Ella aún tenía una enorme montaña que escalar antes de alcanzar su final feliz.
Él extendió el brazo, intentando tomar una de sus manos, pero ella no era receptiva. Y no es que estuviera alejándose de él; más bien, se sentía casi, como si ni siquiera fuera consciente de su toque.
– No puedo salir furtivamente y permitir que Lord Haselby espere en la iglesia en vano -dijo ella, las palabras se apresuraron a salir, cayendo de sus labios mientras sus ojos se volvían a los de él, abiertos de par en par e implorantes.
Pero eso solo fue por un momento.
Luego apartó la mirada.
Ella tragó saliva. Él no podía ver su cara, pero podía ver la forma en la que se movía.
Murmuro:
– Seguramente puedes entender eso.
Y él lo hacía. Era una de las cosas que más amaba de ella. Tenía un sentido tan fuerte del bien y el mal, que algunas veces, podía llegar al punto de ser intratable. Pero nunca era moralista, ni tampoco condescendiente.
– Esperaré por ti -dijo él.
Su cabeza se volvió rápidamente, y sus ojos se abrieron como platos.
– Quizás necesites mi ayuda -dijo él suavemente.
– No, eso no será necesario. Estoy segura que puedo…
– Insisto -dijo él, con suficiente fuerza como para imponerle silencio-. Esta será nuestra señal. -Levantó las manos, con los dedos unidos y la palma hacia fuera. Luego giró la muñeca, una vez, para llevar la palma hacia su cara, y luego otra vez, para volverla a su posición original-. Esperaré por ti. Si necesitas mi ayuda, te acercas a la ventana y haces la señal.
Ella abrió la boca, como si pudiera protestar una vez más, pero al final simplemente asintió.
El se puso de pies, abriendo las cortinas pesadas que rodeaban la cama, y empezó a buscar su ropa. Sus prendas estaba diseminadas por todas partes -sus calzones por aquí, su camisa notablemente por allí, pero rápidamente recogió lo que necesitaba y se vistió.
Lucy permaneció en la cama, sentada con las sábanas envueltas debajo de su brazo. Él encontró a su modestia encantadora, y casi la molestó por eso. Pero en su lugar, decidió ofrecerle simplemente una sonrisa divertida. Había sido una noche muy importante para ella; no debía hacerla sentirse avergonzada por su inocencia.
Él caminó hacia la ventana para asomarse. Todavía no había amanecido pero el cielo estaba anticipándose, el horizonte estaba pintado con ese débil resplandor de luz que solo se veía antes de la salida del sol. Brillaba suavemente, en un sereno azul purpúreo, y era tan hermoso que le hizo señas para que se le uniera. Se puso de espaldas mientras ella se ponía su camisa de dormir y una vez ella se movió silenciosamente para atravesar el cuarto con los pies descalzos, la tiró suavemente contra sí, con su espalda vuelta hacia su pecho. Apoyó su barbilla sobre su cabeza.
– Mira -susurró él.
La noche parecía bailar, chispeando y hormigueando, como si el propio aire entendiera que nada volvería a ser lo mismo. El amanecer estaba esperando del otro lado del horizonte, y las estrellas ya estaban comenzando a verse menos luminosas en el cielo.
Si él pudiera detener el tiempo, lo habría hecho. Nunca había experimentado ni un solo momento que fuera tan mágico, tan… completo. Todo estaba allí; todo lo que era bueno, honesto y verdadero. Y finalmente entendió la diferencia entre la felicidad y el contento, y cuan afortunado y bendito era al sentirlos a ambos, en cantidades tan impresionantes.
Era Lucy. Lo completaba. Hacía que su vida fuera todo lo que había conocido y todo lo que podía ser algún día.
Este era su sueño. Estaba haciéndose realidad, alrededor de él, allí en sus brazos.
Y mientras estaban de pie frente a la ventana, una de las estrellas salió disparada a través del cielo. Hizo un arco ancho y poco profundo, a Gregory casi le pareció escuchar como viajaba, chispeando y crujiendo hasta que desapareció en el horizonte.
Eso hizo que la besara. Supuso que un arco iris haría lo mismo, o un trébol de cuatro hojas, o incluso un simple copo de nieve, que aterrizara en su manga sin fundirse. Era simplemente imposible disfrutar de uno los pequeños milagros de la naturaleza y no besarla. Le besó el cuello, luego le dio la vuelta en sus brazos para poder besarle la boca, la frente, e incluso la nariz.
Y las siete pecas, también. Dios, amaba sus pecas.
– Te amo -susurró él.
Ella puso la mejilla contra su pecho, y su voz era ronca, casi ahogada cuando dijo:
– Yo también te amo.
– ¿Estás segura que no quieres venir conmigo ahora? -sabía su respuesta, pero se lo preguntó de todos modos.
Como lo había esperado, ella asintió.
– Debo hacer esto yo sola.
– ¿Cómo reaccionará tu tío?
– No estoy… segura.
Él dio un paso atrás, tomándola por los hombros, e incluso doblando las rodillas para que sus ojos no perdieran el contacto con los de ella.
– ¿Te hará daño?
– No -dijo ella, lo suficientemente rápido como para que él le creyera-. No. Te lo prometo.
– ¿Te obligará a casarte con Haselby? ¿Te encerrará en el cuarto? Porque podría quedarme. Si crees que me necesitarás, puedo quedarme aquí. -Eso armaría un escándalo incluso peor, que el que actualmente esperaba por ellos, pero si era una cuestión de su seguridad…
No había nada que él no hiciera.
– Gregory…
La silenció con una agitación de su cabeza.
– ¿Entiendes -empezó él- cuan completa y absolutamente esto va en contra de cada instinto que poseo, el tener que dejarte aquí para que enfrentes esto tu sola?
Sus labios se separaron y sus ojos…
Se llenaron de lágrimas.
– He jurado con todo mi corazón protegerte -dijo él, su voz era apasionada y feroz, y quizás un poco reveladora. Porque comprendió que hoy, era el día en el que se había convertido en un verdadero hombre. Después de veintiséis años de una existencia amigable, y, sí, sin objeto, había encontrado finalmente su propósito.
Finalmente sabía para qué había nacido.
– Lo he jurado con mi corazón -dijo-. Y lo juraré ante Dios tan pronto como podamos. Siento como ácido en mi pecho al tener que dejarte sola.
Sus manos encontraron las suyas, y sus dedos se entrecruzaron.
– Esto no está bien -dijo él, sus palabras eran bajas pero feroces.
Ella asintió lentamente en acuerdo.
– Pero es lo que debe hacerse.
– Si hay algún problema -dijo él-. Si sientes que estás en peligro, debes prometerme que me darás la señal. Vendré por ti. Puedes refugiarte con mi madre. O con cualquiera de mis hermanas. A ellas no les importará el escándalo. Solo se preocuparán por tu felicidad.
Ella tragó saliva, y luego sonrió, y sus ojos parecían nostálgicos.
– Tú familia debe ser maravillosa.
Él tomó sus manos y se las apretó.
– Ellos son ahora tu familia. -Esperó a que ella le dijera algo, pero no lo hizo. Trajo las manos de ella a sus labios y besó cada uno de sus dedos-. Pronto -susurró-, esto solo será parte de nuestro pasado.
Ella asintió con la cabeza, entonces miró sobre su hombro hacia la puerta.
– Los sirvientes se despertarán muy pronto.
Y él se marchó. Se movió sigilosamente para salir por la puerta, con las botas en la mano y salió de la casa de la misma forma en la que había entrado.
Todavía estaba oscuro cuando llegó al pequeño parque que llenaba el cuadrado del otro lado de su casa. Todavía faltaban horas antes de la boda, y seguramente tenía tiempo suficiente para regresar a su casa y cambiarse de ropa.
Pero no estaba preparado para arriesgarse. Le había dicho que la protegería, y nunca rompería esa promesa.
Pero se le ocurrió -que no tenía que hacer esto solo. De hecho, no debería hacerlo solo. Si Lucy lo necesitara, lo iba a necesitar en buena forma y completo. Si Gregory tuviera que acudir a la fuerza, ciertamente podría usar un par de manos extra.