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Intranquila.

Y un poco molesta también.

Y culpable. Por supuesto. ¿Porque con qué derecho tenía que sentirse enfadada?

– Deberíamos buscarla por separado -dijo el Sr. Bridgerton, una vez que habían dado la vuelta por varias esquinas, y los sonidos del baile de máscaras se habían atenuado en la distancia. Se quitó la máscara, y las dos damas siguieron su ejemplo, dejando las tres en una pequeña mesa que estaba en un rincón retirado del vestíbulo.

Lady Bridgerton agitó la cabeza.

– No podemos. Tú no puedes encontrarlos solo -le dijo ella a él-. No deseo ni siquiera pensar en lo que le ocurriría a la Srta. Watson al ser encontrada sola con dos caballeros solteros.

Sin mencionar su reacción, pensó Lucy. El Sr. Bridgerton le parecía ser un hombre temperamental; por eso no estaba segura de que pudiera encontrar a ese par solos sin tomar cartas en el asunto al pensar que debía defender el honor y la virtud, lo cual siempre conducía al desastre. Siempre. Aunque dada la profundidad de sus sentimientos por Hermione, su reacción podría ser un poco menos por el honor y la virtud, y un poco más por la ira de los celos.

Aún peor, pues aunque al Sr. Bridgerton le hiciera falta la habilidad de disparar una bala en línea recta, Lucy no tenía ninguna duda de que podía poner un ojo negro con una velocidad letal.

– Y ella no puede estar sola -continúo Lady Bridgerton, señalando a Lucy-. Está oscuro. Y vacío. Los caballeros llevan máscaras puestas, por el amor de Dios. Eso los hace perder la consciencia.

– Yo no sabría donde buscar, tampoco -agregó Lucy. Era una casa enorme. Había estado allí casi una semana, pero dudaba que hubiera visto la mitad de ella.

– Debemos permanecer juntos -dijo Lady Bridgerton firmemente.

El Sr. Bridgerton parecía como si quisiera discutir, pero controló su temperamento y en su lugar dijo:

– Bien. No perdamos el tiempo, entonces. -Se alejó, sus largas piernas establecieron un ritmo que ninguna de las dos mujeres podían seguir con facilidad.

Tiró de las puertas para abrirlas, y las dejó colgando entreabiertas, dirigiéndose tan rápidamente hacia el siguiente cuarto como para dejar las cosas como las había encontrado. Lucy corrió detrás de él, revisando los cuartos del otro lado del vestíbulo. Lady Bridgerton se adelantó, para hacer exactamente lo mismo.

– ¡Oh! -Lucy saltó hacia atrás, cerrando de un golpe la puerta.

– ¿Los encontraste? -le exigió el Sr. Bridgerton. Él y Lady Bridgerton fueron inmediatamente a su lado.

– No -dijo Lucy, ruborizándose profundamente. Tragó saliva-. Era alguien más.

Lady Bridgerton gimió.

– Buen Dios. Por favor dígame que no es una dama soltera.

Lucy abrió la boca, pero pasaron varios segundos antes de que dijera:

– No lo sé. Es por las máscaras, usted comprenderá.

– ¿Tenían puestas las máscaras? -preguntó Lady Bridgerton-. Entonces están casados. Pero no mutuamente.

Lucy quería preguntarle desesperadamente la razón por la cual había sacado esa conclusión, pero no sabía como hacerlo, y además, el Sr. Bridgerton desvió sus pensamientos al pasar en frente de ella y darle un tirón a la puerta para abrirla. Un chillido femenino resonó en el aire, seguido por una enfadada voz masculina, profiriendo palabras que Lucy no se atrevería a repetir.

– Lo siento -gruñó el Sr. Bridgerton-. Continúen -cerró la puerta-. Era Morley -anunció-. Y la esposa de Winstead.

– Oh -dijo Lady Bridgerton, separando los labios con sorpresa-. No tenía idea.

– ¿Tenemos que hacer algo? -preguntó Lucy. Cielo Santo, había personas cometiendo adulterio a unos metros de ella.

– Eso es problema de Winstead -dijo el Sr. Bridgerton severamente-. Tenemos nuestros propios asuntos que arreglar.

Los pies de Lucy permanecieron arraigados en el piso mientras él se alejaba de nuevo, corriendo por el vestíbulo. Lady Bridgerton miró la puerta, como si quisiera abrirla y asomarse adentro, pero al final suspiró y siguió a su cuñado.

Lucy solo miraba fijamente la puerta, intentando deducir lo que eso significaba para su mente. La pareja sobre la mesa -sobre la mesa, por el amor de Dios- había sido una sorpresa, pero algo más la molestaba. Algo sobre la escena no estaba correcto. Fuera de lugar. Fuera de contexto.

O quizás estaba recordando algo.

¿Qué era?

– ¿Viene? -la llamó Lady Bridgerton.

– Sí -contestó Lucy. Y entonces se aprovechó de su inocencia y juventud y agregó-: Es el susto, ya sabe. Solo necesito un momento.

Lady Bridgerton le ofreció una mirada de simpatía y asintió, pero continuó con su trabajo, inspeccionando los cuartos del lado izquierdo del vestíbulo.

¿Qué había visto? Un hombre y una mujer, por supuesto, y la mencionada mesa. Dos sillas, rosas. Un sofá, rayado. Y una mesa, con un jarrón de flores cortadas…

Flores.

Eso era.

Sabía donde estaban.

Si ella estaba equivocada, y los demás tenían razón, y su hermano realmente estaba enamorado de Hermione, solo había un lugar al que él habría tratado de llevarla para convencerla en retornarle sus sentimientos.

El naranjero. Estaba al otro lado de la casa, lejos del salón de baile. Y estaba lleno, no solo con árboles de naranja, sino con flores. Plantas tropicales vistosas que le debieron haber costado a Lord Bridgerton una fortuna al importarlas. Elegantes orquídeas. Rosas raras. Incluso, humildes flores silvestres, traídas y replantadas con cuidado y devoción.

No había un lugar más romántico bajo la luz de la luna, y no había otro lugar en el que su hermano se sintiera más a gusto. Él amaba las flores. Siempre lo había hecho, y poseía una memoria asombrosa para recordar sus nombres, científicos y comunes. Siempre estaba recogiendo algunas, buscando alguna clase de información rara -cual se abría bajo la luz de la luna, cual se relacionaba con tal planta traída desde Asia. Lucy siempre lo había encontrado tedioso, pero podía darse cuenta como se podría ser romántico, si no era del hermano de uno del que se estaba hablando.

Miró el vestíbulo. Los Bridgertons se habían detenido para hablar entre ellos, y Lucy podía darse cuenta por sus posturas, que su conversación era intensamente sentida.

¿No sería mejor si ella fuera a encontrarlos sola? ¿Sin cualquiera de los Bridgerton?

Si Lucy los encontraba, podría advertirles y alejar el desastre. Si Hermione quería casarse con su hermano… bueno, podría ser su opción, no algo que tuviera que hacer por haber sido sorprendida inesperadamente.

Lucy sabía como llegar al naranjero. Podría llegar allí en minutos.

Se dirigió cautelosamente hacia el salón de baile. Ni Gregory, ni Lady Bridgerton parecieron darse cuenta.

Tomó su decisión.

Seis pasos callados, apoyándose cuidadosamente en la esquina. Y entonces -una mirada rápida hacia el vestíbulo- se escapó.

Y corrió.

Se recogió las faldas y corrió como el viento, o a lo mejor, tan rápido como posiblemente podía con su pesado vestido de baile. No tenía ni idea de cuanto tiempo tendría antes de que los Bridgertons notaran su ausencia, y aunque no supieran a donde se dirigía, no tenía duda de que la encontrarían. Todo lo que Lucy tenía que hacer era encontrar a Richard y a Hermione primero. Si pudiera encontrarlos, y advertirlos, podría sacar a Hermione por la puerta y reclamarle por haberse encontrado sola con Richard.

No tendría mucho tiempo, pero podía hacerlo. Sabía que podía.

Salió y entró al vestíbulo oriental, girando alrededor de una esquina mientras comenzaba nuevamente a correr. Sus pulmones empezaron a arder, y su piel se humedeció con la transpiración debajo de su vestido. Pero no redujo su paso. Ya no estaba lejos. Podía hacerlo.