Violet miró la bandeja de té por un momento, inclinó ligeramente la cabeza a un lado, y luego puso dos sobre su propio plato.
– Estoy muy emocionada -le dijo ella, levantando la mirada hacia él-, de que buscaras mi ayuda con Lady Lucinda.
– ¿Lo estás? -preguntó él con curiosidad-. ¿Hay alguien más, a quien podría pedirle un favor como ese?
Ella mordisqueó delicadamente su bizcocho.
– No, soy la opción obvia, claro, pero debes comprender que raramente vuelves a tu familia cuando necesitas algo.
Gregory se quedó quieto, luego se volvió despacio con dirección a ella. Los ojos de su madre -tan azules y tan inestablemente perceptivos- estaban clavados en su rostro. ¿Qué había querido decir con eso? Nadie podría amar a su familia más que él.
– Eso no es cierto -dijo él finalmente.
Pero su madre solo sonrió.
– ¿Piensas que no?
Apretó su mandíbula.
– No lo creo.
– Oh, no lo tomes como una ofensa -dijo ella, estirando la mano a través de la mesa para darle palmaditas en el brazo-. No he dicho que no nos ames. Pero siempre has preferido hacer las cosas por ti mismo.
– ¿Cómo cuales?
– Oh, como encontrar a una esposa…
Él la interrumpió inmediatamente.
– ¿Estás tratando de decirme que Anthony, Benedict y Colin le dieron la bienvenida a tu interferencia cuando estaban buscando a sus esposas?
– No, claro no. Ningún hombre lo hace. Pero… -sacudió una de sus manos en el aire, como si con eso pudiera borrar su frase-. Ese fue un pésimo ejemplo.
Soltó un pequeño suspiro mientras miraba fijamente al exterior de la ventana, y Gregory comprendió que estaba preparada para olvidarse del tema. Sin embargo, para su sorpresa, él no lo estaba.
– ¿Qué hay de malo con preferir hacer las cosas uno mismo? -preguntó.
Ella se volvió hacia él, luciendo para todo el mundo como si no hubiera empezado un tema potencialmente incómodo.
– ¿Eh? Nada. Estoy muy orgullosa de haber criado hijos autosuficientes. Después de todo, ustedes tres han logrado construir su propio camino en el mundo. -Hizo una pausa, considerando lo que había dicho, y agregó-: Con un poco de ayuda de Anthony, claro. En realidad estaría muy defraudada, si él no se hubiera preocupado por todos ustedes.
– Anthony es sumamente generoso -dijo Gregory con voz queda.
– Sí, lo es, ¿verdad? -dijo Violet, sonriendo-. Con su dinero y su tiempo. Se parece mucho a su padre en ese aspecto. -Lo miró con ojos nostálgicos-. Siento mucho que nunca lo hayas conocido.
– Anthony fue un buen padre para mí. -Gregory lo dijo porque sabía que eso la alegraría, pero también lo dijo, porque era verdad.
Los labios de su madre se fruncieron y apretaron, y por un momento pensó que ella podría llorar. De inmediato sacó su pañuelo, y se lo ofreció.
– No, no, eso no es necesario -dijo ella, incluso mientras lo tomaba y le daba golpecitos a sus ojos-. Estoy bien. Solo estoy un poco… -tragó saliva, y luego sonrió. Pero sus ojos todavía brillaban-. Algún día entenderás -cuando tengas tus propios hijos- lo maravilloso que es escuchar eso.
Ella bajó el pañuelo y tomó su té. Lo bebió a sorbos pensativamente, y dejó salir un suspiro de alegría.
Gregory sonrió para sí mismo. Su madre adoraba el té. Realmente eso iba más allá de la devoción británica usual. Clamaba que eso la ayudaba a pensar, lo cual normalmente él había elogiado como algo bueno, excepto que demasiado a menudo, era el tema de sus pensamientos, y después de su tercera taza ella normalmente inventaba un completo plan escalofriante de casarlo con la hija de cualquier amigo cercano, con el que se hubiera encontrado en la mañana más reciente.
Pero esa vez, al parecer, su mente no estaba divagando sobre el matrimonio. Bajó su taza, y, justo cuando pensó que estaba lista para cambiar de tema, le dijo:
– Pero él no es tu padre.
Él hizo una pausa, con su taza de té a medio camino de su boca.
– ¿Discúlpame?
– Anthony. No es tu padre.
– ¿Sí? -lo dijo lentamente, porque en realidad, ¿qué quería decirle con eso?
– Él es tu hermano -continuó-. Al igual que Benedict y Colin, y cuando eras pequeño… oh, cuanto deseabas meterte en sus asuntos.
Gregory aún permanecía muy quieto.
– Pero claro ellos no estaban interesados en permitírtelo, y en realidad, ¿Quién podría culparlos?
– ¿Quién, en efecto? -murmuró apretadamente.
– No lo tomes como una ofensa, Gregory -dijo su madre, volviéndose hacia él con una expresión que era un poco contrita y un poco impaciente-. Ellos han sido hermanos maravillosos, y de verdad, la mayoría del tiempo muy pacientes.
– ¿La mayoría del tiempo?
– Bueno algo de tiempo -enmendó ella-. Pero tú eras mucho más pequeño que ellos. Simplemente no tenían mucho en común. Y entonces cuando creciste, bueno…
Sus palabras se apagaron, y suspiró. Gregory le insistió.
– ¿Y bien?
– Oh, no es nada.
– Madre.
– Muy bien -dijo ella, y supo justo en ese momento que ella sabía exactamente lo que estaba diciendo, y que los suspiros y las palabras prolongadas, eran solo para agregarle más efecto.
– Creo que piensas que debes probarte ante ellos -dijo Violet.
Él la miró con sorpresa.
– ¿Y no debo hacerlo?
Los labios de su madre se separaron, pero no soltó ningún sonido en varios segundos.
– No -dijo ella finalmente-. ¿Por qué pensarías que debes hacerlo?
Esa era una pregunta tonta. Era porque… era porque…
– No es la clase de cosas que se pueda explicar fácilmente con palabras -murmuró él.
– ¿En serio? -tomó un sorbo de su té-. Debo decirte, que esa no es la reacción que yo había anticipado.
Gregory sentía como su mandíbula se apretaba.
– ¿Y qué fue precisamente lo que anticipaste?
– ¿Precisamente? -levantó la mirada hacia él, con el suficiente humor en sus ojos como para irritarlo completamente-. No estoy segura de que pueda ser precisa, pero supongo que esperaba que tú lo negaras.
– Solo porque no desee defenderme, no significa que no sea falso -dijo él con un encogimiento de hombros deliberadamente casual.
– Tus hermanos te respetan -dijo Violet.
– No he dicho que no lo hagan.
– Reconocen que eres un hombre independiente.
Eso, pensó Gregory, no era precisamente cierto.
– No es un signo de debilidad que pidas ayuda -continuó Violet.
– Nunca he creído que lo sea -contestó él-. ¿Acaso no te he pedido ayuda?
– En un asunto que solo podría ser manejado por una mujer -dijo ella, un poco despectivamente-. No tenías otra opción más que pedírmelo a mí.
Eso era verdad, por eso Gregory no hizo ningún comentario.
– Te acostumbraste a hacer las cosas solo -dijo ella.
– Madre.
– Hyacinth es igual -dijo ella rápidamente-. Pienso que ese debe ser un síntoma de ser el menor. Y de verdad, con esto no quiero decir que ustedes dos sean perezosos, o un desastre, o maliciosos de ninguna manera.
– Entonces, ¿qué quieres decir? -preguntó él.
Lo miró con una sonrisa ligeramente traviesa.
– ¿Precisamente?
Él sintió que un poco de su tensión se aliviaba.
– Precisamente -dijo, señalándole con un asentimiento que había entendido su juego de palabras.
– Solo quiero decir que nunca has tenido que trabajar muy duro para conseguir algo. Has tenido mucha suerte en eso. Parece que siempre te pasan cosas buenas.
– Y como eres mi madre, estás molesta por eso… ¿por qué?
– Oh, Gregory -dijo con un suspiro-. No estoy molesta en absoluto. Solo deseo que te pasen cosas buenas. Lo sabes.
Él no estaba lo suficientemente seguro de tener una respuesta apropiada, así que permaneció en silencio, levantando sus cejas inquisidoramente.