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Tenía que ser un gato. Si fuera Richard, había aparecido cuando escuchó su nombre.

Miró a Lady Bridgerton, esperando ver lo que haría después. La vizcondesa estaba mirando intensamente a su cuñado, hablando con voz queda y haciéndole señas con las manos, apuntando en dirección al ruido.

Gregory le mostró su asentimiento, luego avanzó con pasos silenciosos, sus piernas largas cruzaron el cuarto con una velocidad impresionante, hasta…

Lucy jadeó. Antes de que tuviera tiempo para pestañear, Gregory se había adelantado, con un extraño y primario sonido saliendo de su garganta. Entonces brincó claramente a través del aire, cayendo con un golpe sordo y un gruñido de:

– ¡Te tengo!

– Oh no. -Lucy se cubrió la boca con la mano. El Sr. Bridgerton tenía a alguien atrapado en el suelo, y sus manos parecían estar muy cerca de la garganta de su cautivo.

Lady Bridgerton corrió hacia ellos, y Lucy, la vio, recordando que tenía pies finalmente y corrió hacia la escena. Si ese fuera Richard -Oh, por favor, que no sea Richard- necesitaba alcanzarlo antes de que el Sr. Bridgerton lo matara.

– ¡Su…el…tame!

– ¡Richard! -gritó Lucy con un chillido. Era su voz. No podía haber ningún error.

La figura sobre el piso del naranjero se retorcía, y entonces pudo ver su cara.

– ¿Lucy? -parecía aturdido.

– Oh, Richard. -Había un mundo de desilusión en esas dos palabras.

– ¿Dónde está ella? -exigió Gregory.

– ¿Dónde está quien?

Lucy se sintió enferma. Richard estaba fingiendo su ignorancia. Lo conocía muy bien. Estaba mintiendo.

– La Srta. Watson. -Soltó Gregory.

– Yo no sé de que…

Un murmullo horrible salió de la garganta de Richard.

– ¡Gregory! -Lady Bridgerton le agarró el brazo-. ¡Detente!

Él soltó su asimiento. Solo un poco.

– Quizás ella no está aquí -dijo Lucy. Sabía que no era verdad, pero de algún modo parecía ser la mejor manera de salvar la situación-. Richard adora las flores. Siempre lo ha hecho. Y no le gustan las fiestas.

– Es verdad -jadeó Richard.

– Gregory -dijo Lady Bridgerton-, debes soltarlo.

Lucy se volvió para enfrentarla cuando habló, y en ese momento fue cuando la vio. Detrás de Lady Bridgerton.

Rosa. Solo un destello. Más de una franja, realmente, sólo escasamente visible a través de las plantas.

Hermione estaba vestida de rosa. Ese mismo tono.

Lucy abrió los ojos como platos. Quizás simplemente era una flor. Había montones de flores de color rosa. Se volvió hacia Richard. Rápidamente.

Demasiado rápidamente. El Sr. Bridgerton vio como su cabeza giró alrededor.

– ¿Qué vio? -le exigió.

– Nada.

Pero él no le creyó. Soltó a Richard y empezó a dirigirse hacia la dirección en la que Lucy estaba mirando, pero Richard rodó sobre su costado y lo agarró por los tobillos. Gregory cayó con un grito, y se desquitó rápidamente, sosteniendo la camisa de Richard y dándole un tirón con bastante fuerza para raspar su cabeza a lo largo del suelo.

– ¡No! -gritó Lucy, corriendo hacia delante. Dios Santo, iban a matarse. Primero el Sr. Bridgerton estaba arriba, después Richard, luego el Sr. Bridgerton, después no podía decir quien estaba ganando, y todo el tiempo siguieron golpeándose mutuamente.

Lucy quería separarlos desesperadamente, pero no veía como hacerlo sin arriesgarse a salir herida. Ambos estaban más allá de notar a algo tan mundano como un ser humano.

Quizás Lady Bridgerton podía detenerlos. Era su casa, y los invitados eran su responsabilidad. Podía ocuparse de la situación con más autoridad que la que Lucy, esperaría mostrar.

Lucy se volvió.

– Lady Bri…

Las palabras se evaporaron en su garganta. Lady Bridgerton no estaba donde había estado hace unos momentos.

Oh no.

Lucy se volvió frenéticamente.

– ¿Lady Bridgerton? ¿Lady Bridgerton?

Y entonces allí estaba, moviéndose detrás de Lucy, caminando a través de las plantas, con la mano envuelta fuertemente en la muñeca de Hermione. El pelo de Hermione estaba desarreglado, y su vestido estaba arrugado y sucio, y -queridísimo Dios de las alturas- parecía como si quisiera llorar.

– ¿Hermione? -susurró Lucy. ¿Qué pasó? ¿Qué había hecho Richard?

Por un momento Hermione no hizo nada. Solo se quedó quieta como un cachorro culpable, su brazo se extendió flácidamente frente a ella, como si hubiera olvidado que Lady Bridgerton la tenía agarrada por la muñeca.

– Hermione, ¿qué pasó?

Lady Bridgerton la soltó, y como si Hermione fuera agua, corriendo en un dique.

– Oh, Lucy -se lamentó ella, su voz se interrumpía mientras corría hacia delante-. Lo siento mucho.

Lucy no podía moverse de la conmoción, abrazándola… pero no lo suficiente. Hermione la abrazaba como un niño, pero Lucy no sabía que hacer con ella. Sus brazos se sentían extraños, no lo suficientemente propios. Miró más allá del hombro de Hermione, hacia el suelo. Los hombres finalmente habían dejado de pelear, pero no estaba segura de ello, y ya no le importaba.

– ¿Hermione? -Lucy se echó para atrás, lo suficiente para poder mirar su rostro-. ¿Qué sucedió?

– Oh, Lucy -dijo Hermione-. Vibré.

* * * * *

Una hora después, Hermione y Richard estaban comprometidos en matrimonio. Lady Lucinda había vuelto a la fiesta, y no es que ella pudiera ser capaz de concentrarse en lo que estaba diciendo, pero Kate había insistido.

Gregory estaba borracho. O por lo menos, hacía su mejor esfuerzo para estarlo.

Supuso que la noche le había traído muy pocos favores. En realidad no había encontrado a Lord Fennsworth y a la Srta. Watson in flagrantes. Cualquier cosa que hubiesen estado haciendo -y Gregory estaba gastando mucha energía para no imaginárselo- se habían detenido cuando Kate había gritado el nombre de Fennsworth.

Pero todavía, sentía como que todo había sido una farsa. Hermione se había disculpado, luego Lucy se había disculpado, y luego Kate se había disculpado, lo cual parecía notablemente innecesario hasta que terminó con su frase:

– Pero ustedes, a partir de este momento, están comprometidos en matrimonio.

Fennsworth había parecido encantado, el pequeño tonto fastidioso, y entonces había tenido el valor de ofrecerle una pequeña sonrisita triunfante a Gregory.

Gregory lo había golpeado con la rodilla en las pelotas.

No demasiado fuerte.

Eso podría haber sido un accidente. Realmente. Todavía estaban en el suelo, aferrados en una posición de punto muerto. Era completamente creíble que su rodilla pudiera resbalarse.

Hacia arriba.

En cualquier caso, Fennsworth había gruñido y se había derrumbado. Gregory rodó de lado, al segundo que el conde lo soltó, y se movió fluidamente a sus pies.

– Lo siento mucho -le había dicho a las damas-. No estoy seguro de qué le haya pasado.

Y eso, aparentemente, fue todo. La Srta. Watson se disculpó con él -después de que Lucy se disculpara primero, luego Kate, luego Fennsworth, aunque solo el cielo sabía por qué, cuando él había sido claramente el vencedor de la noche.

– No se necesita ninguna disculpa -dijo Gregory bruscamente.

– No, pero yo… -parecía apenada, pero Gregory simplemente no le prestó atención.

– Pasé un maravilloso momento en el desayuno -dijo ella-. Solo quería que lo supiera.

¿Por qué? ¿Por qué le diría eso? ¿Acaso pensaba que eso le haría sentirse bien?

Gregory no había dicho una palabra. Solo le ofreció una única inclinación, y entonces se alejó. Los demás podían encargarse de los detalles. No tenía ningún lazo con la pareja recientemente prometida, ni ninguna responsabilidad con ellos o conveniencia. No le importaba cuando o como las familias serían informadas.