el hermano mayor de Lady Lucinda. No tenía nada que hacer, y de algún modo parecía que debería ir a encontrarse con el joven conde, dado que la Srta. Watson había hablado de él hace un cuarto de hora. Gregory solo conocía su reputación; los cuatro años de diferencia de sus edades había asegurado que no hubieran cruzado sus caminos en la universidad, y Fennsworth aún no había elegido tomar su lugar en la sociedad londinense.
Gregory había esperado a un tipo estudioso, extremadamente devoto a la lectura; había escuchado que Fennsworth había elegido permanecer en Cambridge incluso cuando la escuela no estaba en temporada. De hecho, el caballero que esperaba al lado de la ventana del salón rosa poseía cierta solemnidad que lo hacía parecer ligeramente mayor de lo que era. Pero Lord Fennsworth era también alto, delgado, y aunque quizás era un poco tímido, aparentaba un aire de serenidad heredado de algo más básico que un titulo nobiliario.
El hermano de Lady Lucinda lo conocía, no solo porque había nacido para ser llamado. A Gregory le cayó bien inmediatamente.
Hasta que fue obvio que él, como el resto de la humanidad masculina, estaba enamorado de Hermione Watson.
El único misterio, en realidad, era la razón por la cual Gregory estaba sorprendido.
Tenía que felicitarlo -Fennsworth había logrado hacer preguntas en un minuto sobre el bienestar de su hermana antes de agregar:
– ¿Y la Srta. Watson? ¿Se unirá con nosotros también?
No había sido tanto por las palabras sino por el tono, e incluso no fue tanto por el parpadeo en sus ojos, sino por la chispa de avidez, de anticipación.
Oh, eso fue demasiado evidente. Era anhelo desesperado, puro y simple. Gregory ya lo sabía, sabía que sus ojos se habían encendido más de una vez en los últimos días.
Dios Santo.
Gregory supuso que todavía encontraba en Fennsworth a un buen compañero, incluso con su irritante encaprichamiento, pero en realidad, toda la situación estaba comenzando a ser aburrida.
– Estamos encantados de darle la bienvenida a Aubrey Hall, Lord Fennsworth -dijo Kate, una vez que le había informado, que no sabía si la Srta. Watson iba a bajar en compañía de su hermana al salón rosa-. Espero que su presencia no indique que hay una emergencia en su casa.
– En absoluto -contestó Fennsworth-. Pero mi tío me ha pedido que lleve a Lucy de vuelta a la casa. Desea hablar con ella sobre un asunto muy importante.
Gregory sintió como una esquina de su boca se levantó.
– Usted debe querer mucho a su hermana -dijo-, como para hacer este viaje usted mismo. Ciertamente hubiera podido enviar un carruaje por ella.
Para su reconocimiento, el hermano de Lucy no parecía agitado por la pregunta, pero al mismo tiempo, no tenía una respuesta inmediata.
– Oh no -dijo, las palabras salieron de su boca rápidamente después de un buen rato-. Estuve más que contento en hacer este viaje. Lucy es una buena compañía, y no nos hemos visitado hace mucho tiempo.
– ¿Ustedes deben marcharse enseguida? -preguntó Kate-. He disfrutado mucho de la compañía de su hermana. Y estaríamos honrados si usted también se convierte en uno de nuestros invitados.
Gregory se preguntó lo que estaba tramando. Kate iba a tener que buscar a otra mujer para emparejar los números si Lord Fennsworth se unía a la fiesta. Aunque supuso, que si Lady Lucinda se marchaba, tendría que hacer la misma cosa.
El joven conde dudó, y Kate aprovechó el momento con una hermosa ejecución:
– Oh, díganos que se quedará. Incluso aunque no sea en toda la duración de la fiesta.