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Pero sus explicaciones no cambiaron su expresión. Su cara aún estaba resuelta, sus ojos tan firmemente clavados en los suyos, que la hizo estremecer.

– La veré mañana -fue todo lo que dijo.

Ella asintió de nuevo, y luego se marchó, tan rápidamente como pudo sin irrumpir en una carrera. Giró en la esquina y finalmente vio su cuarto, solo a tres puertas abajo.

Pero se detuvo. Justo en la esquina, fuera de su vista.

Y golpeó tres veces.

Solo porque podía.

Capítulo 12

En el que nada se resuelve.

Cuando Gregory se sentó al día siguiente a desayunar, Kate ya estaba allí, seria y cansada.

– Lo siento mucho -fue lo primero que dijo cuando tomó asiento a su lado.

¿Qué pasaba con las disculpas? se preguntó. Estaban claramente desenfrenadas en los últimos días.

– Sé que esperabas…

– Nada -la interrumpió, echando una mirada al plato de comida que ella había dejado del otro lado de la mesa. Dos sillas atrás.

– Pero…

– Kate -dijo, pero ni siquiera reconocía su propia voz. Sonaba más viejo, si era posible. Endurecido.

Ella se quedó callada, con los labios aún separados, como si sus palabras se hubieran congelado en su lengua.

Gregory no sabía lo que estaba haciendo mientras él se concentraba en su comida -quizás miraba alrededor del cuarto, estimando que alguno de los invitados podía escuchar su conversación. De vez en cuando la escuchaba removerse en su asiento, cambiando de posición inconscientemente, al anticiparse a decir algo.

Él siguió con su tocino.

Y luego -sabía que ella no podía mantener su boca cerrada por mucho tiempo.

– Pero tú estabas…

Se volvió. La miró duramente. Y dijo una palabra.

– No.

Por un momento su expresión estaba en blanco. Luego sus ojos se ensancharon, y una esquina de su boca se levantó. Solo un poco.

– ¿Cuántos años tenías cuando nos conocimos? -preguntó.

¿Qué diablos era eso?

– No lo se -dijo él con impaciencia, intentando recordar la boda de su hermano. Había habido muchísimas flores. Había estornudado durante semanas, o eso le parecía.

– Trece, quizás. ¿Doce?

Lo miró con curiosidad.

– Creo que debió ser difícil, ser mucho más joven que tus hermanos.

Él bajó su tenedor.

– Anthony, Benedict y Colin -todos nacieron consecutivamente. Como patos, siempre lo he pensado, pero no soy tan tonta como para decirlo. Y luego… hmmm. ¿Cuántos años hay entre tú y Colin?

– Diez.

– ¿Todo eso? -Kate parecía sorprendida, lo cual, él no estaba seguro de encontrar particularmente elogioso.

– Hay seis años completos de Colin a Anthony -continuó, presionando un dedo contra su barbilla como si estuviera indicando un pensamiento profundo-. Un poco más que eso, en realidad. Pero supongo que comúnmente se agrupaban, ya que tenían a Benedict en el medio.

Esperó.

– Bueno, no importa -dijo ella bruscamente-. Cada cual encuentra su lugar en la vida, después de todo. Ahora entonces…

La miró fijamente asombrado. ¿Cómo podía cambiar de tema así? Antes de que pudiera tener alguna idea de lo que ella estaba hablando.

– … supongo que debo informarte sobre los eventos que sucedieron en el resto de la noche. Después que te marchaste. -Kate suspiró -en realidad gruñó- agitó la cabeza-. Lady Watson estaba un poco molesta de que su hija no haya sido estrechamente supervisada, aunque en realidad, ¿de quien fue la culpa? Y luego se molestó porque la temporada de la Señorita Watson había terminado antes de que tuviera la oportunidad de gastar dinero en su nuevo guardarropa. Porque, después de todo, no es como si ahora fuera a hacer su debut.

Kate hizo una pausa, esperando que Gregory dijera algo. Él levantó las cejas e hizo el más diminuto de los encogimientos de hombros, solo lo suficiente para indicar que no tenía nada que agregar a la conversación.

Kate le dio un segundo más, y luego continuó con:

– Lady Watson cambió de parecer rápidamente cuando se le indicó que Fennsworth es un conde, aunque es muy joven.

Hizo una pausa, retorciendo sus labios.

– Él es muy joven, ¿no te parece?

– No es mucho más joven que yo -dijo Gregory, aunque había pensado que Fennsworth era un completo bebé la noche anterior.

Kate parecía estar pensando en eso.

– No -dijo lentamente-, hay una diferencia. Él no es… Bueno, no lo sé. En todo caso…

¿Por qué seguía cambiando de tema cuando empezaba a decir algo que realmente quería escuchar?

– …los esponsales están arreglados -continuó, subiendo de velocidad en esa parte-, y creo que todas las partes involucradas están satisfechas.

Gregory supuso que él no contaba como una parte involucrada. Pero entonces de nuevo, sintió más irritación que otra cosa. No le gustaba ser derrotado. En nada.

Bueno, excepto en disparar. Había pasado mucho tiempo desde que se había rendido en eso.

¿Cómo es que nunca se le había ocurrido, ni siquiera una vez, que al final no podría conquistar a la Srta. Watson? Había aceptado que no iba a ser fácil, pero para él, era un asunto del destino. Predestinado.

Realmente había hecho progresos con ella. Había reído con él, por Dios. Reído. Seguramente eso tenía que haber significado algo.

– Ellos se marchan hoy -dijo Kate-. Todos. Separadamente, por supuesto. Lady y la Srta. Watson se marcharan para hacer los preparativos de la boda, y Lord Fennsworth va a llevar a su hermana a casa. Después de todo, esa fue la razón por la que vino.

Lucy. Tenía que ver a Lucy.

Había estado intentando no pensar en ella.

Con resultados contradictorios.

Pero ella estaba allí, todo el tiempo, flotando en el fondo de su mente, incluso mientras pensaba en la perdida de la Srta. Watson.

Lucy. Era imposible pensar en ella como Lady Lucinda. Aun cuando no la hubiese besado, sería Lucy. Esa era ella. Le encajaba perfectamente.

Pero la había besado. Y había sido fantástico.

Pero en su mayor parte, inesperado.

Todo lo que pasó lo sorprendió, incluso el mismo hecho de haberlo llevado a cabo. Era Lucy. No se suponía que debía besar a Lucy.

Pero ella había estado sosteniendo su brazo. Y sus ojos -¿Qué había en sus ojos? Había levantado la mirada hacia él, buscando algo.

Buscándolo para algo.

No había querido hacerlo. Solo pasó. Se había sentido atraído, arrastrado inexorablemente hacia ella, y el espacio entre ellos se había puesto más y más pequeño…

Y entonces ella estaba allí. En sus brazos.

Había deseado hundirse en el suelo, perderse en ella y nunca soltarla.

Había deseado besarla hasta que ambos se apartaran por la pasión.

Había deseado…

Bueno. Había deseado muchas cosas, a decir verdad. Pero también había estado un poco borracho.

No mucho. Pero lo suficiente para dudar de la veracidad de su respuesta.

Y había estado enfadado. Desequilibrado.

No con Lucy, por supuesto, pero estaba muy seguro de que eso había debilitado su juicio.

Pero aún así, debía verla. Ella era una joven dama de buena cuna. Uno no besaba a una de esas, sin ninguna explicación. Y también debía disculparse, aunque realmente no se sentía como si quisiera hacerlo.

Pero era lo que debía hacer.

Levantó la mirada hacia Kate.

– ¿Cuándo se marcharán?

– ¿Lady y la Srta. Watson? Esta tarde, creo.

No, casi le grita, hablo de Lady Lucinda. Pero se contuvo y mantuvo su tono de voz indiferente cuando dijo en su lugar:

– ¿Y Fennsworth?

– Pronto, creo. Lady Lucinda ya bajó a desayunar. -Kate pensó por un momento-. Creo que Fennsworth dijo que deseaba llegar a casa para la cena. Pueden hacer su viaje en un día. No viven demasiado lejos.