Выбрать главу

– Ella está a salvo -contestó Gregory.

– Perdoneme si eso no me tranquiliza -le espetó Richard.

– Richard, detente -lo cortó Hermione, tirando de él con más fuerza-. El Sr. Bridgerton no va a herirla. Él tiene mejores intereses en su corazón.

– Oh, ¿De verdad? -pronunció Richard con lentitud.

Hermione lo miró con más animación de la que Gregory había visto en su bonito rostro.

– Él la ama -declaró ella.

– En efecto.

Todos los ojos se volvieron hacia Lord Haselby, quien estaba de pie en la puerta, mirando la escena con una extraña expresión de diversión.

Nadie parecía saber que decir.

– Bueno, él ciertamente lo dejó claro esta mañana -continuó Haselby, mientras se sentaba en una silla con una gracia notablemente fácil-. ¿No le parece?

– Er, ¿sí? -contestó Richard, y Gregory de verdad no podía culparlo por su tono inseguro. Haselby parecía estar tomando esto de la manera más extraña. Calmado. Tan calmado que el pulso de Gregory parecía sentir la necesidad de correr dos veces más rápido, solo para adaptarse a las limitaciones de Haselby.

– Ella me ama -le dijo Gregory, haciendo una pelota en un puño detrás de su espalda -no era para prepararse para la violencia, sino más bien, porque si no movía alguna parte de su cuerpo, iba a ser responsable de saltar fuera de su piel-. Siento decirlo, pero…

– No, no, en absoluto -dijo Haselby con un gesto de la mano-. Soy bastante consciente de que ella no me ama. Lo cual en realidad es lo mejor, estoy seguro de que todos estamos de acuerdo en eso.

Gregory no estaba seguro de que debía contestar ante eso. Richard estaba profundamente sonrojado, y Hermione lucía completamente confundida.

– ¿Le dará la anulación? -preguntó Gregory. No tenía tiempo para darle vueltas al asunto.

– Si no estuviera deseoso de hacer eso, ¿De verdad cree que estaría aquí parado, hablando con usted en los mismos tonos que uso para discutir el clima?

– Er… ¿no?

Haselby sonrió. Ligeramente.

– Mi padre no se alegrará. Esa es una situación que normalmente me da mucha satisfacción, estoy seguro, pero se pueden presentar muchas dificultades. Debemos proceder con precaución.

– ¿Lucy no debería estar aquí? -preguntó Hermione.

Richard reasumió su mirada furiosa.

– ¿Dónde está mi hermana?

– Arriba -dijo Gregory tajantemente. Eso solo limitaba las opciones a treinta cuartos diferentes.

– Arriba, ¿Dónde? -ladró Richard.

Gregory ignoró la pregunta. En realidad, ese no era el mejor momento para revelar que estaba atada en un baño.

Se volvió hacia Haselby, quien todavía estaba sentado, con una pierna cruzada casualmente sobre la otra. Se estaba revisando las uñas.

Gregory se sintió listo para subirse por las paredes. ¿Cómo podía el maldito hombre sentarse allí, con tanta serenidad? Esta sería la única conversación crítica que tendrían en la vida, ¿y todo lo que él podía hacer era revisarse la manicura?

– ¿Le dará la anulación? -ladró Gregory.

Haselby levantó la mirada hacia él, y parpadeó.

– Dije que lo haría.

– ¿Pero revelará sus secretos?

Ante eso, toda la conducta de Haselby cambió. Su cuerpo parecía apretarse, y sus ojos se pusieron mortalmente afilados.

– No tengo ni idea de lo que usted está hablando -dijo él, cada palabra era firme y precisa.

– Ni yo tampoco -agregó Richard, acercándose.

Gregory se volvió brevemente en su dirección.

– La están chantajeando.

– No -dijo Haselby abruptamente-. Por mí.

– Mis disculpas -dijo Gregory con voz queda. El chantaje era algo terrible-. No quería implicarlo.

– Siempre me pregunté la razón por la cual, había aceptado casarse conmigo -dijo Haselby suavemente.

– Eso fue arreglado por su tío -señaló Hermione. Cuando todo el mundo se volvió hacia ella, con sorpresa, agregó-: Bueno, ya conocen a Lucy. Ella no es de las que se rebelan. Le gusta el orden.

– Es lo mismo -dijo Haselby-. Ella tuvo una oportunidad muy dramática para salir de esto. -Hizo una pausa, señalando con la cabeza a un lado-. Es mi padre, ¿verdad?

La barbilla de Gregory, solo hizo un único gesto de asentimiento.

– Eso no es sorprendente. Está muy deseoso de tenerme casado. Bueno, entonces -Haselby juntó las manos, retorciendo los dedos y apretándolos abajo-. ¿Qué vamos a hacer? Me imagino, que delatarlo.

Gregory negó con la cabeza.

– No podemos.

– Oh, venga. No debe ser tan malo. ¿Qué cosa terrible pudo haber hecho Lady Lucinda?

– De verdad, deberíamos traerla -dijo Hermione otra vez. Y cuando los tres hombres se volvieron hacia ella nuevamente, agregó-: ¿Acaso le gustaría que su destino fuera discutido en su ausencia?

Richard avanzó para ponerse en frente de Gregory.

– Dígame -dijo.

Gregory no fingió no entenderlo.

– Es algo grave.

– Dígame.

– Es sobre su padre -dijo Gregory en voz queda. Y procedió a relatarle lo que Lucy le había dicho.

– Ella hizo esto por nosotros -susurró Hermione una vez que Gregory hubo terminado. Se volvió hacia su esposo, asiendo su mano-. Lo hizo para salvarnos. Oh, Lucy.

Pero Richard solo negó con la cabeza.

– Eso no es cierto -dijo.

Gregory intentó apartar la piedad de sus ojos cuando dijo:

– Hay una prueba.

– Oh, ¿de verdad? ¿Qué clase de prueba?

– Lucy dice que hay una prueba escrita.

– ¿La ha visto? -exigió Richard-. ¿Podría ella notar cuando algo está falsificado?

Gregory tomó una larga inhalación. No podía culpar al hermano de Lucy por su reacción. Supuso que él haría lo mismo, si una cosa como esa se descubriera de su propio padre.

– Lucy no lo conoció -continuó Richard, aún negando con la cabeza-. Era demasiado joven. Padre no habría hecho algo así. Es inconcebible.

– Usted también era muy joven -dijo Gregory gentilmente.

– Tenía la edad suficiente para conocer a mi propio padre -chasqueó Richard-. Y él no era un traidor. Alguien ha engañado a Lucy.

Gregory se volvió hacia Haselby.

– ¿Su padre?

– No es tan ingenioso -terminó Haselby-. Alegremente se comprometería en un chantaje, pero lo haría con una verdad, no con una mentira. Él es inteligente, pero no es creativo.

Richard avanzó.

– Pero mi tío sí lo es.

Gregory se volvió hacia él alarmado.

– ¿Cree que él le haya mentido a Lucy?

– Con seguridad le dijo la única cosa que garantizaría que ella no se retractara del matrimonio -dijo Richard amargamente.

– ¿Pero por qué él necesitaba casarla con Haselby? -preguntó Hermione.

Todos miraron al hombre en cuestión.

– No tengo idea -dijo.

– Él debe tener sus propios secretos -dijo Gregory.

Richard negó con la cabeza.

– No eran deudas.

– Él no consiguió dinero con el acuerdo -comentó Haselby.

Todos se volvieron a mirarlo.

– Puede que haya permitido que mi padre me escogiera una esposa -dijo con un encogimiento de hombros-. Pero no iba a casarme con alguien sin leer los contratos.

– Secretos, entonces -dijo Gregory.

– Quizás en concierto con Lord Davenport -agregó Hermione. Se volvió hacia Haselby-. Lo siento mucho.

Él borró con un gesto de la mano, su disculpa.

– Ni lo piense.

– ¿Qué debemos hacer ahora? -preguntó Richard.

– Traer a Lucy -respondió Hermione inmediatamente.

Gregory asintió vivazmente.

– Ella tiene razón.

– No -dijo Haselby, incorporándose-. Necesitamos a mi padre.

– ¿A su padre? -espetó Richard-. Difícilmente simpatizaría con nuestra causa.