– Cerca de Dover -murmuró Gregory ausentemente.
Kate frunció la frente.
– Creo que tienes razón.
Gregory le frunció el ceño a su comida. Había pensado en esperar allí a Lucy; ya que ella no podía perderse el desayuno. Pero si ya había comido, entonces el momento de su partida estaba muy cerca.
Y él necesitaba encontrarla.
Se levantó. Un poco abruptamente -se golpeó la rodilla contra el borde de la mesa, haciendo que Kate lo mirara con una expresión de sobresalto.
– ¿No vas a terminar de desayunar? -le preguntó.
Él negó con la cabeza.
– No tengo hambre.
Lo miró con evidente incredulidad. Después de todo, ella había sido miembro de la familia por más de diez años.
– ¿Cómo es eso posible?
Él ignoró su pregunta.
– Deseo que pases una linda mañana.
– ¿Gregory?
Se volvió. No quería hacerlo, pero había una ligera irritación en su voz, lo suficiente para saber que debía prestarle atención.
Los ojos de Kate se llenaron de compasión -y aprensión.
– No vas a buscar a la Srta. Watson, ¿verdad?
– No -dijo, y era casi cómico, porque esa era la última cosa en su mente.
Lucy miraba fijamente a sus baúles empacados, sintiéndose cansada. Triste. Confusa.
Y solo el cielo sabía que más.
Escurrida. Así era como se sentía. Había observado a las mucamas con las toallas de baño, como las retorcían y retorcían hasta escurrir la última gota de agua.
Entonces se había convertido en eso.
Ahora era una toalla de baño.
– ¿Lucy?
Era Hermione, entrando silenciosamente a su cuarto. Lucy ya había estado dormida cuando Hermione había regresado la noche anterior, y Hermione había estado dormida cuando Lucy había bajado a desayunar.
Cuando Lucy había regresado, Hermione ya se había ido. Y de muchas formas, Lucy había estado agradecida por eso.
– Estaba con mi madre -le explicó Hermione-. Partiremos esta tarde.
Lucy asintió con la cabeza. Lady Bridgerton se había encontrado con ella en el desayuno y le había informado todos los planes. Cuando había regresado a su alcoba, sus pertenencias estaban empacadas y listas para ser cargadas en el carruaje.
Entonces, eso era todo.
– Quería hablar contigo -dijo Hermione, posándose en el borde de la cama pero manteniéndose alejada a una distancia prudente de Lucy-. Quería explicarte.
La mirada de Lucy permanecía fija en los baúles.
– No hay nada que explicar. Estoy muy contenta de que te cases con Richard. -Logró sonreírle cansinamente-. Ahora serás mi hermana.
– No pareces muy feliz.
– Estoy cansada.
Hermione se quedó callada un rato, y entonces, cuando estaba claro que Lucy ya había hablado, dijo:
– Quería asegurarme de que supieras que no estaba ocultándote nada. Nunca haría eso. Espero que sepas que nunca haría algo así.
Lucy asintió, porque lo sabía, aunque se había sentido abandonada, y quizás incluso un poco traicionada la noche anterior.
Hermione tragó saliva, su mandíbula se apretó, y luego tomó aliento. Y Lucy supo en ese momento que había ensayado sus palabras durante horas, moviéndolas de un lado a otro en su mente, buscando la combinación correcta para decir lo que sentía.
Eso era exactamente lo que Lucy habría hecho, pero aún así, de algún modo eso le daba ganas de llorar.
Pero a pesar de toda la práctica de Hermione, cuando habló, aún estaba cambiando de parecer, escogiendo nuevas palabras y frases.
– En realidad lo amaba. No. No -dijo, hablando más para ella misma que para Lucy-. Lo que quiero decir es, realmente pensé que amaba al Sr. Edmonds. Pero creo que no lo hacía. Porque primero fue el Sr. Bridgerton, y después… Richard.
Lucy levantó la mirada repentinamente.
– ¿Qué quieres decir, con que primero fue el Sr. Bridgerton?
– Yo… no estoy segura, en realidad -contestó Hermione, agitada por la pregunta-. Cuando compartí el desayuno con él fue como si me hubiera despertado de un sueño largo y extraño. ¿Recuerdas, lo que te dije sobre eso? Oh, no escuché música o algo así, y ni siquiera me sentí… Bueno, no sé como explicártelo, pero aunque no estaba de ninguna manera emocionada -como lo estuve con el Sr. Edmonds- Yo… me pregunté. Por él. Y si quizás, podría sentir algo. Si lo intentara. No veía como podía estar enamorada del Sr. Edmonds si el Sr. Bridgerton me hacía preguntarme ese tipo de cosas.
Lucy asintió con la cabeza. El Sr. Bridgerton la había hecho preguntarse, también. Pero no sobre si ella podía. Eso lo sabía. Solo quería saber como obligarse a no hacerlo.
Pero Hermione no notaba su angustia. O quizás Lucy la escondía bien. De cualquier manera, Hermione simplemente continuó con su explicación:
– Y entonces… -dijo-, con Richard… no estoy segura como pasó, pero estábamos caminando, y hablando, y todo se sentía tan agradable. Pero mucho más agradable -agregó apresuradamente-. Agradable suena aburrido, no era eso. Me sentí… bien. Como si hubiera llegado a casa.
Hermione sonrió, casi desvalidamente, como si no pudiera creer en su buena fortuna. Y Lucy estaba feliz por ella. De verdad, lo estaba. Pero se preguntó como era posible sentirse tan feliz y tan triste al mismo tiempo. Porque ella nunca iba a sentirse de esa manera. Y aun cuando no había creído en ello antes, lo hacía ahora. Y eso lo empeoraba todo.
– Siento mucho no haber parecido feliz por ti anoche -dijo Lucy suavemente-. Lo estoy. Muchísimo. Fue la conmoción, eso es todo. Tantos cambios al mismo tiempo.
– Pero fueron buenos cambios, Lucy -dijo Hermione, sus ojos brillaban-. Buenos cambios.
Lucy deseó poder compartir su confianza. Quería abrazar el optimismo de Hermione, pero en su lugar se sentía agobiada. Pero no podía decirle eso a su amiga. No ahora, cuando estaba brillando de felicidad.
Así que Lucy sonrió y dijo:
– Tendrás una buena vida con Richard. -Y lo deseaba, también.
Hermione le agarró la mano con las suyas, apretándola fuertemente con toda la amistad y la emoción que había dentro de ella.
– Oh, Lucy, lo sé. Lo conozco de hace tiempo, y él es tu hermano, y siempre me ha hecho sentir segura. Cómoda, en realidad. No tengo que preocuparme sobre lo que piensa de mí. Tú seguramente le has dicho todo, lo bueno y lo malo, él todavía cree que soy bastante buena.
– Él no sabe que tú no sabes bailar -admitió Lucy.
– ¿No lo sabe? -Hermione se encogió de hombros-. Se lo diré, entonces. Quizás pueda enseñarme. ¿Tiene algún talento para eso?
Lucy negó con la cabeza.
– ¿Ves? -dijo Hermione, su sonrisa era nostálgica, esperanzadora y jubilosa, de repente-. Somos una pareja perfecta. Eso lo ha aclarado todo. Es tan fácil hablar con él, y anoche… yo estaba riendo, y él estaba riendo, y eso se sentía tan… maravilloso. En realidad no puedo explicártelo.
Pero no tenía que explicárselo. Lucy estaba aterrada de que sabía exactamente lo que Hermione quería decir.
– Y después estábamos en el naranjero, y todo era tan hermoso con la luz de la luna brillando a través del cristal. De repente todo era colorido y borroso… y entonces lo miré. -Los ojos de Hermione se pusieron empañados y desenfocados, Lucy sabía que estaba perdida en el recuerdo.
Perdida y feliz.
– Lo miré -dijo Hermione de nuevo-. Y él estaba mirándome. No podía apartar la mirada. Simplemente no podía. Y entonces nos besamos. Eso fue… ni siquiera puedo pensar en eso. Solo pasó. Fue la cosa más natural y maravillosa del mundo.